Citius, Altius, Fortius. Educación Física y estereotipos de género

Marta Bueno y José R. Alonso

La Educación Física es una de las mejores asignaturas para plantear cambios en los roles preasignados a mujeres y hombres y sus actitudes, y no sólo en el ámbito deportivo. Aún existen barreras para la participación y el reconocimiento de las mujeres en el deporte y esas barreras pasan a veces inadvertidas. La desigualdad no es siempre explícita y reconocible, sino que en ocasiones es indirecta y sutil, de tal modo que podemos creer que no existe o que ha desaparecido. No somos conscientes de todos los estereotipos que aún persisten porque nos cuesta reconocer discriminaciones encubiertas. Hemos asimilado normas sociales y culturales y, sin darnos cuenta de que estaban sesgadas, las hemos naturalizado. Pongamos un ejemplo: podemos asumir que el premio económico en un torneo de tenis sea superior en la categoría de hombres que en la de mujeres porque el rendimiento medio de ellos es mejor, pero ¿qué tal si el premio en una maratón es mayor para los competidores negros que para los blancos, porque su rendimiento medio es mejor? Por eso es conveniente pararse a reflexionar sobre inercias que implican injusticias que todavía se mantienen de forma oculta en el deporte y, por extensión, en la materia de Educación Física que se imparte en la escuela.

En este sentido es interesante provocar en el alumnado un pensamiento crítico que le haga plantearse sus creencias y conductas, como ocurrió en la investigación que llevaron a cabo Monforte y Úbeda-Colomer (2019) con los alumnos de bachillerato de dos institutos de Valencia. Tras proyectar el vídeo ¿Qué significa hacer algo #comoniña?, (en las referencias) realizaron un debate posterior moderado por docentes del área. Esta actividad sirvió para que los alumnos profundizaran en sus percepciones sobre género dentro del contexto educativo y cultural en el que se mueven. Los resultados de este estudio pusieron de manifiesto que los estereotipos de género siguen vigentes en los temas relacionados con la actividad física.

Sabemos que estos roles preasignados atribuyen a cada categoría sexual, en su definición más tradicional, características diferenciadas y, normalmente, excluyentes entre sí. Además, dogmatizan sobre lo adecuado en el plano social según esa categoría, sin más criterio que el establecido por una visión androcéntrica; «los hombres hacen más deporte que las mujeres» o «María, para ser una chica, no tiene demasiada flexibilidad». Estas creencias o estereotipos de género afirman, como en el primer ejemplo, o presuponen, como en el segundo ejemplo. Pero lo más preocupante de los estereotipos no es que describan o prescriban una realidad, sino que la conformen. Las diferencias de género existen porque las personas hacen que existan. Todos esos mitos los mantenemos porque asimilamos las desigualdades de género durante el proceso de socialización. Actuamos según lo que se espera de nosotros, tenemos preferencias diferenciadas en el deporte porque nos han dicho y asumimos, que «chutar un balón» es cosa de chicos. Y es que el género es un proceso social aprendido.

Los estereotipos no suponen, sin embargo, una amenaza para quien se encuentra cómodo con estas costumbres que predominan en el ambiente donde se mueve; un chico puede sentirse bien en el gimnasio porque en ese entorno son reconocidas sus características masculinas tradicionales, porque son trabajadas y evaluadas. Incluso este muchacho podría extrapolar sus logros deportivos, ya que es probable que se le admire por ellos en otros ámbitos. Se alinean muchos factores: oportunidades, mérito reconocido, cualidades inherentes deseables socialmente, etc.

Es importante ser conscientes de que no todos los atributos tienen el mismo valor social; pesan más las etiquetas masculinas que las femeninas en el deporte, están mejor consideradas, son más admiradas y reconocidas. Así, es una suerte estar en el colectivo caracterizado por adjetivos que son los que la sociedad propone para triunfar en cualquier faceta de la vida, donde se es cuidado y motivado para conseguirlos; es una gran ventaja porque hay múltiples posibilidades para todos sus miembros. Esta frase, evidentemente enunciada con cierto sarcasmo, define la hegemonía masculina que da lugar a tantas injusticias y desigualdades. Y el deporte y la Educación Física son aún contextos de socialización dominados por la masculinidad hegemónica (Vidiella et al., 2010).

