El efecto placebo

La definición de placebo más utilizada es que es un fármaco o tratamiento que no está diseñado para tener valor terapéutico, pero eso es algo que puede quedar obsoleto porque los placebos ayudan a muchos pacientes y pueden ser herramientas útiles. El efecto placebo se estudia en medicina desde hace tiempo, en el lenguaje coloquial suele tener una connotación negativa, como si no hubiera nada real o incluso subyaciera un engaño; pero esto es erróneo: puede utilizarse de forma constructiva y responsable.

El uso de placebos en medicina clínica plantea problemas éticos, especialmente si se disfrazan de tratamiento activo, ya que introducen la deshonestidad en la relación médico-paciente y son contrarios al espíritu del consentimiento informado. Aunque antes se suponía que este engaño era necesario para que los placebos tuvieran algún efecto, se ha visto que pueden tener efectos incluso cuando el paciente es consciente de que el tratamiento no contiene un principio activo, lo que se conoce como placebos abiertos.

La medición del poder de los placebos como tratamiento clínico corrió a cargo de Henry Beecher, un anestesiólogo estadounidense pionero. En la década de 1950, llevó a cabo una serie de 15 ensayos y descubrió que el 35% de los 1.082 pacientes con diversas afecciones que tomaron el placebo experimentaron un alivio del dolor. Sin embargo, la opinión de muchos científicos cambió en 2001, cuando dos investigadores daneses, Asbjorn Hrobjartsson y Peter C. Gotzsche, publicaron un artículo en el New England Journal of Medicine en el que sostenían que los estudios de Beecher y otros habían exagerado los efectos del placebo. Identificaron un defecto en el diseño de los estudios: Muchos comparaban el placebo con el principio activo, pero no comparaban a los pacientes que habían recibido placebos con otro grupo de control que no hubiese recibido nada. Sin esos estudios era imposible saber si lo que funcionaba era el placebo o algo distinto, como la curación natural. Cuando revisaron los estudios que sí comparaban grupo placebo con grupo sin tratamiento, el efecto placebo desaparecía en gran medida.

Ello generó un interés científico sobre el poder de los placebos, las circunstancias que hacían que fueran más o menos eficaces y su posible aplicabilidad. Hay dos líneas fundamentales de pensamiento: para unos es algo predominantemente psicológico -un triunfo de la mente sobre la materia se llega a decir-, mientras que otros plantean posibles mecanismos biológicos. Los científicos descubrieron que la naloxona, un fármaco desarrollado para pacientes con sobredosis de opiáceos, previene en parte los efectos del placebo, lo que sugiere que el alivio del dolor experimentado tras tomar un placebo podría producirse, en parte, por la activación de los sistemas endógenos de opioides del sistema nervioso central. Hay pruebas experimentales de que los placebos pueden generar la liberación de neurotransmisores como las endorfinas y la dopamina. Por otro lado, cada vez son más los investigadores que sostienen que los placebos son eficaces no sólo en los ensayos farmacéuticos -su uso más habitual-, sino también en los tratamientos clínicos, prescritos para aliviar dolencias como el dolor crónico, la fatiga crónica, el asma y la depresión.

Si se administra un placebo de forma sigilosa, a escondidas, el efecto placebo desaparece. Depende, por tanto, de que el sujeto sepa que está tomando algo o haciendo algo, por lo que siempre interviene alguna ceremonia, aunque sea informal. En nuestra vida, hay ceremonias para cosas buenas y otorgar méritos, como pueden ser las graduaciones de las universidades, los matrimonios y las fiestas de cumpleaños, y también hay ceremonias para humillar, aunque no sea su objeto consciente, como las vistas judiciales. Cada ceremonia tiene un efecto psicológico, y tomar una pastilla tiene un aspecto ceremonial, como bien saben los consumidores de drogas. Mi amigo Oihán Iturbide me contó la experiencia de una clínica de desintoxicación donde una de las personas allí ingresadas le contó que se había comido los botones del calzoncillo, porque su cuerpo no solo echaba de menos la sustancia que consumía sino que le reclamaba la ceremonia de tragar la pastilla.

