El neurocientífico metido a político

Juan Negrín ha sido una de las personalidades de la II República española peor tratadas. Según el historiador Stanley G. Payne, era el personaje “más odiado” en España al final del Guerra Civil. El bando franquista lo consideraba un “rojo traidor”, responsable del robo (el banco era una sociedad anónima, no una institución estatal) y traslado de quinientas toneladas de lingotes de oro del Banco de España a la Unión Soviética (el famoso oro de Moscú), un estafador y un encubridor del asesinato de Nin y los dirigentes del POUM; en tanto que dentro del campo republicano, una parte de sus correligionarios le echaban en cara la prolongación inútil de la guerra, los desmanes y atrocidades cometidos por anarquistas y comunistas y ser un títere de los comisarios soviéticos. Incluso gente que hablaba de él con estima, como Francisco Ayala indicaba que era “un hombre de sensualidad pantagruélica, insaciable en sus apetitos naturales que satisfacía sin inhibición ninguna” aunque también hablaba de “su poderosa y fulminante inteligencia y su energía inagotable.” El PSOE en el exilio, controlado por Indalecio Prieto, su antiguo amigo, decidió su expulsión del partido en 1946, acusándole de subordinación al Partido Comunista de España y a Moscú.

Pero Juan Negrín fue, antes que muchas otras cosas, un neurocientífico. Su padre, un comerciante grancanario acomodado, tras la realización de un brillante bachillerato,  lo había mandado a estudiar Medicina a Alemania. Comenzó la carrera a los quince años, primero en la Universidad de Kiel (1907) y dos años más tarde en la de Leipzig, vinculándose desde muy pronto a su famoso Physiologisches Institut, en aquellos momentos quizá el centro de Fisiología de más prestigio en el mundo. En los últimos años de carrera, Negrín es nombrado ayudante sustituto y, al licenciarse, ayudante numerario. En 1911, un año antes de leer la tesis doctoral escribe a Santiago Ramón y Cajal para solicitar a la Junta de Ampliación de Estudios una beca anual de 250 a 300 pesetas para continuar sus estudios. En una decisión muy española, la Junta le concede un certificado de suficiencia, que era parecido a la beca, solo que sin dinero. Pero al menos ese certificado le habilitaría para optar a una plaza en la universidad después de homologar los estudios realizados en el extranjero.

La Primera Guerra Mundial rompe su carrera académica en Alemania. Muchos de sus compañeros del Instituto en Leipzig son movilizados y él tiene que asumir parte de sus tareas en el aula y en el laboratorio. Preocupado por el bienestar de su familia ante el curso de la Guerra, abandona Leipzig de una manera algo súbita, pues deja todas sus cosas incluidas sus publicaciones científicas “pues han quedado con mi biblioteca, mobiliario, etc. en Alemania hasta que termine la guerra”, y vuelve a Las Palmas en 1915.

El 22 de febrero de 1916, solicita a la Junta para la Ampliación de Estudios una beca para continuar sus estudios en varios centros de investigación norteamericanos (Instituto Rockefeller, Universidad de Cornell en Nueva York y la Universidad de Harvard en Boston) en un proyecto científico de primer nivel. Pero esa carrera investigadora cambia su destino porque Santiago Ramón y Cajal, que está utilizando su prestigio y su tenacidad para impulsar el desarrollo científico en España, consigue que le ofrezcan la dirección de un nuevo Laboratorio de Fisiología General. Negrín acepta y el laboratorio, no teniendo otro lugar, se instala en los sótanos de la Residencia de Estudiantes en Madrid.

El nuevo grupo de investigación tenía unas condiciones muy modestas. El Laboratorio de Fisiología tenía, según el testimonio de José Puche en su exilio mexicano, unos cien metros repartidos entre las salas de demostración, los laboratorios de los investigadores, la biblioteca, y “un simpático rincón donde, después de la refacción, un grupo de amigos solíamos charlar despreocupadamente ante unas tazas de buen café preparado al uso de la Gran Canaria.” Aún así se convierte en un laboratorio de referencia donde se forman muchos investigadores españoles y extranjeros. Con objeto de mejorar la precaria situación económica, Negrín escribía con frecuencia a José Castillejo, secretario de la Junta de Ampliación de Estudios, pidiéndole ayuda para diferentes temas. En la carta fechada el 15 de abril de 1931, el día siguiente a la proclamación de la República, Negrín solicita que le retengan 600 pesetas del sueldo para distribuirlas en módulos de 150 pesetas a sus jóvenes colaboradores y discípulos Severo Ochoa, el futuro premio Nobel, Blas Cabrera, Rafael Méndez Martínez y Francisco Grande Covián. Según dice el escrito “…se trata de jóvenes médicos que llevan trabajando varios años con asiduidad y provecho en el Laboratorio. Todos han estado en el extranjero ampliando sus estudios. Ninguno ejerce la profesión médica y dedican exclusivamente sus actividades a la investigación y a la enseñanza.”

