En el verano de 1991 Simon LeVay trabajaba en el Instituto Salk de Estudios Biológicos, un edificio de hormigón abierto al océano Pacífico, considerado una de las joyas de la arquitectura norteamericana y una de las locomotoras más potentes de la investigación biomédica en el mundo. El Salk, fundado por el principal promotor de la vacuna contra la polio, tenía entre sus paredes a
algunos de los investigadores más trabajadores, inteligentes y creativos del mundo, Cinco investigadores formados en el Salk han ganado el premio Nobel. Cuatro de los investigadores que están actualmente en el Salk y otros tres miembros no residentes también han ganado el Nobel.
Pero ese verano, la investigación de LeVay resonó mucho más allá de los muros abiertos del Salk y más allá también de los espacios académicos. LeVay que hasta entonces había trabajado fundamentalmente en la corteza visual de gatos donde era un investigador reputado, publicó un estudio sobre un núcleo cerebral titulado “A difference in hypothalamic structure between heterosexual and homosexual men“. Lo hizo en Science, quizá la revista científica más prestigiosa del mundo y analizaba los cerebros de 19 hombres gays (que habían muerto de SIDA), 16 hombres heterosexuales (de los cuáles 6 habían muerto de de SIDA) y seis mujeres de orientación sexual desconocida.
Este artículo señalaba que una pequeña área cerebral, el tercer núcleo intersticial del hipotálamo anterior (INAH3), tenía diferente tamaño en ambos sexos y dentro de los hombres, según la preferencia sexual. El INAH3 era 2,5 veces más grande en los hombres heterosexuales que en los homosexuales, y en estos últimos era similar al tamaño que se observaba en mujeres. Fue un bombazo: una zona del cerebro dimórfica sexualmente (entre hombres y mujeres) y dimórfica según la orientación sexual (entre hombres heterosexuales y homosexuales).
La elección del INAH3 no era casual. El INAH3 es considerado responsable del comportamiento sexual masculino típico. Contiene más células sensibles a los andrógenos (hormonas masculinas) que cualquier otra parte del cerebro. LeVay escribió que “Este resultado indica que el INAH es dimórfico en relación con la orientación sexual, al menos en el hombre y sugiere que la orientación sexual tiene un sustrato biológico”. La muestra tenía también excepciones (hombres supuestamente heterosexuales con núcleos INAH3 pequeños y hombres homosexuales con núcleos grandes), pero eso es normal en casi cualquier estudio sobre el cerebro humano. No es lo mismo trabajar con un grupo de roedores de la misma edad, el mismo peso y que han vivido siempre en las condiciones estables de un animalario que una población de sujetos humanos donde la variabilidad es mucho más alta.
Se han encontrado otras zonas cerebrales que son dimórficas, que son distintas en hombres y en mujeres. El cuerpo calloso y la comisura anterior, las cintas de axones a través del cual se comunican los dos hemisferios cerebrales son comparativamente más grandes en mujeres que en hombres. Podría explicar porque las mujeres son más conscientes de sus emociones y las ajenas que los hombres, y quizá ser el sustrato de eso que llamamos intuición femenina. LeVay también comprobó que el cuerpo calloso era más grande en los hombres homosexuales que en los heterosexuales, en paralelo con su mayor tamaño relativo en el cerebro femenino.
Hay diferencias sexuales también con la edad. Los hombres pierden tejido cerebral durante el envejecimiento antes que las mujeres y pierden más neuronas en términos absolutos. En los hombres, la pérdida está localizada en los lóbulos frontales y temporales, áreas que tienen que ver con el pensamiento y los sentimientos. La pérdida de neuronas en estas regiones podría relacionarse con irritabilidad y cambios de personalidad. Parece que los hombres tendemos, con los años, a convertirnos en viejos gruñones. En las mujeres, la pérdida es más acusada en el hipocampo y las áreas parietales. Estas regiones intervienen en la memoria y las habilidades visuoespaciales por lo que es posible que las mujeres tengan más dificultades para recordar cosas y para orientarse a medida que envejecen. Haciendo una pequeña broma, es posible que a partir de los 80 o 90 años sí conduzcan ellas peor que nosotros.
