Los medicamentos antidepresivos son el pilar para tratar la depresión, pero su uso se ve empañado por las dudas sobre su eficacia a corto, medio y largo plazo. Esto no quiere decir que no debamos utilizarlos, ya que estos fármacos salvan vidas en muchos casos, pero una revisión reciente refuerza estos interrogantes ya que no ve apenas diferencias en la calidad de vida de las personas que han tomado fármacos antidepresivos frente a los que no los han tomado.
Un equipo de investigación dirigido por el farmacoepidemiólogo Omar Almohammed, de la Universidad Rey Saud (Arabia Saudí) ha analizado los datos de la Encuesta del Panel de Gastos Médicos de EE.UU., un registro nacional que hace un seguimiento de los servicios sanitarios que utilizan los estadounidenses. Esta base de datos recoge que, en promedio, entre 2005 y 2016 aproximadamente 17,5 millones de adultos fueron diagnosticados con depresión cada año, una cifra llamativa que supera a la suma de habitantes de Andalucía y Cataluña, las dos comunidades autónomas más pobladas de España.
La calidad de vida relacionada con la salud (CVRS) se midió utilizando el SF-12 y se analizaron por separado los componentes físicos y los mentales (PCS y MCS). El PCS se centra principalmente en el funcionamiento físico, las limitaciones debidas a problemas de salud física, el dolor corporal, la salud general y la vitalidad (energía/fatiga). El MCS se centra en el funcionamiento social, las limitaciones de las funciones debidas a problemas emocionales y la salud mental (malestar psicológico y bienestar psicológico). El estudio comparó una cohorte de pacientes que utilizaron medicamentos antidepresivos con una cohorte de pacientes que no los utilizaron. Se utilizaron análisis univariantes y multivariantes de diferencias en diferencias (D-I-D) para evaluar la importancia de la diferencia media desde el inicio del tratamiento hasta el seguimiento dos años después.
El estudio encontró también que alrededor de dos tercios (67,9 %) de las personas en el conjunto de datos de 11 años eran mujeres, lo que refleja las disparidades de género en materia de salud mental, y casi el 60% de las personas deprimidas fueron tratadas con antidepresivos, un porcentaje algo mayor en los blancos que en otros grupos étnicos.
Los pacientes casados representaban la mayor proporción de la muestra del estudio (47,6%), seguidos de los pacientes que nunca habían estado casados (23,3%), y estos últimos eran a los que menos se les recetaban antidepresivos en comparación con los demás. La mayoría de los pacientes (62,9%) procedían de hogares con ingresos medios y altos. Además, la mayoría de los pacientes (64,4%) tenían un seguro privado y los sujetos sin seguro tenían menos probabilidades de recibir tratamiento con antidepresivos (47,6%) en comparación con los que tenían seguros privados (58,8%) o públicos (58,0%).
Entre los pacientes con depresión, el uso de la psicoterapia y la farmacoterapia son eficaces para mejorar los síntomas y la calidad de vida de los pacientes. Sin embargo, es mejor utilizar la combinación de las dos opciones de tratamiento, ya que tiene un mejor efecto que utilizar cada opción por separado. Aunque la psicoterapia parece ser ligeramente más eficaz que la farmacoterapia, no hay pruebas sólidas de que una de las dos opciones de tratamiento sea mejor que la otra. Sin embargo, las recomendaciones de las directrices de la Asociación Americana de Psiquiatría (APA) incluyen el uso de psicoterapia o de antidepresivos de segunda generación, como los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) o los inhibidores de la recaptación de serotonina-norepinefrina (IRSN), para pacientes adultos como terapia inicial. Para los pacientes que tienen una respuesta parcial o nula a la terapia inicial, las directrices recomiendan cambiar de la farmacoterapia sola a la terapia cognitiva sola o cambiar de una medicación antidepresiva a otra medicación antidepresiva.
La principal conclusión es que aunque el uso de antidepresivos se asoció a cierta mejoría en el componente mental, el análisis univariante no reveló diferencias significativas entre las dos cohortes en el componente físico. Esto significa que las personas solían informar de que su malestar psicológico mejoraba con los antidepresivos, pero sus problemas de salud física, el dolor corporal y la falta de vitalidad solían permanecer. El equipo que realiza el estudio considera que los médicos y los profesionales de la salud deberían considerar la posibilidad de incluir a las personas en sesiones de psicoterapia o de apoyo social antes de recurrir a los antidepresivos «principalmente porque no hubo un impacto persistente de estos medicamentos».
