Es quizá el episodio de un ataque de pánico más famoso del que se tiene noticia. Tuvo lugar en enero de 1892 y le sucedió a un pintor que paseaba por el Ekeberg, una montaña a las afueras de Oslo. Él lo recogió así en su diario:
Iba caminando por un sendero, junto con dos amigos, el sol se ponía. De repente el cielo se volvió sangre y sentí la respiración de la tristeza. Un dolor desgarrador bajo mi corazón. Me detuve, me apoyé sobre una valla, con un cansancio de muerte. Nubes sobre el fiordo de sangre goteaban sangre apestosa. Mis amigos siguieron andado mientras yo me quedaba tembloroso, con una herida abierta en mi pecho, temblando de ansiedad. Entonces oí el enorme, infinito grito pasando a través de la naturaleza”
La pintura se llamó “El grito de la naturaleza” aunque ahora es universalmente conocida como “El grito” y es la obra más famosa del pintor noruego Edvard Munch. Quizá sería más apropiado decir “las obras” puesto que el episodio impactó tanto al artista que volvería a aquel momento una y otra vez. Terminó pintando tres cuadros (1893, 1895 y 1910) y una litografía (1895) basados en aquella experiencia así como escribiendo un poema a partir de la sensación vivida y recogida en aquella entrada del diario.
El cuadro propiedad de la Galería Nacional de Noruega, el de 1893, fue robado el 22 de febrero de 1994, el mismo día que se inauguraban los Juegos Olímpicos de invierno en Lillehammer. Los ladrones dejaron una nota que ponía “Gracias por la escasa seguridad”. Diez años más tarde la versión en témpera de 1910 fue robada a mano armada en el Munch Museum. Los dos cuadros robados fueron recobrados posteriormente. El cuadro de 1895, el único que no es propiedad de un museo noruego, se vendió en Sothebys el 2 de mayo de 2012 por 119.922.500 dólares, algo menos de 100 millones de euros, el récord de cualquier pintura con cifra confirmada.
El grito se considera una de las pinturas más conocidas de la Historia, habiendo sido denominado “la Mona Lisa del arte moderno”. La estructura es simple: un protagonista muy particular en primer plano, unas siluetas poco definidas al fondo, unos colores estridentes, una visión en picado, todo ello en medio de una atmósfera que transmite crisis personal y existencial. El protagonista de El Grito se parece a los de otros cuadros como “Tarde en la calle Karl Johann”, donde las caras pierden su personalidad, su individualidad. Sin pelo ni casi carne se transforman en algo cercano a calaveras en un mensaje visual que nos habla de soledad, de angustia, de dolor, de muerte.
Los alrededores del lugar pintado están prácticamente igual en la actualidad y el sitio desde donde se ve esa perspectiva del fiordo se denomina Utsikten (”la vista”). Allí cerca estaba el principal matadero dela ciudad y un hospital psiquiátrico donde habían encerrado a la hermana de Edvard, Laura Catherine Munch que sufría un grave trastorno bipolar.
El Grito ha sido definido como un retrato del alma, el reverso de la imagen, una visión desde la cara oculta del globo ocular que mira el paisaje. Se le considera un retrato del dilema del hombre moderno que siente en su mente ¿en su alma? la sentencia de Nietzsche “Dios ha muerto y no tenemos nada con qué sustituirle” y vive su existencia como una agonía prolongada.
La interpretación de Strindberg fue la siguiente
Un grito de miedo en el momento en que la naturaleza, enrojecida de ira, se prepara para hablar antes de la tormenta y el trueno, a las pequeñas criaturas desconcertadas que, sin parecerse a ellos en absoluto, imaginan que son dioses.
Munch decía que “todas sus obras encajaban como las páginas de un diario” y buscaba registrar en su trayectoria pictórica las experiencias que sentía en el trascurso de su vida. Pensaba que a través de esa sucesión de cuadros y emociones podría construir una verdad eterna. “Igual que Leonardo estudiaba los recovecos del cuerpo humano y diseccionaba cadáveres intento a través de ese escrutinio de uno mismo diseccionar lo que es universal en el alma humana”. Para Munch, este cuadro buscaba “el estudio del alma, es decir, el estudio de mi propio ser”. Años más tarde describía la angustia personal que se plasmaba en aquella pintura:
estuve prácticamente loco durante años. ¿Conoces mi pintura El grito? Estaba al límite, la naturaleza gritaba en mi sangre… Después de eso perdí la esperanza de poder volver a amar.
En la obra de Munch se identifican algunos trazos pinceladas que conectan El grito con otras obras. Munch, por ejemplo, usa a menudo sombras y aureolas de colores alrededor de sus figuras para expresar una atmósfera de miedo, amenaza, ansiedad o intensidad sexual. El análisis psicológico de sus obras considera que esos cuadros son reflejos de una sexualidad insatisfecha y desequilibrada, de su difícil relación consigo mismo y de un pesimismo existencial sobre el ser humano.