Existen también diferencias sexuales en la actividad cerebral. Las mujeres, en actividades mentales complejas, tienden a hacer uso de los dos hemisferios cerebrales mientras que los hombres usan solo el más adecuado para esta tarea determinada. Se piensa que las mujeres tendrían una mayor amplitud de visión, considerarían más aspectos de un problema al tomar una decisión mientras que los hombres matizarían menos y tomarían con más facilidad y convicción decisiones complejas, aunque quizá equivocadas. Se ha visto que hombres y mujeres se comportaban de forma diferente (comprobado estadísticamente) en actividades cognitivas como las estrategias de navegación, las habilidades visuoespaciales, la fluidez verbal, el razonamiento matemático y algunos aspectos de la personalidad como la agresividad, la competitividad, la autoestima, la tendencia a asumir riesgos, el neuroticismo, la sensibilidad emocional, la capacidad para llegar a acuerdos, el sentido moral, el interés en el sexo esporádico o en la pornografía y los celos. Es divertido en esta lista no indicar en cuáles destacan los hombres y en cuáles las mujeres aunque me temo que algunas son fáciles de adivinar.
El trabajo de LeVay fue muy criticado. Muchas de las críticas eran sobre el material empleado, los cerebros estudiados. Los de hombres homosexuales procedían de personas que habían muerto de SIDA, eran hombres jóvenes que habían sufrido una infección viral devastadora que afecta también al cerebro y, en concreto, al hipotálamo. Es posible, se dijo, que el INAH3 esté afectado no por la tendencia sexual sino por la infección viral. Los cerebros para los controles, los de hombres heterosexuales no se podía estar seguro de que esa fuera su verdadera orientación sexual y no tuvieran una homosexualidad oculta. Solo una parte de ellos habían sufrido SIDA antes de fallecer. El número de casos estudiados era bajo para su variabilidad pero es que no es nada fácil conseguir cerebros humanos para estudios neurobiológicos. Tomado todo en cuenta, LeVay hizo un trabajo serio y respetable. No ha habido muchos más estudios sobre la codificación de la preferencia sexual en el cerebro, pero quizá no está de más recordar que en estos años se dieron dos mandatos del presidente Bush hijo y el tema no era muy popular para conseguir financiación o para desarrollar una carrera científica.
El año 2008, Ivanka Savic y Peter Lindström del Instituto Karolinska de Estocolmo encontraron similitudes en los escáneres de cerebros de hombres y mujeres homosexuales y heterosexuales. Estructuras claves del cerebro involucradas en procesos como la ansiedad, la agresividad, el estado de ánimo o las emociones eran similares entre personas homosexuales (de uno u otro sexo) y los heterosexuales del sexo opuesto. En un estudio publicado en los Proceedings of the National Academy of Sciences, encontraron que los cerebros de hombres hetero y mujeres homosexuales eran asimétricos, con un hemisferio derecho ligeramente mayor. En contraste, las mujeres heterosexuales y los hombres homosexuales tenían cerebros más simétricos. En segundo lugar, siguieron con PET las conexiones de la amígdala, un centro cerebral implicado en los aspectos emocionales. Los sistemas de conectividad de la amígdala eran similares en hombres gay y mujeres heterosexuales. Savic y Lindström plantearon que esto puede estar relacionado con la mayor respuesta emocional de estos dos grupos de personas y también con la mayor frecuencia de depresión y trastornos del ánimo. Esta frecuencia es el triple en las mujeres que en los hombres y también es mayor en los hombres homosexuales que en los heterosexuales, aunque no está claro si es debido a diferencias biológicas o a aspectos culturales o sociales, como puede ser el estar afectados por la homofobia. En los hombres heterosexuales y mujeres lesbianas, la amígdala estaría mejor conectada con zonas de la corteza sensoriomotora y el estriado, lo que tendría que ver no tanto con los aspectos emocionales sino más bien con una respuesta del tipo lucha o huída.
