La mirada del autor: Juan Fueyo sobre “Exilios y Odiseas”

José Ramón te agradezco la invitación para que comente sobre como llegué a la conclusión de que debía escribir un libro sobre Severo Ochoa. También me gustaría exponer las razones por las que pienso que mi novela divulga aspectos poco conocidos de la vida y los descubrimientos del genio de Luarca.

Hace más de diez años llegué a la conclusión de que no había muchas biografías de Severo Ochoa, y que en mi opinión debería haber más. Pensé que ser como Severo asturiano e investigador en Estados Unidos, aunque no fuesen argumentos contundentes, al menos circunstancialmente justificaban mi ambición.

Comencé escribiendo tres artículos, que contenían el esqueleto del libro que tenía pensado, para un periódico de Asturias. En ellos mostraba mi fascinación por la vida de Severo: un miembro de la élite científica, alumno predilecto de Negrín, el catedrático de fisiología que llegaría a ser Presidente de la República. Además, el asturiano se codeaba con la crema intelectual española, ya que vivió en la Residencia de Estudiantes de Madrid donde residieron Dalí, Buñuel y Lorca y muchísimos otros artistas, científicos y políticos. Y por si todo esto fuera poco, Severo había llegado a conseguir lo imposible: el premio Nobel de Medicina, y tal y como describían sus biografías no había sido una empresa fácil, pues su triunfo había llegado después de escapar de la Guerra Civil y de la Segunda Guerra Mundial. Para complementar su carrera profesional, comentaba en los artículos su relación con su mujer, miembro como él de una familia adinerada de indianos, que en la década de los 30 jugaba a tenis, cuando poquísimas mujeres practicaban deporte, y con la que después de casarse en Covadonga, una basílica prácticamente reservada a la aristocracia del momento, compartiría toda su vida. En fin, mi biografía, cuyo título sería Exilios y Odiseas, iba a ser un panegírico sobre el gran hombre, es decir: un trabajo en la línea de los ya publicados, quizá con alguna pequeña actualización o una variación en la interpretación de algunos hechos; pero fuera de eso, más de lo mismo.

Los artículos, por esas cosas de la vida, no fueron nunca publicados, pero eso no consiguió mermar mi interés por escribir la biografía. Con el paso de los años, la información que iba recopilando sobre Severo llenó cajones y documentos virtuales en el desktop de varios ordenadores. Era un tipo de investigación que, como tú sabes bien, aunque es diferente del tema que me ocupa profesionalmente (el desarrollo de nuevos tratamientos para tumores cerebrales malignos), no difería mucho en la metodología, la recopilación metódica y la meticulosa examinación de bibliografía en varios idiomas. Fue durante estas pesquisas que hará más o menos cinco años me tropecé con dos frases que cambiaron completamente la orientación que iba a tener el libro.

La primera sorpresa fue una frase de Arthur Kornberg, quien compartió el Nobel con Severo. En el homenaje que The New York Times dedicó al español cuando falleció, Kornberg mencionaba que quizá debería re-redactarse el motivo por el que le había sido otorgado el Nobel al asturiano. La frase se instaló inmediatamente en mi memoria. Kornberg había sido alumno de Severo y descubierto la síntesis del ADN y por ello le habían dado el Nobel junto a su maestro. El premio según la organización sueca era para la síntesis de ácidos nucleicos. ¿Por qué debería editarse la justificación? ¿Acaso no habían sido Severo y Kornberg quienes habían hecho estos descubrimientos? Una cosa estaba clara, Kornberg tenía que saber de qué hablaba y además debía ser un asunto importante, porque se atrevía a mencionarlo en el mayor escaparate de la prensa americana. Era extraño, porque Kornberg debía de haber sido contactado para que alabase a su colega, que acababa de fallecer, y no para sembrar dudas sobre la oportunidad de su Nobel.

