Los imbéciles de McNamara

La guerra de Vietnam iba cada vez peor. Las protestas sacudían los centros de las ciudades estadounidenses, los medios de comunicación eran críticos con los políticos responsables, el gasto militar no paraba de subir y, aunque se empeñaban en contar los cadáveres del enemigo y compararlos con las bajas propias, nada indicaba que aquel lejano conflicto fuera camino de la victoria.

La escalada generó un problema adicional: hacían falta más soldados. Desertores, objetores de conciencia, estudiantes con prórrogas y gente de dinero agazapada en las unidades de la reserva no mejoraban las cosas. Fue en esa situación cuando Robert McNamara, el secretario del departamento de defensa, lo que en España sería el ministro, que unos meses antes había dicho al presidente que la guerra de Vietnam era «imposible de ganar», puso en marcha en octubre de 1966 lo que algunos han considerado el proyecto de lucha de clases más brutal de la historia: el proyecto 100 000.

Considerado un desarrollo de la política de la Guerra contra la Pobreza del presidente Lyndon B. Johnson, un programa nacional para dar oportunidades a jóvenes pobres y con poca formación, la idea era muy sencilla: rebajar los estándares para que un muchacho fuese considerado apto para el servicio militar. Se les llamó los hombres de los Nuevos Estándares. Los reclutadores recorrieron guetos urbanos y zonas montañosas del sur, fichando a algunos jóvenes con un coeficiente intelectual inferior a lo que se consideraba legalmente una discapacidad intelectual. La puntuación mínima para aprobar el examen de cualificación para las fuerzas armadas había sido hasta entonces de 31 sobre 100. Bajo el Proyecto 100 000 de McNamara, se aceptaba a los que puntuaban por encima de 10 sobre 100 si vivían en una «zona de pobreza». En 1969, de 120 voluntarios del Cuerpo de Marines de Oakland, California, casi el 90 % obtuvo una puntuación inferior a 31; más del 70 % eran negros o mexicanos. En total, el 41% de los soldados del Proyecto 100 000 eran negros, frente al 12% en el conjunto de las fuerzas armadas.

McNamara anunció que el objetivo era librar a los pobres y desfavorecidos de Estados Unidos de, en sus palabras, «la ociosidad, la ignorancia y la apatía», dándoles la oportunidad de «ganar su parte justa de la abundancia [de Estados Unidos]» y «volver a la vida civil con habilidades y aptitudes». El programa, que se anunciaba como una forma de rehabilitación, educación y salida de la pobreza, ofrecía en realidad un billete de ida a Vietnam, donde estos hombres lucharon y murieron en un número desproporcionado. Los tan publicitados conocimientos especializados y habilidades rara vez se enseñaron. El resultado fue que jóvenes con problemas físicos, con bajo cociente intelectual, que no sabían apenas hablar inglés, con sobrepeso o un peso muy bajo, en general muchachos que antes habrían sido rechazados en las oficinas de reclutamiento, fueron admitidos. En los campamentos, a menudo fracasaban en la formación militar básica, y eran reciclados una y otra vez hasta que finalmente alcanzaban algún nivel bajo y eran declarados entrenados y listos. También se incluyó un grupo de soldados «normales», que eran utilizados como control.

El soldado Pyle de la película Full Metal Jacket

La idea es que los reclutas del proyecto volverían a la vida civil con nuevas habilidades y aptitudes que les permitirían «invertir la espiral descendente de la decadencia humana». McNamara llegó además a la conclusión de que la mejor manera de demostrar que incluir en las fuerzas armadas a los Hombres de los Nuevos Estándares era beneficioso era mantener su estatus oculto a sus mandos. En otras palabras, el Proyecto 100 000 fue un experimento a ciegas llevado a cabo con los militares en medio de la escalada de las hostilidades en el Sudeste Asiático y con miles de víctimas.

Aunque se bajaron los requisitos de ingreso en los cuerpos del ejército, no se redujeron en las escuelas técnicas militares. El resultado fue que tras la formación básica, sólo los más cualificados técnicamente pasaban a la formación avanzada y el resto acababa en áreas de «habilidades blandas», como las cocinas, el transporte, las oficinas y, lo más importante, la infantería. En los tres primeros años del programa, la mitad de los reclutas del proyecto 100 000 fueron destinados a unidades de combate. Los resultados no fueron sorprendentes: un recluta del Proyecto 100 000 que ingresó en el Cuerpo de Marines en 1968 tenía dos veces y media más probabilidades de morir en combate que sus compatriotas del acceso común. Al fin y al cabo, aquellos solían ser los que iban a primera línea de fuego. Según Myra MacPherson «estos hombres lucharon y murieron en un número desproporcionado… los hombres del ‘Moron Corps’ proporcionaron la carne de cañón necesaria para ayudar a eludir el horror político que suponía suspender las prórrogas de los estudiantes o llamar a filas a los de la Guardia Nacional o la reserva, que era un santuario para blancos».

