El silencio de las plantas

La relación unilateral entre vosotras y yo

no va mal de todo.

Sé lo que es hoja, pétalo, espiga, piña, tallo

y lo que os pasa a vosotras en abril y en diciembre.

Aunque mi curiosidad no es correspondida,

me inclino especialmente sobre algunas

y hacia otras levanto la cabeza.

Tengo nombres para vosotras:

arce, cardo, narciso, brezo,

enebro, muérdago, nomeolvides,

y vosotras no tenéis ninguno para mí.

Hacemos el viaje juntas.

Y durante los viajes se conversa ¿o no?

se intercambian opiniones al menos sobre el tiempo

o sobre las estaciones que pasan volando.

Temas no faltan, porque nos unen muchas cosas.

La misma estrella nos tiene a su alcance.

Proyectamos sombras según las mismas leyes.

Intentamos saber cosas cada una a su manera

y en lo que no sabemos también hay semejanza.

Lo aclararé como pueda, preguntadme y ya está:

qué es eso de ver con los ojos,

para qué me late el corazón

o por qué mi cuerpo no echa raíces.

Pero cómo contestar a preguntas nunca hechas,

si además se es alguien

para vosotras tan nadie.

Musgo, bosque, prados y juncales,

todo lo que os digo es un monólogo

y no sois vosotras quienes lo escucháis.

Hablar con vosotras es necesario e imposible.

Urgente en una vida apresurada

y está aplazado hasta nunca.

José Ramón Alonso

CATEDRÁTICO EN LA Universidad de Salamanca

Neurocientífico: Producción científica

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