Edvard Munch fue un bebé enfermizo, con fiebres prolongadas y dolores de oído agudos. Su padre era un médico militar de una religiosidad extrema. Su madre murió en las navidades de 1866 de tuberculosis cuando Edvard tenía 12 años. Cuando hacía algo mal, su padre le gritaba “Mamá te está viendo” y el niño se quedaba mirando a la puerta esperando que ella apareciera. Estuvieron siempre en mala situación económica, mudándose continuamente de una casa mala en otra aún peor y su padre les trataba con violencia, golpeándoles y castigándoles con fiereza. Edvard lo contaba así:
Cuando mi padre no tenía un ataque religioso podía ser como un niño él mismo, haciéndonos rabiar y jugando con nosotros, gastando bromas y contándonos historias. Eso le hacía el doble de horrible cuando nos castigaba, saliendo de sus casillas con la intensidad de su violencia.
Edvard pasó muchos inviernos sin poder ir a la escuela por esos problemas de salud. En esas largas convalecencias, pintaba para distraerse, hacía los deberes que le llevaban sus compañeros y recibía clases particulares de su padre y su tía Karen. Karen acunaba a aquel niño que lloraba sin cesar y cuando finalmente caía dormido, se sentaba en un sillón abrazándole contra su pecho toda la noche. El primer invierno estrenó un nuevo vestido azul y cuando el invierno pasó, una zona de aquel vestido había perdido todo el color del contacto con la frente sudorosa del niño. Llevó durante años ese vestido como una prenda de amor. Su padre le instruía sobre literatura e historia y también le contaba historias de fantasmas y le leía cuentos de Edgar Allan Poe que impactaron profundamente en la mente de aquel niño impresionable. Según el mismo Edvard
Mi padre era temperamentalmente nervioso y obsesivamente religioso hasta el punto de una psiconeurosis. De él heredé las semillas de la locura. Los ángeles del miedo, el pesar y la muerte estuvieron a mi lado desde el día en que nací.
La inclusión de temas psicológicos en su pintura fue una constante en su pintura, le convirtió en una de las referencias del Simbolismo del final del siglo XIX e influyó sobre el Expresionismo alemán de comienzos del siglo XX. Algunos autores han dicho que el cielo rojo se debía a las cenizas volcánicas de la erupción del Krakatoa que tuvo lugar diez años antes pero pocos creen esa hipótesis ya que Munch no tenia ningún interés en recoger en su cuadros los cambios de la naturaleza sino las sensaciones en el interior del hombre.
Un ataque de pánico es algo que le puede suceder a cualquiera si se produen unas determinadas circunstancias. El trastorno de pánico es más complejo y constante y sucede en torno a un 3,5% de la población. Hay quien piensa que la proporción real es incluso mayor puesto que muchos afectados, especialmente hombres, no buscarían ayuda para este trastorno. Los síntomas suelen incluir respiración acelerada, dolor de pecho, sudores, sofocos o escalofríos, o que se queden dormidos los pies, las manos u otras partes del cuerpo. Aunque hay muchos aspectos poco conocidos la mayoría de los expertos consideran que el ataque de pánico es el resultado de una respuesta del tipo “huye o pelea” anormalmente alta. El torrente circulatorio estaría inundado de adrenalina, que incrementa el ritmo cardíaco y la presión sanguínea. En condiciones normales es una respuesta útil que prepara al organismo para la acción.
En el caso del ataque de pánico la respuesta es exagerada y no hay un detonante claramente identificada lo que aumenta la sensación de ansiedad y desconcierto. Los ataques de pánico tienen una duración media de veinte minutos y son un síntoma de un trastorno de ansiedad, una condición patológica en la cual el afectado experimenta unos sentimientos exacerbados de tensión, inseguridad y miedo.
Una única molécula ayuda a recuperar en la mente experiencias muy intensas como la vivida por Munch. El experimento, realizado en ratones, muestra que los que han perdido esta proteína olvidan rápidamente eventos angustiosos como los vividos por Munch mientras que los ratones normales los recuerdan durante días.
Muchos de los estudios sobre la memoria se han realizado en personas o animales con lesiones cerebrales viendo las diferencias en su capacidad de almacenar nuevos recuerdos y de recuperar esas memorias. Riccardo Brambilla y Rüdiger Klein del European Molecular Biology Laboratory y sus colegas han generado una cepa de ratones con una mutación que afecta solo a un gen, generando por así decirlo una lesión molecular. El gen estropeado codifica una proteína llamada Ras-GRF que se expresa normalmente durante el desarrollo del cerebro y se piensa que ayuda a transmitir señales que regular la división celular. Ello no obstante el cerebro de los ratones que no tienen Ras-GRF tienen un aspecto totalmente normal. El ratón sin Ras-GRF podría sentir “el grito de la naturaleza” pero lo olvidaría pronto sin dejar ese rastro de sufrimiento y creatividad que Munch experimentó.
Para leer más:
- Prideaux, S. (2009) Edvard Munch: behind the scream. Yale University Press, New Haven.