El cerebro del niño es enormemente plástico y muy sensible a las influencias ambientales. En las últimas décadas ese ambiente ha cambiado enormemente y desde la aparición de la televisión, una novedad llamativa es la de tiempo que pasan los niños delante de una pantalla. El niño necesita cariño e interacciones para tener un desarrollo normal, pero los aparatos electrónicos apenas interactúan con él y le convierten en un elemento pasivo.
Un estudio publicado en JAMA Pediatrics (Heffler et al., 2020) analiza hasta que punto las interacciones entre padres e hijos y el tiempo de visualización de medios digitales afectan al desarrollo del niño y estudia la posible asociación de estos factores con los síntomas del trastorno del espectro autista (TEA). El objetivo era determinar si había una asociación entre las actividades sociales y el visionado de pantallas en los primeros 18 meses de vida, los factores perinatales y los factores demográficos, con los síntomas similares al TEA y el riesgo de autismo medido a los dos años.
Los datos para este estudio de cohorte proceden del National Children’s Study, un estudio epidemiológico multicéntrico estadounidense que analiza la influencia del ambiente sobre la salud y el desarrollo infantil. Un total de 2152 niños nacidos entre el 1 de octubre de 2010 y el 31 de octubre de 2012 fueron inscritos en el estudio. Los datos se analizaron desde el 1 de diciembre de 2017 hasta el 3 de diciembre de 2019.
Los cuidadores de cada pequeño informaron de si el niño veía la televisión y/o vídeos (sí o no) a los 12 meses de edad, las horas de visionado a los 18 meses de edad, el tiempo dedicado por el cuidador a leerle cuentos al niño (número de días por semana) a los 12 meses de edad, y la frecuencia de juego con el niño (diario o menos que diario) a los 12 meses de edad. Se incluyeron en el análisis otros datos como ser prematuro, la edad de la madre al nacer el niño, el sexo del niño, los ingresos del hogar, el grupo étnico y el nivel de inglés del cuidador.
El principal resultado fue que existía una asociación significativa de la exposición a pantallas con el riesgo de TEA evaluado mediante el M-CHAT y/o los síntomas de TEA evaluados por la puntuación total del M-CHAT revisado (M-CHAT-R). Es importante decir que no podemos establecer una relación causa-consecuencia. El estudio no dice que ver la tele o un ordenador genere autismo; bien podría ser que esos niños se sienten a gusto con esas pantallas y los padres lo notan y lo usan, pero sí es importante que valoremos las interacciones con nuestros niños, leerles, hablarles y jugar con ellos es fundamental para su desarrollo cerebral.
Entre los 2152 niños incluidos en el análisis (1099 varones; 51,1%), ver la televisión y/o vídeos a los 12 meses de edad se asoció significativamente con más síntomas de TEA a los 2 años de edad, pero no con el riesgo de TEA. Del mismo modo, el juego entre padres e hijos a diario, en comparación con aquellos que lo hacían con menor frecuencia, se asoció significativamente con menos síntomas de TEA a los dos años de edad, pero no con el riesgo de TEA. Sin embargo, el hecho de ver mucho la pantalla a los 18 meses de edad no se asoció significativamente con síntomas similares a los de los TEA ni con el riesgo de TEA medido a los dos años de edad.
Las pruebas que relacionan la exposición temprana a los medios electrónicos y la aparición de TEA son escasas. Por lo que sabemos, los niños con TEA son expuestos a la televisión a una edad más temprana y pasan más tiempo viendo la televisión que niños normotípicos de la misma edad y sexo. Por el contrario, minimizar la exposición a la pantalla, además de la intervención conductual y temprana para de los jóvenes con TEA o con comportamientos similares a los del TEA, puede mejorar los resultados de desarrollo y comportamiento, como se ha observado clínicamente.
Los datos sobre el visionado de la televisión y el juego entre el cuidador y el niño se obtuvieron mediante autoinformes y parece que estos factores experienciales podrían ser modificables a través de la interacción de alta calidad entre padres e hijos durante el desarrollo de la primera infancia. Estos resultados apoyan otro estudio prospectivo en el que los niños que están más expuestos a la televisión, incluidos los programas para adultos, desde los 6 meses hasta los 18 meses, tenían más probabilidades de presentar síntomas de TEA a esta última edad.
La interacción entre padres e hijos afecta positivamente a las redes cerebrales esenciales para el desarrollo cognitivo, lingüístico, social y emocional durante la primera infancia. Los niños, especialmente los que tienen riesgo de padecer TEA, no deben estar inmersos en un entorno con medios digitales inapropiados y excesivos a una edad muy temprana. Los padres también deben ser informados de esta asociación entre exposición temprana a la pantalla y el riesgo de desarrollar TEA. Aún así, se necesita más investigación para evaluar los factores ambientales y experienciales que puedan generar efectos de riesgo o de protección en el TEA.
Para leer más:
- Heffler KF, DM Sienko, K Subedi, KA McCann, DS Bennett (2020) Association of Early-Life Social and Digital Media Experiences With Development of Autism Spectrum Disorder-Like Symptoms. JAMA Pediatr 174(7): 690-696.