Esto es así porque se acumulan muchas variables a tener en cuenta: la rémora de sosas tablas de gimnasia con connotaciones paternalistas hacia las chicas, la escasa presencia de mujeres en los libros de texto de Educación Física (Sánchez-Hernández et al., 2017), el hecho de que en las imágenes de dichos libros predominen hombres blancos que practican actividades físicas para conseguir un aspecto estereotipado de deportista, las desigualdades en el uso del material empleado en las sesiones, un lenguaje sexista que alienta predominantemente a los chicos, la supremacía masculina en puestos relevantes en partidos, juegos, etc. Sólo tenemos que ser observadores y fijarnos en el reparto de balones, quién se lleva los mejores, los más nuevos, los que mejor botan, y atender también a la asignación de espacios en zonas polideportivas, quiénes ocupan el centro y los mejores campos. Los profesores no deben perder de vista estos detalles. Del mismo modo, sin dejar este ámbito de los materiales necesarios para la clase de Educación Física, no podemos olvidar un elemento habitual con gran atractivo para los alumnos: la música. De poco sirve ser cuidadosos en cuestiones de género si la letra de la música que utilizamos en las clases es denigrante para las mujeres.

Evidentemente, las pinceladas sobre metodología que señalamos son eso, pinceladas, apuntes; son muchos los docentes comprometidos que saben cómo desterrar prejuicios que arrastran los alumnos por inercia; por ejemplo, los alumnos tienden a agruparse por género y aquí es dónde debe intervenir el profesor o la profesora; sin necesidad de imponer, es interesante proponer grupos diversos. Además, si son ellos los que eligen al compañero que debe ocupar algún puesto relevante en la actividad, es habitual que sean ocupados por niños: el capitán, el líder, el árbitro… Es importante decirles a las niñas, a las chicas, que pueden asumir esos puestos de autoridad de la misma manera que ellos y que lo van a hacer igual de bien.

En las clases de Educación Física que mantienen una tradición deportiva clásica, todo suma para perpetuar estereotipos masculinos definidos por capacidades y habilidades culturalmente atribuidas al hombre: más fuerte, más rápido, más alto.

De cualquier modo, llegar a todos los rincones que exige una Educación Física inclusiva, abierta, crítica y coeducativa es, en muchas ocasiones, difícil con ratios de 30 o 35 alumnos; sin desdobles, sin refuerzos, sin demasiadas horas a la semana… A esto debemos añadir la poca o nula formación sobre perspectiva de género en los grados de estudios superiores que forman a los futuros docentes de Educación Física (Serra et al., 2018).

Por si fuera poco, tenemos un deporte dominante entre nuestros escolares de cualquier edad, tanto en los recreos como en clases de Educación Física: el fútbol. La relación de las niñas y de algunos niños con el llamado deporte rey no es precisamente amable (Soler, 2009). El fútbol está estrechamente conectado con la masculinidad hegemónica. Para ser bueno en este deporte hay que dominar ciertas pericias concretas, como chutar un balón con acierto, actuar con decisión, con una dosis importante de agresividad, con ambición y competitividad. Tradicionalmente, estos atributos se asocian a lo que tiene que ser un hombre ideal. En este sentido, hacer deporte y hacer género son prácticas análogas.

Por lo que hemos visto, queda mucho por hacer en este ámbito; quizá proponer aprendizajes que compartan metas sobre sostenibilidad y actividades deportivas en la naturaleza, tener en cuenta la Agenda 2030 elaborada por la ONU y compaginar sus objetivos con los de la asignatura, implementar actividades cooperativas, de servicio; en definitiva, evitar focalizar la Educación Física en deportes «para hombres» que han dominado el currículum de una asignatura mixta, en proceso de definirse como coeducativa. Tenemos en los alumnos potentes agentes de cambio y es muy conveniente promover en ellos una actitud que les haga reflexionar sobre creencias asumidas y prejuicios y los anime a una defensa de la igualdad y la inclusión.

Es interesante señalar que los resultados de la investigación llevada a cabo en los institutos de Valencia que nombramos al inicio se agrupan en dos categorías: los alumnos que quieren un cambio en el enfoque de género de la asignatura de educación física y los que tienden a reproducir estereotipos de manera inconsciente, aún sin estar de acuerdo con ellos. Algunas alumnas destacan el hecho de que para ellas, las propias mujeres son las primeras en asumir estos estereotipos y en aceptarlos como naturales y, para ellas, las mujeres que hacen eso se convierten en cómplices de su papel secundario. Hay alumnos que mantienen una posición neutra y esto es un síntoma de la hegemonía masculina; se desea la desaparición de estereotipos, pero se aceptan con naturalidad cualidades inherentes de hombres y mujeres.

Se elaboran conclusiones a partir de premisas inexactas o inacabadas: los hombres son más altos, entonces juegan mejor al baloncesto; los hombres son más fuertes, entonces lanzan mejor; los hombres son más rápidos, entonces llegan antes a la meta.

