A tu tristeza dejo, ciudad de las guirnaldas, la soledad
entera de este viernes ingrato
a tu vil primavera la gema de los días, los tristes nacimientos
de la tierra y una plácida faz que no he vuelto a soñar
a tu río lego las centellas y las torres, las azules esquinas
de enero y la falsa ilusión
a tu inevitable destrucción, alzada y brusca, la constancia
del verso y la esperanza
a tu cuidado dejo el corazón y tantas tardes desoladas atroces
temerarias, tantas calles sin nombre, tantos besos que no
pude soñar
te dejo un tiempo despoblado y falaz, imitado de ayer
pintado de alas
no para el aire el vuelo la cometa
ni para el tierno abril ni para el sueño
sino para decir lo que dijeron
para amar lo que amaron para el precio
de tan lento vivir; que hagas bandera
de la imposible felicidad que en vano en tus recodos tanto
busqué
y a la bóveda pura de tu noche
ciudad ingrata zafia humana
a ese compadecerte que te gana
dejo un mundo a inventar, imaginado
en la esperanza verde que nunca hubo
y una puerta cerrada y un incendio
para amarte tal vez.
Ángel González Quesada