El diagnóstico, que es frecuentemente duro para los padres, es realmente un punto de partida y permite poner en marcha estrategias terapéuticas, que es lo que conocemos como atención temprana. Debemos también plantearnos hacer una atención temprana preventiva que permita abordar déficits iniciales en un momento donde la capacidad plástica del cerebro es máxima.
Los ensayos clínicos aleatorios anteriores sobre los efectos de la atención temprana no habían establecido con claridad los efectos de la intervención tras la aparición de los primeros síntomas del TEA, en particular en la llegada a un diagnóstico de TEA. Uno de los problemas era la gran heterogeneidad en la intensidad y estrategias de la atención terapéutica que sumada a la propia diversidad de los niños dificultaba establecer grupos fácilmente comparables.
En 2021 Whitehouse et al. han publicado en la revista JAMA Pediatrics un estudio en el que han cuantificado el impacto que la atención temprana tiene en el desarrollo posterior de los niños y, en particular, en los síntomas de autismo y en la confirmación del diagnóstico.La intervención elegida es la llamada iBASIS-Video Interaction to Promote Positive Parenting (iBASIS- VIPP) que utiliza técnicas de retroalimentación de vídeo para aumentar la conciencia del cuidador sobre la comunicación social individual del bebé y guía las respuestas del cuidador para construir la interacción social entre ambos.
Un estudio piloto inicial había determinado que la intervención iBASIS-VIPP era aceptable para los padres y los bebés. Un ensayo clínico aleatorio de 54 bebés con una mayor probabilidad familiar de TEA (basada en tener un hermano mayor con TEA) descubrió que la recepción de la intervención iBASIS-VIPP a partir de los 9 meses de edad conducía a una reducción significativa de la gravedad de los síntomas emergentes de TEA durante el período previo, hasta los 3 años. Sin embargo, este ensayo clínico aleatorio inicial no tenía la potencia suficiente para medir los efectos del tratamiento en el diagnóstico categórico de TEA, por lo que la importancia clínica de este hallazgo seguía siendo poco clara.
Los bebés fueron asignados al azar en una proporción de 1:1 para recibir o una intervención preventiva más atención habitual o sólo atención habitual durante un período de 5 meses. El grupo de intervención preventiva recibió una intervención de comunicación social de 10 sesiones con iBASIS-VIPP. La atención habitual consistió en los servicios básicos prestados por sus pediatras y médicos de familia.
Los bebés fueron evaluados al inicio (edad aproximada, 12 meses), al final del tratamiento (edad aproximada, 18 meses), a los 2 años y a los 3 años. El resultado principal fue la medida ciega combinada de la gravedad del TEA (usando la Escala de Observación del Autismo para Bebés y el Programa de Observación Diagnóstica del Autismo, SACS-R segunda edición) en los cuatro tiempos de evaluación.
De 171 bebés evaluados para la elegibilidad, 104 fueron seleccionados y aleatorizados; 50 bebés (edad cronológica media 12,40 meses; de los cuales 38 eran niños [76,0%]) recibieron la intervención preventiva iBASIS-VIPP más la atención habitual (1 bebé fue excluido después de la aleatorización), y 53 bebés (edad media 12,38 meses; 32 de ellos niños [60,4%]) recibieron sólo la atención habitual. Un total de 89 participantes (45 en el grupo iBASIS-VIPP y 44 en el grupo de atención habitual) fueron reevaluados a la edad de 3 años. La intervención iBASIS-VIPP condujo a una reducción de la gravedad de los síntomas de TEA (área entre curvas, -5,53; IC del 95%, -∞ a -0,28; P = 0,04). Se encontró una reducción de las probabilidades de clasificación de TEA a la edad de 3 años en el grupo iBASIS-VIPP (3 de 45 participantes [6,7%]) frente al grupo de atención habitual (9 de 44 participantes [20,5%]; odds ratio, 0,18; IC del 95%, 0-0,68; p = 0,02). También se observaron mejoras en la capacidad de respuesta de los cuidadores y en los resultados del lenguaje en el grupo de iBASIS-VIPP.
En conclusión, la recepción de una intervención preventiva para el TEA a partir de los 9 meses de edad entre una muestra de bebés que mostraban signos tempranos de TEA condujo a una reducción de la gravedad de los síntomas del TEA durante la primera infancia y redujo las probabilidades de un diagnóstico de TEA a los 3 años a un tercio de lo encontrado en el grupo con solo atención habitual. Este estudio descubrió que una intervención preventiva utilizada desde el momento en que el desarrollo atípico surge por primera vez durante la infancia reduce los diagnósticos de TEA.
Para leer más:
- Whitehouse AJO, Varcin KJ, Pillar S, Billingham W, Alvares GA, Barbaro J, Bent CA, Blenkley D, Boutrus M, Chee A, Chetcuti L, Clark A, Davidson E, Dimov S, Dissanayake C, Doyle J, Grant M, Green CC, Harrap M, Iacono T, Matys L, Maybery M, Pope DF, Renton M, Rowbottam C, Sadka N, Segal L, Slonims V, Smith J, Taylor C, Wakeling S, Wan MW, Wray J, Cooper MN, Green J, Hudry K (2021) Effect of Preemptive Intervention on Developmental Outcomes Among Infants Showing Early Signs of Autism: A Randomized Clinical Trial of Outcomes to Diagnosis. JAMA Pediatr 20: e213298.
Muy interesante artículo. Me gustaría conocer más sobre la intervención iBASIS-VIPP.
Muchas gracias por el artículo Jose Ramón. Quería contrastar lo que apunta el trabajo que comentas con la realidad actual que conozco de primera mano que es la de la Comunidad de Madrid. Cuando una familia comprueba que el desarrollo de su hijo no va por dónde esperaba, tiene el recurso de pedir cita en un centro que se llama CRECOVI. El tiempo de espera es de 10 meses. Una vez te ven te aprueban plaza pública de atención temprana, entras en una lista de espera con más de mil niños por delante. Esto hace que aunque antes o después llegue la atención, es cualquier cosa excepto temprana.
Castilla y León, por ejemplo, tiene una realidad completamente diferente por lo que sé.
Mucho por hacer todavía aquí en Madrid
Saludos