La idea original parece que surge en un relato corto del escritor húngaro Frigyes Karinthy titulado Eslabones de una Cadena e incluido en su libro Todo es Diferente (1929).
En este texto un grupo de personas practica un juego en el que intentan conectar a cualquier persona del mundo con una cadena de otras cinco. La propuesta encajaba en el optimismo de los felices años 20 del pasado siglo en el que se pensaba que, gracias a los avances tecnológicos en las comunicaciones y los transportes, las redes de amistad podrían crecer y abarcar mayores distancias en menos tiempo. En particular, Karinthy creía que el mundo moderno se «encogía» debido a una conexión cada vez mayor entre los seres humanos y afirmaba que, a pesar de las grandes distancias físicas entre los individuos del planeta, la creciente densidad de las redes humanas hacía que la distancia social real fuese, en realidad, mucho menor.
La idea de los seis grados de separación ha tenido dos vidas paralelas, por un lado en el mundo de las artes, con obras de teatro, cine y televisión, y por otro, en el ámbito de la ciencia, dentro de la Psicología social. En 1967, el psicólogo Stanley Milgram realizó un experimento conocido como el «problema del Mundo Pequeño» (Small World Problem) y lo publicó en la revista de divulgación científica Psychology Today y, en una versión más seria, en Sociometry, dos años después.
Este experimento surgió del deseo de aprender más sobre la probabilidad real de que dos personas seleccionadas al azar se conocieran entre sí. Una visión alternativa del problema es imaginar a la población como una red social e intentar encontrar la longitud media o mínima del camino entre dos nodos cualesquiera.
Aunque el experimento pasó por varias posibilidades, Milgram escogió a individuos de las ciudades estadounidenses de Omaha, en Nebraska, y Wichita, en Kansas, para que fueran los puntos de partida y Boston, Massachusetts, para que fuera el destino final de una cadena de correspondencia. Estas ciudades fueron seleccionadas porque se pensaba que representaban una gran distancia de Boston, tanto social como geográficamente.
Al recibir la invitación para participar, se preguntaba al destinatario si conocía personalmente a la persona de contacto descrita en la carta. En caso afirmativo, la persona debía enviar la carta directamente a esa persona. Para los propósitos de este estudio, conocer a alguien «personalmente» se definió como tratarlo por su nombre de pila. En el caso más probable de que la persona no conociera personalmente a la persona diana, entonces el remitente debía pensar en alguien que tuviera más probabilidades de conocer al objetivo. Se le indicaba entonces que añadiera su nombre en la lista y que enviara el paquete a esa persona. Al mismo tiempo debía remitir una de las postales a los investigadores de Harvard para que pudieran seguir la progresión de la cadena.
A cada destinatario se le dieron unos pocos detalles sobre el objetivo, como su nombre y profesión.
Los investigadores utilizaron las postales para examinar cualitativamente los tipos de cadenas que se crean. Generalmente, el paquete alcanzaba rápidamente una proximidad geográfica cercana, pero revoloteaba alrededor del objetivo hasta que encontraba, casi al azar, su círculo interno. Esto sugiere que los participantes priorizaron la localidad de residencia para elegir a una persona apropiada como paso siguiente en la cadena y luego era casi un tema de suerte.
A veces el paquete llegaba al objetivo en tan sólo uno o dos saltos, mientras que algunas cadenas se componían de nueve o diez eslabones. Sin embargo, un problema importante era que a menudo la siguiente persona en la lista rehusaba participar en el experimento y el paquete nunca llegaba a su destino.
En 2003, la Universidad de Columbia llevó a cabo un experimento análogo sobre la conexión social aprovechando los usuarios de correo electrónico.
En 2008, Microsoft anunció que había comprobado la teoría de los seis grados de separación. Para ello, analizaron 255 000 millones de mensajes electrónicos escritos en Messenger durante junio de 2006 por 240 millones de personas de diferentes países y llegaron a la conclusión de que dos desconocidos estaban, de media, a 6,6 mensajes de distancia.
La enorme expansión de las redes sociales cibernéticas han disminuido el número de nodos. Un estudio realizado en Facebook mostraba que en solo tres años, de 2008 a 2011, el número de nodos había disminuido de 5,28 a 4,74, un proceso que probablemente se ha incrementado en los últimos años. Los investigadores vieron que el 99,6 por ciento de todas las parejas de usuarios están conectados por caminos de cinco grados (seis saltos), el 92 por ciento están conectados por sólo cuatro grados (cinco saltos) pero que dentro del mismo país la mayoría se conectaba en tres grados (cuatro saltos) o menos.
Estos estudios tienen más utilidad de lo que a veces se piensa. Normalmente, se supone que la topología de las conexiones es completamente regular o completamente aleatoria. Pero muchas redes biológicas, tecnológicas y sociales se sitúan en algún lugar entre estos dos extremos. Hay modelos sencillos de redes que pueden ajustarse a través de este término medio: redes regulares “recableadas” para introducir cantidades crecientes de desorden. Las han llamado redes de “mundo pequeño”, por analogía con el fenómeno que estamos mencionando, conocido popularmente como seis grados de separación.
Un ejemplo de esto último se ha aplicado a las relaciones sexuales en un estudio publicado en la revista Nature (Liljeros et al., 2001). Los investigadores creen que su enfoque pone de manifiesto cómo las campañas de salud sexual podrían ser mucho más eficaces si se dirigieran específicamente a los más promiscuos de una comunidad,
Liljeros y sus colegas de la Universidad de Estocolmo analizaron la «red del pequeño mundo» de relaciones sexuales dentro de una comunidad sueca. Para evaluar el número de relaciones sexuales necesarias para conectar a dos personas, los investigadores estudiaron los datos de una encuesta sobre la vida sexual de 2810 personas. Al comprobar cuántas parejas sexuales tenía cada persona en un año, pudieron estimar el número de parejas sexuales necesarias para vincular a dos personas «podía ser mucho menos de seis».
Amaral dice que esto se debe a que algunas personas tienen un número muy alto de relaciones sexuales. «Si tienes en tu círculo íntimo a alguien que tiene cientos de parejas, hay una buena posibilidad de que esté en contacto con alguien que tenga una enfermedad de transmisión sexual» y tengas una probabilidad de contagio. Es necesario conocer mejor los tipos de personas que tienen más probabilidades de tener un gran número de parejas, dice Amaral, para que los médicos de familia puedan identificarlos y educarlos antes de que se vuelvan promiscuos.
Para leer más:
- Liljeros F, Edling CR, Amaral LA, Stanley HE, Aberg Y (2001) The web of human sexual contacts. Nature 411(6840): 907-908.
- Milgram S (1967) The Small World Problem. Psychology Today. 2: 60–67.
- Smith D (2008) Proof! Just six degrees of separation between us. The Guardian https://www.theguardian.com/technology/2008/aug/03/internet.email
- Travers J, Milgram S (1969) An Experimental Study of the Small World Problem. Sociometry 32: 425–443.
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Watts DJ, Strogatz SH (1998) Collective dynamics of ‘small-world’ networks. Nature 393: 440–442.
Una respuesta a «El mundo es un pañuelo, a veces un poco sucio»
[…] que llamamos mente, y no me canso de aprender del prodigioso científico José Ramón Alonso, cuyo recomendabilísimo blog es fuente de sabiduría y […]