La obra científica de Negrín se inicia en Leipzig con una serie de trabajos sobre la actividad de las glándulas suprarrenales y su relación con el sistema nervioso central. Al volver a España le convalidan su licenciatura pero no la tesis por lo que estos trabajos serían, años después, el núcleo de su segunda tesis doctoral, su  tesis española. Sus estudios iban encaminados a aclarar la existencia de un control neurológico directo y exacto de los niveles de glucemia y a determinar la influencia de un mecanismo de regulación indirecta a través de los niveles de adrenalina en sangre.

Quizá por el innegable tirón de Cajal y su obra, la línea principal de investigación del grupo de fisiólogos dirigido por Negrín en Madrid fue el sistema nervioso. Sus investigaciones incluyeron estudios sobre las terminaciones nerviosas simpáticas y su regulación, los reflejos vasomotores, la integración de los sistemas endocrino y nervioso, la regulación del tono vascular, las rutas de acción de las glándulas, las “sustancias receptivas”, el análisis químico de los fluidos biológicos, las vitaminas, la dieta, la actividad muscular y los estados carenciales, diseñando y construyendo algunos aparatos de medida automática. Junto con Nicolás Achúcarro, discípulo de Cajal y que había sido becado en 1912 para trabajar en el Laboratorio Químico de la Real Clínica Psiquiátrica de Munich, inició una línea sobre el estado nutricional de las personas con alzhéimer, siendo pioneros en el estudio de esta enfermedad.

En 1922 obtiene la cátedra de Fisiología en la Universidad Central de Madrid. Tenía mala fama entre los alumnos pues era difícil aprobar su asignatura, explicaba muchas reacciones bioquímicas, que los alumnos no entendían por su nivel insuficiente de química, animaba a los alumnos a salirse de los textos usuales y a buscar la información en sus fuentes originales, animando a la consulta y a la lectura de monografías redactadas por los propios autores, algo que nunca ha sido popular. En palabras contundentes de Severo Ochoa, que fue alumno suyo, “explicaba mal” y “suspendía mucho.”

En la primavera de 1929, Negrín se afilia al PSOE. Inicia así una carrera académica que le iría apartando progresivamente de la docencia y la investigación. Dos años más tarde es elegido diputado en Cortes por las Islas Canarias. Su esfuerzo investigador se difumina porque debe combinar la gestión del Laboratorio, la cátedra en San Carlos, la Secretaría de la Facultad de Medicina dode impulsa un nuevo Plan de Estudios, el Patronato de la Ciudad Universitaria con la construcción de numerosos edificios y sus obligaciones de diputado. Sus tendencias eran moderadas y a pesar, o quizá por haberse formado en colegios religiosos, fue un firme defensor de la necesidad de implantar una educación laica en España, como paso imprescindible para hacer progresar al país. Es nombrado ministro de Hacienda en el gobierno de coalición de septiembre de 1936 presidido por Largo Caballero, cargo que acepta “por patriotismo y disciplina”. Se considera que es por ser amigo de Indalecio Prieto y por estar poco significado en las feroces rivalidades que dividían a los socialistas. Gabriel Jackson le considera un keynesiano, y el más preparado de los jefes republicanos socialistas, siendo el primer suscriptor que tuvo “The Economist” en España. El siguiente paso fue aún más impactante. Según Ayala “Con la caída de Largo Caballero, se juzgó discreto para no hacer demasiado violento el triunfo de Prieto, evitar que éste encabezara el nuevo Gabinete.” El 17 de mayo de 1937, el Presidente de la República Manuel Azaña nombraba a Juan Negrín Presidente del Gobierno.

El curso de la Guerra Civil fue un desastre, con derrota tras derrota y fuertes enfrentamientos internos en el bando republicano y sus detractores hacen responsable, entre otros, a Negrín. Creó un potente Cuerpo de Carabineros que estaba pensado no tanto para la Guerra, sino para poder ser un contrapeso al control comunista del Ejército popular y poder evitar una dictadura marxista si se ganaba la guerra. Pretendió fortalecer el poder central frente a sindicatos y anarquistas, aliándose con la burguesía y las clases medias, tratando de poner coto al movimiento revolucionario y creando una economía de guerra. Llevó a cabo una política de fortalecimiento del Ejército y del poder gubernamental, puso la industria bajo control estatal e intentó organizar la retaguardia. La organización de un gobierno central compacto, necesario para la dirección de la Guerra, causó la dimisión de los ministros nacionalistas Irujo y Ayguadé. Su obsesión fue intentar aguantar hasta el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, con la esperanza de que ello fuera el salvamento de la República. Los Acuerdos de Múnich hicieron desvanecer definitivamente toda esperanza de ayuda exterior. Según Albert Camus “Fue en España donde los hombres aprendieron que es posible tener razón y aún así sufrir la derrota. Que la fuerza puede vencer al espíritu y que hay momentos en que el coraje no tiene recompensa.

