Futurama es una serie de dibujos animados creada por Matt Groening, uno de los padres también de Los Simpson. El nombre “Futurama” viene de la expo del año 1939, en Nueva York donde uno de los pabellones se llamaba así y mostraba como sería, supuestamente, el mundo 20 años después, en 1959. El pabellón estaba patrocinado por General Motors, se centraba en el desarrollo de grandes redes de autopistas y fue un gran éxito de público.
Los episodios de la serie de dibujos animados tienen lugar en el año 3000 y están protagonizados por Philip J. Fry, un repartidor de pizza que mil años antes tropieza, cae en una cápsula criogénica donde se mantiene congelado durante ese milenio y despierta en la fiesta de Nochevieja del año 2999; Leela, una mutante cíclope que salvo ese único ojo tiene todo lo que hay que tener; Bender, un robot alcohólico, mujeriego (robotiego), egoísta, ladrón, egocéntrico y fumador (por cierto, según la serie gringa, fabricado en México y cuyo nombre completo es Bender Bending Rodríguez); el profesor Farnsworth, un anciano científico despistado y descendiente de Fry; el doctor Zoidberg, un extraterrestre con aspecto de crustáceo que teóricamente cuida la salud del grupo; Amy, una marciana de aspecto asiático, rica y guapa; y Hermes, un burócrata jamaicano, campeón mundial de limbo.
La tecnología de ese cuarto milenio en el que trascurre Futurama es, en ocasiones, sorprendentemente avanzada y otras agobiantemente retro. Junto a los viajes interestelares y la presencia en la Tierra de diferentes razas alienígenas, temas como el calentamiento global, una burocracia enervante y el uso de drogas aparecen en diversos episodios mientras que Internet es lento y está lleno de pornografía, anuncios intrusivos, “spam” y salas de chat “sucio”.
Pero lo de lo que quería hablar era de la criogenización, la conservación mediante congelación, como la que experimenta Fry y de las cabezas parlantes de la serie. Estas cabezas son uno de los anacronismos más llamativos de Futurama y consiste en que personajes de los siglos XX y XXI aparecen como cabezas sueltas, metidas en frascos cilíndricos de vidrio cerrados herméticamente y rellenos de un líquido, como si fuera un acuario. La cabeza habla y gesticula como en su época original, cuando estaba conectada a un cuerpo. Esta idea permite incorporar a la trama de los episodios a distintos políticos y celebridades de los siglos XX y XXI y reírse un poco de ellos.
Los frascos con cabezas de Futurama encajan en la llamada neuropreservación, una idea de mantener las cabezas o el cerebro congelados con la intención de una resucitación en el futuro. Normalmente el cerebro se deja dentro del cráneo para su protección, y para evitar tener que pensar en conectar todos los nervios craneales así que lo que se conserva es toda la cabeza. Frente a la crioconservación de todo el cuerpo, que también se hace, la ventaja es que el coste de mantenimiento es mucho más pequeño y que la vitrificación de un organismo se ha conseguido para animales muy pequeños o embriones pero no para algo ni remotamente parecido a un cuerpo humano adulto. Tampoco evidentemente para una cabeza o un cerebro.
Los que creen en esta tecnología piensan que la “resucitación” de los pacientes será una ampliación de unas tecnologías médicas que habrán comenzado su andadura mediante la regeneración de órganos dañados y extremidades perdidas y en el tratamiento de las lesiones medulares y cerebrales graves. Otra posibilidad que se plantea es “cargar” el contenido de una mente en un dispositivo informático o en otro cuerpo, de forma similar a como cargamos archivos digitales en un ordenador. Al final se trata de que nuestro “yo” reside en nuestro cerebro y si ese conjunto de información cerebral (pensamientos, sentimientos, memorias, personalidad…) se pudiera preservar fuera de los límites temporales y espaciales de un organismo habríamos conseguido ese sueño primigenio de la Humanidad, ser inmortales.
La neuropreservación fue propuesta en 1965 por uno de los fundadores de la criónica, Evan Cooper y puesta en práctica en su primera parte –crioproteger y congelar un cuerpo- en 1976 por Fred y Linda Chamberlain, fundadores de Alcor. Alcor es la principal empresa dedicada a la criónica y ya tiene congelados las cabezas o cuerpos enteros de 117 personas. El primero de ellos fue el padre de Fred Chamberlain. La neuropreservación cuesta decenas de miles de euros más una cuota de conservación todos los años.