La otra frase que me llevó a reflexionar más sobre el tema fue un comentario de Severo. El genio español venía a decir que su investigación había sido más importante después del Nobel. ¿Cómo era posible que un Premio Nobel hablase así? Normalmente, el Premio se otorga al trabajo más importante, a aquel que constituye el cenit de una carrera, ¿por qué entonces Severo hablaba así? Cuando puse las dos informaciones juntas concluí que, a pesar de todos aquellos años, algo importante, quizá crucial, se me había escapado.

Una vez sabía lo que buscaba no tardé en encontrarlo. Me gustara o no, Severo había ganado el Nobel por error. Por motivos ajenos a su voluntad, Severo se encontró con una enzima que parecía sintetizar ARN en el laboratorio. Pocos meses después, Kornberg encontró la enzima que sintetizaba ADN y por primera vez en la historia de la biología cualquier laboratorio podía trabajar con ADN y ARN. Los dos descubrimientos juntos fueron considerados tan importantes que Severo y Kornberg ganaron el Nobel antes incluso que Watson y Crick, quienes habían descubierto la estructura del ADN.

Severo y Arthur recibieron el Nobel muy pronto, sobre todo para los estándares de la Academia Sueca. No debió haber sido así, Suecia debió tener paciencia y esperar. Porque un año después del viaje de Severo y Kornberg a Estocolmo, otros investigadores demostraron que la enzima descubierta por el español no sintetizaba ARN, y que por lo tanto nunca deberían haberle otorgado el Nobel. Las evidencias en este sentido fueron numerosas y concluyentes, pero los suecos no rectificaron, y eso hizo que los detalles de la información sobre este Nobel no transcendieran al público general.

Por otro lado, que Severo pensase que su trabajo había sido más importante después del Nobel, sugería que el de Luarca había seguido haciendo investigación de alto nivel después del error sueco. Y así fue, de hecho, su enzima fue esencial para poder realizar otro descubrimiento: descifrar el código genético, es decir, entender como el ARN codifica la síntesis de proteínas. Este avance, de dimensiones ingentes, fue premiado con el Nobel en 1968. A pesar de que Severo fue un científico esencial para iniciar y mantener la carrera hacia la conquista del código genético, no fue incluido en la tríada final de investigadores premiados en Estocolmo. Esto parece desde muchos puntos de vista, una injusticia. Resulta imposible pensar que Severo no fuese nominado, tuvo que haberlo sido y descartado después, quizá sustituido por otro. Ha de ser así, porque sin los descubrimientos del genio de Luarca no se hubiese podido descifrar el código genético tan rápido como se hizo.

Es por supuesto tremendamente importante saber si fue o no nominado para el Nobel de 1968, primero porque él se lo merecía y segundo porque la lista de Premios Nobel españoles es demasiado corta. También sería importante conocer los detalles que llevaron a la decisión de excluirle del grupo de ganadores. Por el momento, esa información no es accesible debido a que la organización del Nobel mantiene secretas las deliberaciones sobre los premios durante cincuenta años. Eso quiere decir, que estos documentos, acabada la “cuarentena”, se harán públicos el año que viene.

Ahora, la editorial Milenio acaba de publicar mi novela basada en la vida de Severo Ochoa. Mantuve el título inicial, pero añadí un subtítulo. Exilios y Odiseas: la historia secreta de Severo Ochoa. Espero que la novela contribuya a volver a traer a la actualidad la figura del genio español, un personaje clave de la historia de la ciencia, y del que cuanto más se hable, mejor. El formato de novela Exilios me ha permitido relatar con más libertad los entresijos sentimentales y emocionales del personaje y diseñar muchos capítulos como si se tratase de un thriller, una novela de misterio con giros inesperados de la trama y un final sorprendente.

Gracias otra vez por dejarme asomar a esta ventana que mantienes abierta con tanto esfuerzo personal y por donde entra una luz tan personal, amable y diáfana.

José Ramón Alonso

CATEDRÁTICO EN LA Universidad de Salamanca

Neurocientífico: Producción científica

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