El Proyecto 100 000, que terminó en diciembre de 1971, también fue conocido como los 100 000 de McNamara, la locura de McNamara, los imbéciles de McNamara, el Moron Corps y los inadaptados de McNamara. De hecho, fueron muchos más de 100 000. El número de soldados reclutados por el programa se calcula que fue entre 320 000 y 354 000 e incluía tanto a voluntarios como a reclutas (54% y 46%, respectivamente). El destino de aquellos muchachos fue el Ejército de EE.UU. (71%), los marines recibieron un 10%, otro 10% fue destinado a la Armada y el 9% a las Fuerzas Aéreas. Hamilton Gregory tiene un video en YouTube donde cuenta su experiencia con uno de esos muchachos, que era analfabeto, que no distinguía izquierda de derecha, no sabía atarse el calzado y no sabía que su país estaba en guerra. Cuando sus superiores le gritaban, se quedaba confuso y aterrorizado y cuando iba a las prácticas de tiro su sargento estaba convencido de que se pegaría un tiro a sí mismo o a un compañero.

Robert S. McNamara hablando con el teniente Van Buren Wake, Jr. de la U.S. First Army Division (Big Red One).

¿Y funcionó para los que no murieron? ¿Mejoraron su vida tras haber servido a su país? La respuesta es un claro no. Tras su servicio militar los soldados del proyecto 100 000 estaban peor en términos de situación laboral, logros educativos e ingresos que sus homólogos. En comparación con la población similar que no sirvió en el ejército, los veteranos tenían más probabilidades de estar desempleados, de tener un nivel educativo significativamente inferior, tenían unos ingresos medios de 5000 a 7000 dólares menos y tenían más probabilidades de haberse divorciado.

Herb DeBose, un teniente negro que sirvió en Vietnam y luego trabajó con veteranos en prisión dijo lo siguiente: «Creo que McNamara debería ser fusilado». «Le vi cuando dimitió del Banco Mundial, llorando por los niños pobres del mundo. Pero si no lloró en absoluto por ninguno de aquellos hombres que acogió bajo el Proyecto 100 000, entonces es que realmente no sabe lo que es llorar. Muchos de los que tuve a mi cargo ni siquiera estaban al nivel de quinto de primaria….. Descubrí que no sabían leer… sin habilidades antes, sin habilidades después. Se suponía que el ejército les enseñaría un oficio en algo, pero no lo hizo».

Para leer más:

  • Gregory H (2015). McNamara’s Folly: The Use of Low-IQ Troops in the Vietnam War. Infinity Publ., West Conshohocken.
  • Gregory H https://www.youtube.com/watch?v=_J2VwFDV4-g
  • MacPherson M (1995). McNamara’s ‘other’ crimes: the stories you haven’t heard. The Washington Monthly. Junio 27 (6): 28.

José Ramón Alonso

CATEDRÁTICO EN LA Universidad de Salamanca

Neurocientífico: Producción científica

ORCIDLensScopusWebofScienceScholar

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2 respuestas a «Los imbéciles de McNamara»

  1. Avatar de Un lobo en la estepa

    El Teniente Herb DeBose tiene toda la razón. Las acciones de McNamara no se han estudiado con el detalle que merecen. Económicamente hundió a los USA con una deuda que aún sigue por el gasto en armamento y todo el movimiento militar. Promovió una serie de “inventos tecnológicos” carísimos que al final no influyeron en el resultado. Posteriormente su paso por el Banco Mundial representó un endeudamiento de todos los países del III Mundo que aceptaron sus créditos.

    1. Avatar de José R. Alonso

      Hay aún más. Parece que era consciente de la toxicidad del llamado “agente naranja” que se utilizaba para desfoliar las zonas de selva y que causó enormes daños a la población civil y a los propios soldados estadounidenses. Todas las guerras son un desastre, pero algunas parece que lo son aún más. Gracias por su comentario.

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