El argumento comercial de los crioprotectores es que incluso si las posibilidades de reanimar al paciente y devolverle la salud son mínimas, ese número infinitesimal es mejor que el valor actual que obtienes si tu cadáver es cremado o dejado descomponer: cero.En segundo lugar, que si tienes mucho dinero no vas a poder aprovecharlo después de muerto de ninguna manera mientras que el pago a las empresas criogénicas sigue trabajando, al menos en teoría, en tu propio beneficio. En épocas más creyentes que la actual el difunto antes de su muerte o en su testamento encargaba y pagaba misas para la salvación de su alma. Al final era también que tu dinero te siguiera sirviendo después de muerte y te ayudara a seguir disfrutando de una buena posición pero ya en la vida eterna.
Las empresas que se dedican a esto se aprovechan de nuestros deseos de inmortalidad y se basan en dos hechos ciertos: no podemos predecir el futuro y la ciencia, con sus errores y sus fracasos, avanza de forma constante y en dos conceptos discutibles: uno, que la Ciencia tiene o tendrá solución para todo y dos, que en el futuro las cosas serán mejores que ahora. Tenemos esa fe en el poder omnímodo de la ciencia y la tecnología y en que todo lo que es imposible ahora (viajes en el tiempo, teletransportación, lectura de mentes, viajes interestelares), quizá lo sea en el futuro, aunque sorprenda que no veamos alrededor a ningún viajero del futuro. Quizá vivimos una época aburrida y no aparecemos en los catálogos de los tour-operadores de las máquinas del tiempo.
Hasta el año 2000 la preservación se realizaba perfundiendo una solución crioprotectora a través de la aorta ascendente y decapitando al paciente, aunque como era un tema comercial se usaban términos más atractivos como “neuroseparación” o “aislamiento cefálico”. A partir de entonces primero se llevaba el cuerpo a una hipotermia profunda, después se cortaba la cabeza y por último se perfundían los crioprotectores directamente a través de las arterias carótidas y vertebrales. El objetivo era enfriar el cerebro con la mayor rapidez posible. Solo hay dos empresas, Alcor y KrioRus que oferten la neuropreservación. La institución más fuerte en el mundo de la criónica empresaria, el VCryonics Institute, no lo hace porque dice que le da mala imagen y solo conservan cuerpos completos. En Alcor, tres cuartas partes de los “pacientes” –nunca mejor dicho- almacenados esperando un futuro mejor son neuropacientes, es decir, solo se conserva las cabezas. Conservar solo las cabezas tiene distintas ventajas: los costes son menores, son más fáciles de transportar en caso de problemas legales, sociales o físicos, y la crioprotección se puede hacer con menos volumen y más rapidez.
Muchos parecen pensar que devolver a la vida a uno de estos muertos criónicos será tan fácil como sacarles del frigorífico y ponerles a temperatura ambiente, como hacemos con las pechugas de pollo en nuestras cocinas. En realidad sería necesario conseguir simultáneamente reparar los daños generados por el hielo y la congelación, eliminar la toxicidad de los agentes criopreservantes y solucionar la causa original de la muerte del sujeto. La ciencia actual nos hace ser escépticos sobre estos procedimientos: podemos “revivir” una célula congelada pero solo si la preservamos de una manera prácticamente instantánea, a un ritmo de refrigeración de 1.000 ºC/minuto. Si el enfriamiento se hace más lento, el agua se congela antes, las sustancias disueltas se concentran mucho y esos cambios dañan a la célula de una forma definitiva e irreversible.
Un factor importante en la criopreservacion es que no puedes iniciarla antes de que la persona esté muerta. Otra cosa sería un homicidio o colaboración para el suicidio. En 1990, Thomas Donaldson, un consultor informático perdió la demanda que había presentado para que congelasen su cabeza antes de que el tumor cerebral que tenía le matase. Donaldson indicaba que no quería esperar a su muerte porque aunque fuese posible en el futuro una resucitación, el cáncer habría destruido tanto de su cerebro que no sería interesante volver a la vida en esas circunstancias. El juez rechazó la demanda y dijo que cualquiera que intentase congelar su cabeza antes de que estuviera clínicamente muerto sería perseguido por la comisión de un delito.
