La felicidad de un buen libro

INNOVADORES_1_Me encanta el olor de un libro nuevo, el tacto de un buen papel, sobre todo la conversación con un librero amigo que comparte contigo un criterio y te señala alguna perla entre la maraña de novedades, pero parece que, los que pensamos así, somos unos dinosaurios caminando inexorablemente hacia la extinción. Según ha informado la Asociación Americana de Editores las ventas de libros electrónicos han aumentado un 193% durante los meses de enero a agosto de 2010 en relación con el mismo período del año anterior, alcanzando un 10% del total, sin contar los libros de texto, frente al 3,3% del año 2009. No es una buena noticia para las librerías tradicionales. Las dos cadenas de librerías más grandes del mundo, Barnes & Noble y Borders han visto una caída en sus ingresos. Amazon ya vende más libros digitales que en papel. Barnes & Noble y FNAC han decidido sacar su propio lector electrónico. Los editores han pedido al gobierno español que reduzca el IVA de la descarga digital de un libro electrónico (18%) al actualmente privilegiado 4% de los libros en papel. Las sociedades gestoras de derecho de autor recomiendan a los autores la firma de dos contratos, uno para la edición en papel y otro para la electrónica. El mundo está cambiando pero hay también cosas interesantes en el horizonte. Será mucho más fácil la aparición de microeditoriales con un fondo enorme y sin almacén, la autoedición por los autores, el diálogo entre escritor y lector, la intertextualidad. Y también habrá viejos y nuevos problemas. He comprado libros en algún país, que al empezar a leerlo me he dado cuenta de que en realidad, era una obra fotocopiada, cuya tapa era otra fotocopia en color levemente plastificada. Los llaman libros “truchos” o falsos. La piratería, el robo del fruto del trabajo, de los derechos de autor, los saqueos de las editoriales son mucho más fáciles en el mundo digital. Además, los más perjudicados no serán los autores de “best sellers”, cuya venta derivó definitivamente a los supermercados, sino los editores valientes, los autores noveles, las tiradas que están un difícil equilibrio entre rentabilidad y riesgo y que salen adelante por las personas que aman la cultura. Alfonso X, al que quizá llamábamos el Sabio porque sabía leer y escribir, definió la felicidad como “buenos vinos, buenos libros, buenos amigos”. Sería una pena que por un motivo u otro perdiéramos algo que no deja de ser un elemento clave de ese derecho constitucional en algún país, la búsqueda de la felicidad. Que perdiéramos el disfrute de un buen libro.

José Ramón Alonso

CATEDRÁTICO EN LA Universidad de Salamanca

Neurocientífico: Producción científica

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