Las tres Íes

Warren Buffett es uno de los tres hombres más ricos del mundo. También es considerado uno de los más influyentes (se le ha llamado el “oráculo de Obama”), de los más austeros (aunque su fortuna personal se calcula en 37 mil millones de dólares, vive en la casa que compró en el centro de Omaha en 1958 por 31.500 dólares) y de los más generosos (el 83% de su fortuna irá a parar a la Fundación Bill y Melinda Gates para luchar contra la enfermedad en los países menos avanzados.).

Cenar con él, disfrutar de su conversación y sus ideas, se subasta al mejor postor. Este año, se alcanzó la cifra de 2,68 millones de dólares. El ganador y hasta siete amigos cenarán con Buffett en Smith & Wollensky, un magnífico restaurante de chuletones en el centro de Manhattan.

Pues bien, WB piensa que en el mundo hay tres tipos de personas (las tres Íes): innovadores, imitadores, e idiotas. Los hay en las empresas, en la Ciencia, en el gobierno. El innovador lidera, genera cambios, inspira nuevas ideas. Mohamed Yunnus innovó cuando propuso un nuevo tipo de emprendedor, alguien que tenía una idea pero no tenía un mínimo de capital, lo que se pudo abordar con los microcréditos y al mismo tiempo generó un nuevo tipo de creación de empresas, donde el interés económico era acompañado por fuerte componente social, de lucha contra la pobreza y a favor de la igualdad, la equidad y el desarrollo. En estos momentos con cifras de paro catastrófico, necesitamos más que nunca innovadores. Thomas Friedman escribía en el New York Times que se necesitaban tres cosas: “start-ups, start-ups y start-ups”. Son las nuevas empresas creadas desde la innovación, nuevos negocios que hacen la vida de la gente más sana, más productiva, más confortable o más entretenida, y que pueden vender sus productos, sus servicios, en todo el mundo. El camino para llegar a eso es claro, innovar también en la acción de gobierno, en el liderazgo político, en la responsabilidad de los representantes institucionales. Dar las herramientas a alguien para que promueva la innovación y la competitividad, para que de verdad vayamos a una nueva economía no basada en el ladrillo. Y para eso hay que reducir los impuestos a las nuevas empresas, simplificar las normativas y regulaciones y apostar, de verdad, por el I+D.

Hemos tenido demasiados “imitadores”. Hay demasiadas pocas muestras a nivel mundial de la tecnología española, del diseño español, de la innovación española. Por eso nuestras empresas seguían y siguen pagando “royalties” por los productos más sencillos. Era más fácil comprar una patente extranjera e “imitar” que generar tu propia línea. ¿Y del tercer grupo? De ese, como en el chiste, ni hablamos.

José Ramón Alonso

CATEDRÁTICO EN LA Universidad de Salamanca

Neurocientífico: Producción científica

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