Los intentos que se han hecho para mantener un cerebro in vivo ya sea sumergiéndolo en un líquido cerebroespinal artificial o perfundiéndole sangre, un sustituto de la sangre o una solución oxigenada y equilibrada de sales han sido rotundos fracasos, desde hace ya dos siglos. En 1812, Julien Jean César Legallois propuso la resucitación de las cabezas decapitadas, abundantes y famosas en la reciente Revolución Francesa, conectándolas a un sistema de transfusión sanguínea. A lo largo de los siglos XIX y XX ha habido varios intentos de mantener vivas cabezas o cerebros de distintos animales, sin éxito ni en los tiempos de supervivencia ni en los niveles de funcionalidad conseguidos.
Varios tipos de organismos vivos se han congelado hasta la temperatura del nitrógeno líquido, donde no muestran ninguna señal de vida y no hay ninguna prueba de putrefacción y después restaurados a una vida aparentemente normal. Los más famosos son los tardígrados que aguantan temperaturas entre los -272º C y los 149º C, y son capaces de sobrevivir a una desecación casi completa, al espacio exterior y a ser sumergidos en alcohol o éter puros. Por otro lado diversas células y tejidos humanos incluyendo espermatozoides, embriones, neuronas y tejido nervioso se han congelado en miles de ocasiones hasta llevarles a un estado de suspensión de la vida y después se han vuelto a “revivir” sin problemas aparentes. También es posible cultivar células incluidas neuronas durante semanas y mantenerlas vivas fuera del cuerpo. También es posible mantener en el laboratorio rodajas de cerebro de animales como ratones o ratas (cultivos organotípicos) y conservarlas vivas durante semanas. Con las neuronas cultivadas se pueden formar pequeñas redes neuronales que a su vez pueden funcionar como pequeños circuitos funcionales. El siguiente paso, realizado por el Georgia Institute of Tecnology, ha sido conectar una de estas redes neurales con el cuerpo de un robot. Esa red de neuronas mantenida in vitro recibe información de los sensores del cuerpo robótico y la respuesta de la red neuronal envía señales motoras para las partes móviles del robot, pero nada se ha conseguido con un órgano tan grande y sofisticado como el cerebro humano.
De Robocop a Dune, de los monjes B’omarr de la Guerra de las Galaxias a los cerebros de Morbius y los Cybermen en Doctor Who, de los Mi-go de Lovecraft a los manga de Ghost in the Shell los cerebros conservados vivos y mantenidos en frascos (“in vitro”) son un motivo recurrente en la Ciencia Ficción. Algunos cerebros están aislados mientras que en otros casos se conserva toda la cabeza. Parte de las tramas se centran en la supuesta deshumanización que implica la pérdida del cuerpo, otros en la interconexión entre nuestra mente y las máquinas, otros en una nueva visión de los sentimientos donde el atractivo físico, el tacto o el sexo han desaparecido pero lo más frecuentado es la búsqueda de la inmortalidad de esos neuropacientes como el si el cerebro no fuese también un órgano sujeto también al desgaste, a la degeneración y a la muerte.
En la serie Futurama el neuropaciente que más aparece es, sin duda, Richard Nixon que se convierte en el 30º y 32º presidente del mundo y su efigie en un frasco aparece en los billetes de un billón de dólares. En la Vieja Nueva York existe el Museo de Cabezas donde existe la Sala de los Presidentes, la Sala de las Top Models, una sección conjunta de estrellas de la televisión y estrellas del porno y un armario empotrado donde están las cabezas de los Candidatos Presidenciales que perdieron, colocados junto a trapos y útiles de la limpieza. Un mensaje de humildad y humor, dos términos que provienen de la misma raíz etimológica que “humano”, un mensaje que está muy bien.
Para leer más:
- Concostrina N. (2008) Polvo eres : peripecias y extravagancias de algunos cadáveres inquietos. La Esfera de los libros, Madrid.
- Mazur P. (1970) Cryobiology: the freezing of biological systems. Science 168 (3934): 939–949.
- Merkle RC. (1992) The technical feasibility of cryonics. Medical Hypotheses 39 (1): 6–16.
- Taylor TD. (2001) Strange Sounds: Music, Technology & Culture. Routledge, Nueva York, pp. 104-105.
- http://informahealthcare.com/doi/abs/10.3109/08923970902902437?prevSearch=allfield%253A%2528solarino%2529&searchHistoryKey=
- http://www.alcor.org/
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