La corteza cerebral recoge la información sensorial que llega a la piel y también da órdenes a todos los músculos voluntarios del cuerpo. El estudio de estas conexiones ha dado lugar a unas representaciones tridimensionales que se denominan homúnculos, un término latino que significa «hombrecitos».
Hay dos tipos principales de homúnculos: homúnculos sensoriales, que ejemplifican la extensión de corteza cerebral dedicada a recoger la información de cada zona de la piel (aferencias somatosensitivas) y homúnculos motores, que hacen lo mismo con las zonas de la corteza dedicadas a la inervación muscular. En ambos casos, el resultado es una figura deforme pues hay partes del cuerpo, como las manos -en particular los dedos- o la boca -en particular los labios y la lengua-, que tienen una gran cantidad de receptores de sensaciones o que necesitan un control motor sofisticado pues tienen muchos músculos que necesitan instrucciones finas y precisas, lo que requiere en ambos casos dedicar amplias zonas de la corteza cerebral. Por el contrario, otras partes de nuestro cuerpo, como la espalda o las piernas, recogen muy poca información sensorial y reciben órdenes motoras poco sofisticadas, por lo que su representación en el homúnculo es muy reducida frente a su gran tamaño. Como las neuronas de la corteza están organizadas en columnas funcionales de distribución bastante homogénea, cuánto mayor es el área dedicada a una función, mayor es el número de columnas y mayor también su poder de computación.
Wilder Penfield, un neurocirujano canadiense, fue el primero que construyó los homúnculos mientras buscaba la localización de focos epilépticos en pacientes, para destruirlos o aislarlos quirúrgicamente. Los pacientes con epilepsia estaban con anestesia local y la cabeza abierta mientras Penfield hablaba con ellos, iba estimulando con un electrodo la corteza somatosensitiva y les preguntaba qué sentían y dónde. Ahora se complementa con técnicas de neuroimagen como la resonancia magnética funcional o la tomografía de emisión de positrones.
Hay un truco para distinguir el homúnculo motor y el sensorial: fijarse en los genitales. Normalmente son masculinos y el pene es una zona con bastantes terminaciones sensoriales pero donde, salvo Julio Iglesias quizá, no podemos hacer movimientos voluntarios. El homúnculo motor es un eunuco mientras que el homúnculo sensorial es, en comparación con la zona corporal a su alrededor, y a pesar de la cobardía de algunos museos de la ciencia, un “superdotado”.
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