La regla es ésta:
dar lo absolutamente imprescindible,
obtener lo más,
nunca bajar la guardia,
meter el jab a tiempo,
no ceder,
y no pelear en corto,
no entregarse en ninguna circunstancia
ni cambiar golpes con la ceja herida;
jamás decir «te amo», en serio,
al contrincante.
Es el mejor camino
para ser eternamente desgraciado
y triunfador
sin riesgos aparentes.
Eduardo Lizalde
Como visitante de este lugar que espera la poesía de los viernes, esta vez te envío un poema, para mi precioso, que me encontré anoche leyendo a Blas de Otero, con referencias, además, a un paisaje que me es muy querido. Un abrazo.
No te despiertes. Deja
la margen izquierda del horizonte azul grana,
y asciende entre la niebla hacia el palacio apaisado de Lerma.
Siéntate. Suspira apenas. (No te despiertes).
Contémplate en el espejito de la fuente de junto a la iglesia,
y si acaso llueve o hace viento o gime un niño
únete a la cuadrilla de segadores que camina hacia Covarrubias,
con una hoz anaranjada junto a las anchas alas de sus sombreros
pajizos,
gira un poco hacia la colina
(no te despiertes), y penetra entre los juncos del Arlanza,
húmeda de rocío y desnuda de luna (no te despiertes).
Querida Macrespo
El poema es precioso. Estuve a punto de colgarlo como contribución del viernes (iba retrasado además) pero esta semana, gracias a ti, los lectores tiene dos, mucho más animado y dulce el tuyo.
Felices Pascuas y gracias por echar una mano