La teoría de LeVay es que la orientación sexual es un aspecto de los factores de género que emerge de la diferenciación sexual prenatal del cerebro. Un ambiente complejo, el del útero, donde actuarían genes, hormonas sexuales y factores ambientales como el estrés marcarían un camino, una pauta, que determinaría la futura orientación sexual de ese niño o esa niña. El esquema muestra un dibujo de una rata preñada donde se ha comprobado distinto comportamiento (agresividad, conducta sexual,..) en función de si un feto está rodeado por ningún (0 M), uno (1 M) o dos (2M) fetos masculinos. El ambiente intrauterino afectaría a la posterior “personalidad” de ese animal. La idea de LeVay es que ser gay o hetero no estaría marcado en el momento de la concepción (no sería un factor genético) pero sí que estaría decidido en el momento del nacimiento. Pero la influencia no termina ahí. El cerebro sigue siendo flexible después del nacimiento. Los genes, las hormonas, los aspectos ambientales incluyendo el aprendizaje, las experiencias modulan nuestro cerebro. El planteamiento anterior que era considerar que los factores genéticos marcaban al organismo hasta la concepción o el nacimiento y que a partir de ahí actuaba el ambiente no puede ser más falso. Genes y ambiente interactúan en los procesos prenatales y postnatales, desde el primer día hasta el último de nuestra vida.
Heino Meyer-Bahlburg, un psicólogo de la Universidad de Columbia estudia la influencia de la exposición a hormonas sexuales en el desarrollo prenatal sobre el comportamiento del adulto. Estudia pacientes con trastornos endocrinos como la hiperplasia adrenal congénita, donde el feto en el útero está sometido a concentraciones excesivas de testosterona, la hormona masculina. “Las mujeres genéticas, con dos cromosomas X, expuestas a testosterona prenatalmente son muy “chicazos” de niñas. Como adultos, muestran mayores porcentajes de bisexualidad y algunas llegan a cambiar su género a hombre.”
En el caso de la transexualidad, el núcleo cerebral clave es el núcleo de la cama de la estría terminal o BSTc. Usando resonancia magnética, Antonio Guillamón y su equipo de la UNED han visto que pueden detectar cambios en la sustancia blanca en personas de sexo genético femenino que se sienten hombres. En cuatro regiones de la sustancia blanca, encontraron diferencias entre hombre y mujer y que los transexuales de mujer a hombre se asemejaban a lo que se encontraba en los hombres. En otro estudio analizaron los cerebros de 18 transexuales de hombre a mujer encontrando que la sustancia blanca en esas cuatro regiones era intermedia entre lo que se veía en hombres y en mujeres. Un estudio de 2010 encontró que el 38% de los transexuales entrevistados (121) eran conscientes de sus problemas de género a los cinco años de edad. Las diferencias biológicas en la sustancia blanca cerebral pueden ayudar a identificar a personas que se puedan beneficiar de tratamientos para el retraso de la pubertad.
LeVay, que siempre aclara que él mismo es gay, decidió cambiar de vida, dejar parcialmente la investigación y centrarse en conseguir una mayor aceptación de la sociedad sobre la homosexualidad explicando la influencia de la biología en la orientación sexual. Fue fundador y primer director del Instituto de Educación sobre Homosexuales y Lesbianas. A pesar de todo su trabajo en defensa de un sustrato biológico de la homosexualidad, en su último libro de 2010 declara algo importante con lo que estoy de acuerdo: “También creo que hay un montón de razones por las que las personas gays deberían ser aceptadas y valoradas por la sociedad incluso si ser gay se probara que no es más que una decisión personal.”
En los últimos tiempos hemos visto como el debate sobre la homosexualidad continúa en nuestras sociedades. Nuevos países aceptan el matrimonio entre personas del mismo sexo pero también vemos suicidios de adolescentes en Estados Unidos tras campañas de acoso y odio por ser gays o protestas homófobas violentas en países supuestamente europeos como Serbia. A pesar de estas noticias preocupantes creo que avanzamos hacia un futuro de mayor respeto, igualdad y en una palabra que debería ser nuestro mayor orgullo, humanidad.
Leer más:
- LeVay S. (1993) The Sexual Brain. Cambridge: MIT Press.
- LeVay S. (1996) Queer Science: The Use and Abuse of Research into Homosexuality. Cambridge: MIT Press.
- LeVay, S. (2010) Gay, straight and the reason why: the science of sexual orientation. Oxford: Oxford University Press.
- Savic I, Lindström P. (2008) PET and MRI show differences in cerebral asymmetry and functional connectivity between homo- and heterosexual subjects. Proc Natl Acad Sci U S A.105(27): 9403-9408
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