Este estudio puede apoyar las experiencias de las personas que se sienten defraudadas por los antidepresivos. Para algunos, estos medicamentos apenas alivian la depresión y pueden tener efectos secundarios no deseados, como aumento de peso, insomnio, pérdida de deseo sexual e incluso un cierto síndrome de abstinencia si se dejan de tomar de forma brusca.
El objetivo último de la terapia con antidepresivos es mejorar el bienestar general de las personas, especialmente su calidad de vida, durante años y no sólo unos pocos meses pero el hecho de que los antidepresivos ayuden a conseguir este objetivo es, como mínimo, cuestionable. Los antidepresivos tienen una historia accidentada, plagada de influencias indebidas por parte de la industria farmacéutica que, según sabemos ahora, ha escondido durante mucho tiempo los datos de los ensayos cuyo resultado era que los antidepresivos no mostraban diferencias con placebo, presentando solo los resultados favorables e inflando por tanto los efectos aparentes de los lucrativos fármacos. Aunque este sesgo de publicación parece haber disminuido en los últimos años, el hecho es que los antidepresivos dejan a muchas personas desesperadas por conseguir mejores tratamientos, mientras que la carga mundial de la depresión sigue creciendo. Además, muchos estudios agravan el problema al centrarse en alguna variable de interés puramente profesional y no tener en cuenta los aspectos que más importan a los pacientes, como la calidad de vida.
Entre las limitaciones del estudio, la primera es que no distinguió entre los casos de depresión recién diagnosticados y las personas que habían vivido con el trastorno del estado de ánimo durante muchos años; las personas se incluyeron en el análisis siempre que tuvieran un diagnóstico de depresión y dos años de datos de seguimiento. Esto significa que no se puede descartar la hipótesis de que, para algunos, estos fármacos tuvieran efectos diferentes en función del tiempo que llevaran tomándolos o del tiempo de evolución de su depresión.
Una segunda limitación es que los investigadores tampoco pudieron controlar la gravedad de la depresión porque ésta no se registró en los datos de la encuesta. En tercer lugar, los dos grupos analizados, con antidepresivos y sin antidepresivos, también diferían en cierta medida en cuanto a la edad, el sexo, la etnia y su experiencia de la pobreza, por lo que la comparación no era perfecta. Por último, tampoco podemos extrapolar las conclusiones de este estudio centrado en EE.UU. a todo el mundo, pues hay diferencias significativas entre países, pero encaja con las crecientes pruebas de otros países de que los antidepresivos modernos se quedan cortos en muchos aspectos.
Esto no significa que debamos eliminar los antidepresivos por completo. Más bien, como subraya este estudio, los profesionales deben replantearse cómo se utilizan mejor los antidepresivos y si los fármacos aportan beneficios significativos y duraderos a las personas. Por ejemplo, el año pasado otros investigadores afirmaron que los expertos en salud mental deben revisar a quién y cómo se prescriben los antidepresivos, que los fármacos deberían recetarse durante períodos más cortos y solo para personas con depresión grave, no con síntomas leves. Es más, emparejar los antidepresivos con el apoyo de un psicoterapeuta parece clave para mejorar la calidad de vida de las personas, más que los fármacos o la psicoterapia de forma aislada. Finalmente, se necesitan estudios a largo plazo que evalúen el impacto real de las intervenciones farmacológicas y no farmacológicas en la calidad de vida de las personas deprimidas.
Para leer más:
- Almohammed OA, Alsalem AA, Almangour AA, Alotaibi LH, Al Yami MS, Lai L. (2022) Antidepressants and health-related quality of life (HRQoL) for patients with depression: Analysis of the medical expenditure panel survey from the United States. PLoS One 17(4): e0265928.
- Horowitz M, Wilcock M. (2022) Newer generation antidepressants and withdrawal effects: reconsidering the role of antidepressants and helping patients to stop. Drug Ther Bull 60(1): 7-12.
- Watson C (2022) Massive Study Finds We Need Better Therapies Than Antidepressants. Here’s Why. Science Alert 23 de abril. https://www.sciencealert.com/antidepressants-don-t-improve-quality-of-life-massive-study-finds
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