Durante mucho tiempo se ha planteado que la neurociencia y la educación eran dominios demasiado alejados: uno forjado en el ámbito controlado del laboratorio, con maquinaria sofisticada y cara, con técnicas complejas y modelos simplificados, muy diferentes de la realidad. El otro en el ambiente fresco, natural y a veces caótico del aula, con herramientas simples, con poca capacidad de inversión, con numerosas variables incontrolables y con la maravillosa variedad de la especie humana.
Las cosas han cambiado. La neurociencia ha avanzado considerablemente en numerosos aspectos: hemos aprendido mucho sobre la estructura cerebral, incluidas las escasísimas diferencias en los cerebros de hombres y de mujeres; la función cerebral, incluyendo los procesos básicos del aprendizaje, la memoria, la inteligencia, la atención, la empatía y la voluntad; el dominio de los principios esenciales de la lectoescritura, las matemáticas, la música, la sociabilidad.
En el aula se sigue haciendo el buen trabajo realizado durante décadas, formamos a generaciones que se convierten en el eje de la modernización de nuestro país, en el futuro de todos nosotros y, al mismo tiempo, se van incluyendo nuevas líneas que amplían y mejoran nuestra actividad docente entre las que están, por citar algunas, la inclusión, las alfabetizaciones múltiples y el reconocimiento de la neurodiversidad. El currículum no ha parado de cambiar, al igual que la legislación, pero en lo esencial el proceso educativo sigue siendo muy fiel a sí mismo.
A veces los docentes queremos recetas sencillas, balas mágicas, trucos que solucionen las dificultades que nos plantea el día a día en clase. Nosotros más que nadie debemos saber que más allá del esfuerzo, el cariño a los estudiantes, la vocación y el compromiso, no hay tales fórmulas magistrales.
Maestros y profesores, en general, tienen una excelente disposición sobre el uso de los hallazgos neurocientíficos que se puedan aplicar en el ámbito de la educación y suelen pensar que es más probable que puedan ser útiles para mejorar la metodología de enseñanza que el contenido del currículo. Vivimos en tiempos convulsos, pero si lo pensamos un poco, a pesar de todas las dificultades y preocupaciones, nuestra profesión nunca ha sido tan necesaria, tan potente, con tantas posibilidades. Tenemos que conseguir, sin filosofías baratas, ser la mejor versión de nosotros mismos, la cristalización de nuestros sueños de cuando éramos estudiantes, el profesor o profesora que siempre quisimos ser. Creo sinceramente que las neurociencias están de nuestro lado, nos aportan la solidez del método científico y nos dan pautas fiables para guiar nuestro trabajo. Son un campo en expansión y acercarnos a ellas nos hace sentir la aventura del descubrimiento, el vértigo del avance acelerado, la gran época en la que vivimos. Ese es también nuestro mundo. Como dijo Cajal, en ese precioso español de hace un siglo «Es preciso sacudir enérgicamente el bosque de las neuronas cerebrales adormecidas».
5 respuestas a “La neurociencia como herramienta para la mejora del aprendizaje”
TODO LO RELACIONADO CON NUESTRO JUICIO VALORATIVO SOBRE LA FORMACIÓN, EDUCACIÓN Y
ENRIQUECER NUESTRO INTELECTO ES IMPORTANTE. MÁS SI DE MODIFICAR NUESTRAS FORMAS O CONDUCTAS SE TRATA EN UN ESCENARIO SOCIAL CONPLICADO POR EL LLAMADO MODERNISMO O MUNDO GLOBALIZADO. ENTONCES LOS MEDIOS NEUROCIENTÍFICOS RESULTAN NECESARIOS EN LA BUSQUEDA DE LOS NUEVOS SABERES QUE EN DEFINITIVA, NOS PROPORCIONAN NUEVAS FORMAS DE CRECER: VIVA EL NUEVO DISCURSO NEUROCIENTÍFICO.
Dr. Domingo Guzmán Nazario
Catedrático en Criminología
Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico
Es un placer leer tus artículos Jose Ramón
Muchas gracias, Rafael. No hay mayor alegría que algo que escribes le guste a quién lo lee.
Gracias por su texto, aunque creo que es correcto ir bajando las altas expectativas de que las neurociencias resuelvan el problema de la educación y el aprendizaje, sobre todo cuanto las investigaciones en laboratorios NO pueden extenderse sobre comunidades completas, etc. Lo que es muy interesante es cómo darle “método” al arte de la educación y cómo el arte de la pedagogía “incendia” la investigación. Por lo pronto, es interesante todo lo que ha ido apareciendo desde el campo multidisciplinario de la “ciencia del aprendizaje”, los principios de Rosenshine, etc.
Me sumo a los agradecimientos. Creo de verdad en los aportes de la Neurociencia. Estos, me hacen volar y desear que tod@s mis acompañer@s docentes tengan la oportunidad de sumergirse en ella…y agregar al amor que sentimos por nuestro trabajo, todo aquel componente científico que nos ayude a realizar un trabajo sólido y de mejor calidad.
Abrazos