Un placebo nunca reducirá un tumor ni curará la malaria, pero eso no significa que no puedan ser eficaces para muchos síntomas. Los placebos parecen ser más eficaces para aliviar algunos síntomas en afecciones que a veces no tienen una causa fisiológica clara, como el dolor crónico, la fatiga crónica y el síndrome del intestino irritable. A menudo, quienes padecen estas dolencias pasan por una gran variedad de fármacos antes de unirse a algún estudio sobre placebos. Lo que parecen hacer los placebos es reducir la intensidad de algunos de sus síntomas. No es poco.

En 2014, un grupo de investigadores liderado por Jorge Fuentes realizó un interesante estudio sobre el papel de la comunicación en el tratamiento del dolor de espalda crónico. La mitad de los pacientes del estudio recibieron estimulación eléctrica leve por parte de fisioterapeutas, y la otra mitad, estimulación simulada (se prepara todo el equipo, pero nunca se activa la corriente eléctrica). El tratamiento simulado -placebo- funcionó razonablemente bien: Estos pacientes experimentaron una reducción del 25 por ciento en sus niveles de dolor. Sin embargo, los pacientes que recibieron la estimulación real obtuvieron resultados aún mejores: sus niveles de dolor disminuyeron un 46%. Así pues, el tratamiento en sí funciona.

Pero incluyeron una segunda parte muy interesante. Cada uno de estos grupos se dividió a su vez por la mitad. Una mitad sólo experimentó una conversación limitada por parte del fisioterapeuta. Con la otra mitad, los fisioterapeutas hicieron preguntas detalladas y escucharon atentamente las respuestas. Expresaron empatía por la situación de los pacientes y les ofrecieron palabras de ánimo y esperanza de mejora. Los pacientes que se sometieron a un tratamiento simulado, pero tuvieron terapeutas que se comunicaban activamente manifestaron una disminución del dolor del 55%. Se trata de un hallazgo que debería hacer reflexionar a todos los profesionales médicos: La comunicación por sí sola fue más eficaz que el tratamiento por sí solo. Los pacientes que recibieron estimulación eléctrica de fisioterapeutas comprometidos con el tratamiento fueron los claros ganadores, con una reducción del dolor del 77%.

Este tipo de estudio aporta pruebas fehacientes de lo que chamanes, brujos, místicos diversos y bastantes médicos han sabido durante milenios: una parte sustancial de la curación procede de la comunicación y la conexión con el paciente.

 

Para leer más:

  • Fuentes J, Armijo-Olivo S, Funabashi M, Miciak M, Dick B, Warren S, Rashiq S, Magee DJ, Gross DP (2014) Enhanced therapeutic alliance modulates pain intensity and muscle pain sensitivity in patients with chronic low back pain: an experimental controlled study. Phys Ther 94(4): 477-489.
  • Ofri D (2017) The Conversation Placebo. The New York Times 19 de enero. https://www.nytimes.com/2017/01/19/opinion/sunday/the-conversation-placebo.html

José Ramón Alonso

CATEDRÁTICO EN LA Universidad de Salamanca

Neurocientífico: Producción científica

ORCIDLensScopusWebofScienceScholar

BNEDialNetGredosLibrary of Congress


3 respuestas a «El efecto placebo»

  1. Avatar de inmacolgar
    inmacolgar

    ¡Gracias por el artículo! La conclusión final es muy acertada, si cambiamos de médico no es por dudar de su profesionalidad y sí porque sea brusco o poco empático.

  2. Avatar de Abogado Divorcios Express

    Muy interesante, gracias.

  3. Avatar de Josué
    Josué

    Muy interesante el artículo. ¡Gracias!. Al hilo del efecto terapéutico-placebo del trato con el paciente, recuerdo que una vez oí decir que Gregorio Marañón solía comentar que el mayor invento de la Medicina había sido la silla, porque permitía sentarse y hablar con el paciente de sus problemas. Se decía que, en su época, la gente que iba a consulta con Gregorio Marañón, médico-humanista, solía decir que iban a hablar con Gregorio Marañón. Por el contrario la gente que iba a consulta con Jiménez Díaz decían que iban a que le viera Jiménez Diaz, médico-científico. Esto del valor terapéutico de la cercanía y empatía con el paciente también lo debía de saber muy bien Oliver Sacks, según lo que uno puede leer en sus maravillosas historias clínicas.

Muchas gracias por comentar


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