Louis y Schmeling

El 19 de junio de 1936, Joe Louis, el Bombardero Marrón, se subió al ring en el Yankee Stadium de Nueva York para enfrentarse al campeón alemán de los pesos pesados Max Schmeling. El público agotó las entradas para ver un combate programado a 15 asaltos y sin un título en juego. Schmeling había sido ya campeón del mundo, Joe Louis tenía solo 22 años pero tenía un recorrido impecable, invicto en 24 combates.  El propio combate demostró que la afirmación de Schmeling de haber identificado un defecto en el estilo del Bombardero no era falsa. Louis tenía la costumbre de bajar la mano izquierda después de golpear con ella, lo que Schmeling aprovechó para meter sus directos de derecha y alcanzar el rostro del americano. El alemán tiró a Louis a la lona por primera vez en su carrera con un derechazo en el cuarto asalto y, cuando finalmente lo noqueó en el duodécimo, estaba por delante en las tarjetas de puntuación de los tres jueces. Fue el único k.o. en la primera parte de la larga carrera de Louis. Un tiempo después, los periódicos deportivos llamaron a aquella pelea «la primera batalla de la II Guerra Mundial».

Fue una gran sorpresa. Se consideraba que Schmeling estaba ya en declive y Louis era un boxeador impresionante En las comunidades negras de Estados Unidos, la primera derrota de Louis fue recibida con gran consternación por parte de la gente que veía en él un modelo, una esperanza. Maya Angelou escribió: «Mi raza gimió. Era nuestro pueblo el que caía. Era otro linchamiento, otro negro colgado en un árbol. Otra mujer emboscada y violada. Un niño negro azotado y mutilado. Eran sabuesos siguiendo el rastro de un hombre que corría por pantanos pegajosos. … Si Joe perdía, volvíamos a la esclavitud y nada nos podía ayudar».

Mientras tanto, después de recibir un mensaje personal de Hitler felicitándolo, Schmeling dijo a un reportero alemán: «En este momento tengo que decirle a Alemania, tengo que informarle al Führer en particular, que los pensamientos de todos mis compatriotas estuvieron conmigo en esta pelea. Que el Führer y su leal pueblo pensaban en mí. Este pensamiento me dio la fuerza para tener éxito en este combate. Me dio el valor y la resistencia para conseguir esta victoria para los colores de Alemania».

Dos años después, el 22 de junio de 1938, en el mismo lugar, los dos púgiles volvieron a pelear. Las cosas habían cambiado. Louis había ganado el campeonato del mundo y lo había defendido con éxito en tres ocasiones. Su estilo había mejorado y él mismo había madurado. Más que nunca, era el héroe de los negros de su país. Langston Hughes, un escritor de Harlem, escribió:

Cada vez que Joe Louis ganaba una pelea en aquellos años de depresión, incluso antes de que se convirtiera en campeón, miles de negros estadounidenses que recibían ayuda del gobierno, y los pobres, salían a las calles de todo el país para marchar y animar y gritar y llorar por los triunfos de Joe. Nadie más en los Estados Unidos ha tenido tal efecto en las emociones de los negros, o en las mías. Yo también marché y vitoreé y grité y lloré.

Schmeling, por su parte, se negaba a solicitar el ingreso en el partido nazi a pesar de las presiones de Goebbels y se opuso públicamente a las ideas de la superioridad de la raza aria.  El gobierno nazi había negado los permisos de viaje a su mujer y a su madre por miedo a que desertaran y un funcionario del partido hitleriano acompañaba al campeón y se encargaba del contacto con la prensa y la publicidad. Este publicista nazi declaró que un negro no podría derrotar jamás a Schmeling y que la bolsa de la pelea se utilizaría para ayudar a pagar más tanques para Alemania.

Unas semanas antes del combate, Louis visitó la Casa Blanca, donde el presidente Franklin D. Roosevelt le dijo: «Joe, necesitamos músculos como los tuyos para vencer a Alemania». A un amigo le dijo «Sí, tengo miedo, tengo miedo de matar a Schmeling». Tiempo más tarde, Louis admitió: «Sabía que tenía que vencer con claridad a Schmeling. Tenía mis propias razones personales y todo el maldito país estaba pendiente de mí».

