El sistema nervioso autónomo consta de tres partes (SN simpático, SN parasimpático y SN entérico) y regula las funciones de nuestros órganos internos incluyendo el tubo digestivo, algunos músculos o el sistema circulatorio formado por el corazón, las arterias, las venas y los capilares. Los vasos sanguíneos son modulados por el sistema nervioso autónomo, concretamente por el simpático.
Los terminales de estas neuronas actúan sobre los músculos lisos presentes en la superficie o alrededor del vaso sanguíneo. La estimulación del sistema nervioso autónomo simpático produce la contracción de estos músculos que, a su vez, generan un estrechamiento de la luz de los vasos, un proceso que llamamos vasoconstricción.
El sistema nervioso autónomo se relaciona normalmente con funciones del tipo “lucha o huye” (“fight or flight”) en una emergencia y también, cuando no hay ningún riesgo a la vista, se encargar de otras funciones igualmente importantes como son la digestión o el reposo. La vasoconstricción es importante también para luchar contra la hemorragia ya que el cierre de los vasos impide la pérdida de sangre y para retener el calor corporal. La vasoconstricción da un color más pálido a la piel, menos sangre llega cerca de la superficie corporal y se reduce la irradiación térmica hacia el exterior. Es lo que hace nuestra piel en estas frías mañanas de enero.
El sistema nervioso autónomo funciona de forma activa pero muchos de sus procesos son involuntarios. No nos damos cuenta cuando nuestros vasos sanguíneos cambian de calibre o cuando se dilatan nuestras pupilas. Otros efectos del sistema nervioso autónomo como los cambios en la frecuencia del latido cardíaco, el ritmo de respiración, la sudoración, las ganas de orinar o la alerta sexual los podamos notar cuando se han puesto en marcha pero normalmente no son controlados de forma consciente.
Todos nos hemos fijado que cuando estamos mucho tiempo en la bañera o en la piscina, las yemas de nuestros dedos se arrugan. La explicación tradicional era que se debía a que una parte de nuestra piel, en concreto el estrato córneo de la epidermis, absorbía agua por ósmosis, pero no era una explicación muy convincente: la entrada de agua por la piel podría ser un auténtico problema, causando que las células reventaran por exceso de presión osmótica, podría ser una vía de entrada de infecciones y puesto que el agua podría salir de igual manera que entrase, podría ser una causa grave de deshidratación.
Un artículo publicado en 2011 por Mark Changizi y su grupo demostró que las arrugas de los dedos mostraban un patrón repetitivo que permitía que el agua escurriera, que saliese hacia fuera consiguiendo mejorar la acción sobre las superficies húmedas. Es algo muy parecido al dibujo de los neumáticos, algo que necesitamos para que nuestro coche muestre tracción, se agarre al asfalto mojado y no derrape. De hecho, el mismo proceso de arrugamiento se ve en las yemas de los dedos de los pies, lo que podría haber ayudado a nuestra especie a moverse con más seguridad en terrenos mojados o encharcados. A favor de que es un proceso activo controlado por el sistema nervioso y no un proceso osmótico fue la observación de que gente que ha sufrido la sección de un dedo y le ha sido reimplantado, en la etapa inicial, cuando todavía no se ha recuperado la inervación periférica, ese dedo metido en agua no se arruga.
Un estudio publicado por el grupo de Tom Smulders de la Universidad de Newcastle en la revista Biology Letters en 2013 presenta una explicación mucho más convincente: las yemas de los dedos se arrugan porque entonces son mucho más eficaces para coger y sujetar objetos mojados o sumergidos.
El encargado de generar las arrugas sería el sistema nervioso autónomo, que produciría la vasoconstricción de los vasos de las yemas de los dedos que a su vez reduciría el volumen de esa zona y eso generaría la creación de arrugas en la superficie de la yema de los dedos. Eso nos podría haber permitido recoger con más facilidad comida en días húmedos o en un pantano, o pescar en un arroyo con las manos.
En el estudio de Smulders se eligieron 20 voluntarios, de entre 21 a 34 años de edad y se les hizo manipular objetos sumergidos con dedos normales o arrugados (conseguidos sumergiendo las manos en agua a 40 ºC durante 30 minutos). Cada uno de ellos tenía que mover 45 objetos (39 canicas de cristal y 6 plomos de pesca de distintos tamaños y pesos) de un contenedor a otro. Cogía cada objeto con la mano derecha, lo pasaba a través de un orificio del tamaño de un sello a la mano izquierda y luego lo echaba por un agujero a otro contenedor. Con los dedos arrugados la transferencia de los objetos mojados duró un 12% menos de tiempo que en los voluntarios que tenían los dedos normales.
Cuando el mismo experimento se repitió con las canicas secas, los tiempos fueron prácticamente los mismos cuando los dedos estaban arrugados que cuando estaban normales, por lo que las arrugas de los dedos mejoran la transferencia de objetos mojados o sumergidos pero no empeoran la manipulación de objetos secos. Surge entonces la pregunta de por qué no tendremos siempre los dedos arrugados si funcionan mejor con los objetos húmedos y funcionan igual con los objetos secos que los dedos con superficie normal. Las explicaciones propuestas por los autores del estudio son que quizá perdamos sensibilidad somatosensorial en la punta de los dedos, una zona clave, o que los dedos arrugados tengan mayor riesgo de dañarse por el roce o el contacto con objetos rugosos o afilados.
Además de canalizar la salida de agua de las yemas de los dedos y, de esa manera evitar que la piel haga “aquaplaning” con la superficie de objetos lisos, es posible que la exposición prolongada al agua extraiga algunas de las grasas de la piel, incrementando la fricción de la piel con los objetos y aumentando la capacidad de agarre. Otra posibilidad es que la piel arrugada se extienda y forme una mayor superficie de contacto cuando los dedos tocan un objeto.
Ferdinando Galiani (1728-1787), diplomático y economista italiano indicó que “existe, en verdad, un magnetismo, o más bien una electricidad del amor, que se comunica por el solo contacto de las yemas de los dedos.” Es posible que ese contacto se facilite –qué se yo- pasando un ratito en un jacuzzi juntos.
Para leer más:
- Changizi M, Weber R, Kotecha R, Palazzo J (2011) Are wet-induced wrinkled fingers primate rain treads? Brain Behav. Evol. 77: 286–290.
- Kareklas K, Nettle D, Smulders (2013) Water-induced finger wrinkles improve handling of wet objects. Biol Lett. 9(2):20120999. doi: 10.1098/rsbl.2012.0999. http://rsbl.royalsocietypublishing.org/content/9/2/20120999.full
- http://blogs.smithsonianmag.com/science/2013/01/proven-pruney-fingers-give-you-a-better-grip/#ixzz2Ha1TGNhA
Este post participa en la XX edición del Carnaval de Biología, que hospeda Multivac42 en su blog Forestalia.
Muchas gracias por comentar