Llevo tiempo postulando que los centros de enseñanza secundaria se abran a la investigación, pero no simplemente para que vayamos los investigadores a contar cosas sino para que ellos mismos se conviertan en actores principales de esa investigación: el profesorado es excelente, en muchos casos no hacen falta más medios de los ya disponibles y realmente necesitamos esos resultados.
El tema que quiero plantear hoy es muy sencillo: la hora de comienzo de las clases. Empecemos por la pregunta más básica de un curso de pensamiento crítico: ¿por qué lo hacemos así?¿por qué empezamos a esa hora? Me temo que las respuestas no son satisfactorias: porque siempre se ha hecho así, porque así viene marcado por la dirección, por el gobierno autónomo… Son argumentos bastante débiles y todos deberíamos estar de acuerdo en que el objetivo debería ser empezar a la hora que redunde en un mejor desarrollo del proceso educativo y lo más sencillo sería aplicar el método científico y probar cómo son los resultados a diferentes horas de comienzo de las clases.
Las personas tenemos cronotipos diferentes; es decir, no todos somos iguales y hay quién es de hábitos nocturnos y quiénes son más madrugadores. Un 10% de las personas son madrugadoras y les cuesta mantenerse despiertos cuando llega la hora a la que se acuestan normalmente; otro 20% son nocturnos, se sienten mejor trasnochando, y les cuesta levantarse por la mañana; y el resto de la gente está entre medias.
Los niños pequeños tienen cronotipos tempranos (para la desesperación de muchos padres que querrían dormir más el fin de semana) y se va retrasando según van creciendo. En la pubertad y la adolescencia se convierten en “aves nocturnas” (nuevamente con poca alegría por parte de los padres pues nos ponemos nerviosos viendo que se quedan pegados al ordenador o viendo la tele cuando nosotros nos caemos de sueño y luego no hay quien les levante por la mañana). Alrededor de los veinte años de edad se produce una nueva aproximación del cronotipo a la media y se estabiliza para el resto de la vida. Se ha dicho que este cambio en los patrones de sueño, en el cronotipo, es el primer síntoma biológico del fin de la adolescencia.
Los adolescentes de hoy en día se enfrentan a un problema de salud crónico generalizado: la privación del sueño. Aunque la sociedad a menudo ve el sueño como un lujo que las personas ambiciosas o activas no se pueden permitir, la investigación muestra que dormir lo suficiente es una necesidad biológica, tan importante para la buena salud como comer bien o hacer ejercicio. Los adolescentes se encuentran entre los que tienen menos probabilidades de dormir lo suficiente; mientras que necesitan un promedio de 9 1/4 horas de sueño por noche para un rendimiento óptimo, un buen estado de salud y un correcto desarrollo cerebral, los adolescentes duermen de promedio menos de 7 horas por noche de día laboral al finalizar la escuela secundaria, y la mayoría dicen que se sienten cansados durante el día. Las raíces del problema incluyen malos hábitos de sueño en los adolescentes que no permiten suficientes horas de sueño de calidad; horarios con muchas actividades y trabajos después de las clases, tareas y obligaciones familiares; y un choque entre las demandas sociales, como los tiempos de inicio de la escuela y los cambios biológicos que ponen a la mayoría de los adolescentes en un reloj de sueño-vigilia posterior. Como resultado, cuando llega la hora de levantarse para ir al instituto, el cerebro del adolescente dice que aún es la mitad de la noche y que ha dormido demasiado poco para sentirse descansado y alerta.
Las consecuencias de la privación del sueño durante la adolescencia son particularmente graves. Los Centros de Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (Centers for Disease Control and Prevention) y la Academia Americana de Pediatría han afirmado que los comienzos tempranos del horario escolar están asociados con mayores riesgos de obesidad, depresión, consumo de drogas, así como un mal rendimiento académico. Su recomendación de que los centros de secundaria no empiecen anes de las 8:30 ha sido apoyada por la American Medical Association (2016). Los adolescentes pasan una gran parte de cada día en el centro de enseñanza; sin embargo, no aprovechan las oportunidades de aprendizaje que ofrece el sistema educativo, ya que la falta de sueño afecta a su capacidad para mantenerse alerta, para prestar atención, para resolver problemas, sobrellevar el estrés y retener información. Pocos años más tarde los estudiantes universitarios que no duermen lo suficiente noche tras noche tienen un riesgo significativo de conducir con sueño; y de sufrir problemas emocionales y de comportamiento tales como irritabilidad, depresión, bajo control de impulsos y arrebatos de violencia; problemas de salud; consumo de tabaco y alcohol; deterioro de la función cognitiva y fallos en la toma de decisiones; y menor rendimiento general en todo, desde el ámbito académico hasta el deportivo.
Si bien muchos estudios han demostrado los beneficios de comenzar la escuela más tarde, incluida una mejor asistencia de los estudiantes, puntajes más altos en los exámenes y una mayor duración de las horas de sueño, pocos han utilizado horarios de inicio posteriores a las 9 de la mañana. Un estudio por Kelley y colaboradores presenta las resultados tras la implementación en una escuela de las diez de la mañana como hora de inicio para estudiantes de 13-16 años. Se llevó a cabo un estudio observacional durante cuatro años utilizando un diseño de antes-después-antes en una escuela secundaria pública en Inglaterra.
Los horarios de inicio de clases se cambiaron de las 9 menos diez en el año de estudio 0 a las 10 en los años 1 y 2, y luego de vuelta a las 9 menos diez en el año 3. Se hicieron medidas de la salud de todos los alumnos, valorando las faltas de asistencia por enfermedad y el rendimiento académico, utilizando como datos los resultados en los exámenes nacionales. El principal resultado fue que la implementación de un comienzo de las clases a las 10 generó una disminución en las faltas de asistencia por enfermedad del estudiante después de dos años de más del 50%. La vuelta a un inicio a las 8:50 am revirtió esta mejora, lo que llevó a un aumento de las ausencias por enfermedad del 30%. Ambas diferencias mostraron significación estadística. Con respecto al rendimiento académico, el comienzo a las 10:00 a.m. se asoció con un aumento del 12% en el valor agregado de estudiantes que lograron un buen progreso académico (en exámenes nacionales estándar) que fue significativo (<.0005) y equivalente al 20% de la referencia nacional.
Estos resultados muestran que cambiar a un horario de inicio de la escuela secundaria de 10:00 a.m. puede reducir en gran medida las faltas de asistencia por enfermedad y mejorar el rendimiento académico. Implementar horarios de inicio escolar más tarde de las 8:30 a.m., que pueden abordar el retraso circadiano en los ritmos del sueño de los adolescentes de manera más efectiva para los cronotipos nocturnos, parece tener pocos costes y beneficios sustanciales.
Para leer más:
- Kelley P, Lockley SW, Kelley J, Evans M (2017) Is 8:30 a.m. still too early to start school? A 10:00 a.m. school start time improves health and performance of students aged 13-16. Font Human Neurosci doi: 10.3389/fnhum.2017.00588
- https://sleepfoundation.org/sleep-news/backgrounder-later-school-start-times
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