Nada más sonar la campana de comienzo del primer asalto, Louis se lanzó contra Schmeling y le propinó una combinación demoledora de golpes. Noventa segundos después le tumbó en la lona. Después de la cuenta, Schmeling se puso en pie, pero Louis continuó donde lo había dejado y volvió a tumbar a su oponente. Schmeling fue derribado tres veces y sólo pudo lanzar dos golpes en todo el combate. La pelea duró dos minutos y cuatro segundos. La tercera vez que Schmeling cayó a la lona, su entrenador tiró la toalla y el árbitro Arthur Donovan detuvo el combate. Las 70 000 personas que abarrotaban el estadio y los setenta millones que lo escucharon por la radio rugieron de alegría. La frase más famosa la acuñó Jimmy Cannon, un comentarista deportivo que dijo que Louis era «un crédito para su raza, la raza humana».

En Archery, Georgia, un niño de 13 años, Jimmy Carter, que algún día sería presidente, fue testigo de cómo unos afroamericanos, de pie frente a la casa de su familia, escuchaban la victoria de Louis desde una radio colocada en el alféizar de la ventana. Carter escribió más tarde que aquellos hombres «salieron en silencio del patio, cruzaron la carretera y las vías del tren, entraron en la casa de los obreros y cerraron la puerta. Entonces se desató el infierno y su celebración duró toda la noche».

La victoria abrió a Louis las puertas de la fama. Mantuvo el cinturón de campeón de los pesos pesados desde 1937 hasta su retirada temporal en 1949. Salió victorioso en 25 defensas consecutivas del título, un récord para todas las categorías. Louis tuvo el reinado más largo como campeón de cualquier boxeador en la historia.

El 10 de enero de 1942, Louis se alistó como voluntario, soldado raso, en el ejército de los Estados Unidos. Al darse cuenta del potencial del boxeador para fomentar el espíritu de cuerpo entre las tropas negras, el ejército lo incluyó en su División de Servicios Especiales en lugar de enviarlo al combate. Louis realizó una gira con otras personas célebres, entre ellas el también boxeador Sugar Ray Robinson, viajó más de 35.000 km y realizó 96 exhibiciones de boxeo ante dos millones de soldados. Fue también el centro de una campaña de reclutamiento en los medios de comunicación que animaba a los afroamericanos a alistarse en las Fuerzas Armadas, a pesar de la segregación racial del ejército. Cuando le preguntaron por su decisión de ingresar en un ejército donde los negros eran maltratados, Louis respondió «Hay muchas cosas que están mal en Estados Unidos, pero Hitler no las va a arreglar».

Aunque Louis no llegó a entrar en combate, su servicio militar también supuso un reto. Durante sus viajes, a menudo experimentó un flagrante racismo, oficiales que le ordenaban que se sentara en la parte de atrás del autobús, insultos y desprecios. Louis fue finalmente ascendido al rango de sargento técnico el 9 de abril de 1945. El 23 de septiembre de ese mismo año, se le concedió la Legión del Mérito por su «incalculable contribución a la moral general». Esta condecoración le permitió ser liberado inmediatamente del servicio militar el 1 de octubre de 1945. Después de la guerra siguió peleando, principalmente porque tenía unas enormes deudas con el fisco. «Gané cinco millones», dijo más tarde, «y acabé arruinado, debiendo un millón al gobierno». Volvió de su retirada, pero aunque iba pagando todo lo que podía, la tasa de interés era del 90% y cada vez debía más dinero. Acabó arruinado, trabajando como camarero en un casino de Las Vegas en sus últimos años, con problemas de salud mental y murió en 1981.