Hay algunos comentarios recogidos en la misma investigación donde los alumnos se posicionan a favor de la igualdad, pero lo hacen desde una visión del deporte que valora las capacidades físicas de una persona sólo si con ellas logra méritos deportivos. El matiz es muy sutil, pero a la vez, claro y contundente: se es mejor en una actividad física, se consigue más nota, si el resultado coincide con un modelo determinado por ciertas habilidades deportivas que redundan en logros. Desaparece el concepto de actividad física orientada al cuidado del cuerpo, como superación de las propias capacidades, como reto para hacerlo mejor cada vez, como proceso de bienestar, de cooperación con los compañeros, como medio para potenciar cualidades que no siempre tienen como meta final un puesto en el podio. Las notas se convierten en equivalentes a las medallas, cuando los valores de la enseñanza deben ir mucho más allá de una competición.

Por lo tanto, sería bueno descartar las habilidades masculinas como conceptos neutros; es fundamental ser conscientes de a quién benefician y a quién perjudican. Es posible generar formas alternativas para implicar al alumnado en esta materia, sin que sea necesario fomentar la competitividad. Un enfoque que utilice la participación y el aprendizaje cooperativo y una pedagogía crítica para afrontar las relaciones de género en la Educación Física crean entornos inclusivos, espacios igualitarios para hablar sobre género y ayuda a los alumnos a avanzar más allá de las nociones tradicionales de hombre y mujer en el deporte.  Y en la vida.

Referencias:

  • Always (2014) ¿Qué significa hacer algo #ComoNiña​? Disponible en https://www.youtube.com/watch?v=s82iF2ew-yk
  • Monforte J, Úbeda-Colomer J (2019) “Como una chica”: un estudio provocativo sobre estereotipos de género en educación física. Retos. Nuevas Tendencias en Educación Física, Deporte y Recreación 36 74–79. DOI: 10.47197/retos.v36i36.68598
  • Sánchez-Hernández N, Martos-García D, López A (2017) Las mujeres en los materiales curriculares: el caso de dos libros de texto de Educación Física. Retos. Nuevas Tendencias en Educación Física, Deporte y Recreación 32 140–145. DOI: 10.47197/retos.v0i32.49344.
  • Serra P, Soler S, Prat M, Vizcarra MT, Garay B, Flintoff A (2018) The (in)visibility of gender knowledge in the Physical Activity and Sport Science degree in Spain. Sport, Education and Society 23(4) 324–338. DOI:  10.1080/13573322.2016.1199016.
  • Soler S (2009) Reproduction, resistance and change processes of traditional gender relationships in Physical Education: The case of football.Culture and Education 21(1) 31–42. DOI: 10.1174/113564009787531253.
  • Vidiella J, Herraiz F, Hernández F, Sancho JM (2010) Masculinidad hegemónica, deporte y actividad física. Movimento 16(4) 93–115.

José Ramón Alonso

CATEDRÁTICO EN LA Universidad de Salamanca

Neurocientífico: Producción científica

ORCIDLensScopusWebofScienceScholar

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2 respuestas a «Citius, Altius, Fortius. Educación Física y estereotipos de género»

  1. Avatar de Myriam Catalá

    Un artículo muy interesante y acertado. Sin embargo, creo que queda difusa la importancia de considerar el sexo y las cualidades físicas asociadas al dimorfismo sexual humano para abordar con una verdadera perspectiva de género la educación física. La asociación entre las cualidades físicas masculinas (fuerza, potencia y velocidad) con la excelencia es un claro sesgo de género, es una cuestión innegable. Es por ello que hay que intentar incluir entre las cualidades «excelentes» aquellas que corresponden al sexo femenino. Prever que las mujeres como sexo somos más flexibles y tenemos menos fuerza no es un sesgo, es una realidad anatómica. Lo que es discriminatorio y sexista es minusvalorar las cualidades en las que el sexo femenino destaca. Coincido plenamente en que es necesario abandonar la perspectiva de la educación física desde el punto de vista meramente competitivo y situarla en el plano de la vida saludable y la realización personal, donde el sexo quede relegado a una mera cuestión biológica y se diluyan los prejuicios de género.

    1. Avatar de Marta
      Marta

      Gracias, Myriam, por el comentario y por su valiosa aportación. Ya decimos que las habilidades tradicionalmente masculinas que se evalúan en educación física, no pueden ser consideradas neutras, y mucho menos, excelentes. y es cierto que si esas habilidades se consiguen a partir de atributos meramente biológicos, se mantendrá la brecha entre hombres y mujeres si adjudicamos más peso a las masculinas. De cualquier modo, poniendo el foco en características biológicas, excluimos también a muchas personas diversas funcionalmente.
      Un afectuoso saludo.

Muchas gracias por comentar


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