Usó su poliglotismo, hablaba francés, alemán, inglés, italiano y ruso (quiso aprender chino y árabe, “los idiomas del futuro” según él), ante la Sociedad de Naciones para conseguir una respuesta internacional en defensa de la República, sin éxito. Fue acusado de corrupto y despilfarrador, debido a su tolerancia hacia los ingentes derroches de los agentes encargados de la compra de armas y suministros en el extranjero que, por el bloqueo de las potencias europeas debían adquirir dichas armas en el mercado negro, pagando precios exorbitados y siendo víctimas de desaprensivos. La imagen de ligernza en el manejo de los fondos públicos y de su afición a los placeres fue promovida y multiplicada por sus adversarios toda su vida.

Negrín abandonó España en 1939. Inicialmente se instaló en París, donde fundó el Servicio de Evacuación de los Republicanos Españoles, principal institución encargada del traslado y radicación de los miles de españoles que se exiliaron en México. El avance alemán sobre Francia le obligó a trasladarse a Londres. Allí combinó las tareas políticas con alguna labor científica. Dio una conferencia en la British Society for the Advance of Sciencie titulada “Ciencia y Gobierno” donde defendió el compromiso del científico. También colaboró en el esfuerzo de guerra junto con J.B.S Haldane, experto en gases asfixiantes, en experimentos sobre los efectos de la presión en los organismos vivos, estudios dirigidos a valorar las condiciones de supervivencia en el interior de los submarinos y las posibilidades de escapar cuando eran hundidos, sometiéndose él mismo “a presiones atmosféricas intensas y a concentraciones altas de dióxido de carbono”, condiciones difíciles de aguantar.

Como sucede a menudo en los tiempos duros del exilio, Negrín contó con la ayuda y el apoyo de sus colegas fisiólogos. En Francia le ayudó Camil Soula, catedrático de Fisiología en Toulouse, que acogió en un antiguo parque de bomberos a muchos médicos e investigadores republicanos. En Londres fue Haldane, que tuvo un hijo luchando en las Brigadas Internacionales, quien se esforzó en conseguirle residencia y visado. En Estados Unidos fue Walter B. Cannon, catedrático de Fisiología de Harvard, que encabezó la lista, quizá por su apoyo a los republicanos españoles, de las persecuciones del senador McCarthy. Pero no fue así siempre. El caso más duro para ellos fue el Bernardo A. Houssay, catedrático de Fisiología en Buenos Aires y premio Nobel en 1947, aunque hay que recordar que el régimen peronista era el principal aliado internacional de Franco en la época. Cuando fue destituido por el general Perón, Houssay pidió perdón públicamente a los exiliados republicanos.

Las opiniones sobre Negrín han sido terribles. El anarquista Diego Abad de Santillán le llamaba “advenedizo sin moral y sin escrúpulos”, decía que tenía “el arte maquiavélico de corromper a la gente”, señalaba que “la dictadura negrinesca (…) es más absoluta que la de Hitler y la de Mussolini y le hacía responsable de “miles de millones de pesetas evaporados”. Santiago Álvarez, comunista, indicaba por el contrario, que con la sublevación  y formación de un ejército “se tuvo que reconstruir también el conjunto del aparato del Estado. Y fue Negrín quien se dedicó a la gran tarea de impedir ese hundimiento y de crear las bases económicas para que el sistema republicano, su Gobierno y su pueblo no naufragasen y fuesen derrotados en los primeros días.” Cuando murió en París en noviembre de 1956 ; Negrín un hombre tan deprimido que pidió que  nadie llevara flores a su tumba ni escribieran su nombre en la lápida. Solo lleva sus iniciales: J.N.L.

Preguntado por los resultados científicos Negrín, Francisco García Valdecasas, uno de sus discípulos, contestó lo siguiente:

Sus trabajos científicos fueron aventados. A México llegaron unos que se llamaban Valdecasas, Méndez, Perez Cirera, Castañeda, Francisco Guerra. México se benefició de los s trabajos de Negrín aumentando el prestigio y la calidad de su Universidad y de su industria. A Nueva York llego Severo Ochoa. A EE.UU. también Francisco Guerra, aun estudiante. En España quedó (avatares de la suerte) Francisco Grande (más tarde, ya catedrático de la Universidad española, se fue a EE.UU.) Antonio Gallego, José Maria Corral Saleta (el hijo del colaborador senior), José Rodríguez Delgado (que después marchó a Yale) y Francisco Garcia Valdecasas.

Es un ejemplo más del mazazo que fue la Guerra Civil para el desarrollo de la Ciencia en España pero si hubo una recuperación de los niveles científicos a finales del siglo XX fue también por el esfuerzo de varias generaciones de maestros que formaron personas para que algún día, pudieran hacer esa labor. Es cierto, la mejor obra científica de Negrín fueron sus discípulos que siguieron su magisterio con arreglo a la frase que él mismo pronunció “La ciencia debe ser cultivada con esfuerzo y el ferviente propósito de servir a la verdad. “

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