Por su parte, tras el combate, Schmeling regresó a Alemania y descubrió que su estatus había caído en picado. La derrota siempre es huérfana. Los nazis ya no lo trataban como un héroe nacional o un símbolo de la hombría aria, lo que no supuso ningún problema para él. Siguió con su pensamiento independiente y, a pesar de las fuertes presiones de las autoridades nazis, se negó a desvincularse de sus amigos judíos o a despedir a su representante, el judío estadounidense Joe Jacobs. En la Noche de los Cristales Rotos, Schmeling salvó personalmente la vida de dos niños judíos, los hermanos Lewin, escondiéndolos en su suite del Hotel Excelsior. Uno de ellos declaró años después: «Con lo que sé hoy, yo no lo habría hecho. Arriesgó su vida por nosotros; nuestras vidas no valían un céntimo». Durante la guerra, Schmeling fue reclutado al parecer por instrucciones directas de Hitler y mandado a primera línea. Sirvió en la Luftwaffe como paracaidista. Participó en la campaña de Creta en mayo de 1941, donde fue herido en la rodilla derecha por metralla de mortero el primer día de la batalla. Tras recuperarse, fue retirado del servicio activo tras ser considerado médicamente no apto a causa de esa lesión. Posteriormente, visitó los campos de prisioneros de guerra en Alemania y, ocasionalmente, trató de mejorar las condiciones de los prisioneros estadounidenses.

Después de la guerra, Schmeling se instaló en Hamburgo, donde en 1947, falto de dinero, se embarcó en una reaparición moderadamente exitosa en el boxeo, y ganó tres de sus cinco combates con dos derrotas por puntos antes de volver a retirarse definitivamente en octubre de 1948. Durante la década de 1950, Schmeling comenzó a trabajar en las oficinas de The Coca-Cola Company en Alemania. Al poco tiempo, era dueño de su propia planta embotelladora y ocupaba un puesto de ejecutivo en la empresa. Se hizo amigo de Joe Louis y ayudó económicamente a su antiguo rival. Fue una de las personas que cargaron el ataúd en el entierro de Louis. Schmeling murió en febrero de 2005, a la edad de 99 años.

Louis era algo más que un boxeador para su pueblo. Era un símbolo de orgullo, fuerza y dignidad frente a la opresión que sufrían en el país de la libertad. Martin Luther King describió más tarde lo que Louis significaba para ellos cuando escribió sobre la ejecución de un joven prisionero negro en una cárcel del sur. Mientras los gránulos de cianuro caían en la cámara de gas y el humo se arremolinaba en el aire, sus últimas palabras fueron: «Sálvame, Joe Louis. Sálvame, Joe Louis. Sálvame, Joe Louis..

Para leer más:

José Ramón Alonso

CATEDRÁTICO EN LA Universidad de Salamanca

Neurocientífico: Producción científica

ORCIDLensScopusWebofScienceScholar

BNEDialNetGredosLibrary of Congress


6 respuestas a «Louis y Schmeling»

  1. Avatar de Alberte
    Alberte

    De todas las grandes rivalidades del peso completo, la de Louis y Schmeling es la más hermosa.

    1. Avatar de José R. Alonso

      Saca lo mejor del ser humano. También el lado oscuro: racismo, nazis, explotación, guerras. Dos rivales «de peso» y con toda la calidad humana. Un abrazo.

  2. Avatar de Enrique López
    Enrique López

    Desconocía esta preciosa historia vital llena de valores humanos. La pelea en la vida es mucho más dura y difícil que en el ring y estos dos magníficos ejemplares de sublime humanidad nos honran a todos. Gracias por contarla.

  3. Avatar de Michel
    Michel

    Una historia de rivalidad y respeto digna de una película

    1. Avatar de José R. Alonso

      Sí, a mí también me parece una maravilla. Gracias por dejar el comentario.

  4. Avatar de Dr. Domingo Guzmán Nazario-Puerto Rico
    Dr. Domingo Guzmán Nazario-Puerto Rico

    La mayor de las grandesas del hombre esta en el contexto humano de su propia humildad, que pena que en la mayoria de las veces la misma pasa desapercibida e ignorada.

Muchas gracias por comentar


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