El sector audiovisual en Castilla y León, al igual que en el resto de España, está pasando en estos años su particular travesía por el desierto. A la omnipresente crisis se suma una inquietante indefinición del futuro del sector que pasa, inevitablemente y afortunadamente, por su imbricación con el mundo digital. La digitalización de la proyección en las salas de exhibición permitirá el trabajo con los nuevos soportes que implican un abaratamiento y simplificación de la producción, posibilitando la aparición y salto a la profesionalidad de esos nuevos realizadores que ahora se estrenan en YouTube. La digitalización terminará alcanzando a la cadena de distribución, de forma que el envío de las copias a las salas deje de sufrir el retraso inevitable de un traslado por mensajería. Ello permitirá una distribución instantánea a través de plataformas de intercambio de archivos por Internet. De esta forma, la piratería asociada al gusto por el acceso inmediato de aquellas producciones ya anunciadas en festivales y televisión podrá ser contrarrestada. La distribución digital también favorecerá los soportes múltiples, el mestizaje de plataformas y la comercialización internacional.
La digitalización de las salas permite afrontar nuevos proyectos. Un ejemplo son los que se vienen realizando de compaginar el cine con la ópera y otros tipos de conciertos de música, aprovechando las inmejorables condiciones acústicas de cines y teatros. Las retransmisiones deportivas o la posibilidad de ofrecer videojuegos en grupo son otras opciones que pueden ayudar a la pervivencia de unos locales a los que es necesario atraer a espectadores que bajen de los cuarenta. Y es que los jóvenes han optado por canales distintos para disfrutar su ocio. Con la proliferación de una gran variedad de dispositivos móviles, los niños, adolescentes y veinteañeros han creado el espectador multitarea, que utiliza indistintamente diversas vías para su tiempo de disfrute –más de siete horas diarias en EEUU- a través del ordenador, teléfono, televisión, tableta o pantalla de cine.
Lejos de poder corregir la realidad, las empresas culturales deben saber amoldarse a los nuevos tiempos y remar a favor de corriente. Las industrias del sector audiovisual tienen por delante un doble reto. El primero, trabajar en grupo para combatir la atomización que les impide abordar proyectos de envergadura como la generación de programas para diversos soportes: contenidos para móviles, difusión en streaming previo pago o canales de televisión por Internet. El segundo es aprovechar el inmenso potencial de los videojuegos no sólo en su aspecto lúdico sino como herramienta de aplicación en la docencia, la sanidad o para entrenamiento en la defensa o la navegación aérea, por citar algunos ejemplos. Pueden y deben aprovechar su conocimiento del medio, su experiencia, su profesionalidad, su creatividad. Al final del desierto no habrá tierras donde mane leche y miel pero sí un futuro para los que aguantaron el chaparrón y se adaptaron a los nuevos tiempos.