Psicodélicos y depresión

Tom Insel fue durante trece años (2002-2015) director del Instituto Nacional de Salud Mental de Estados Unidos. Hacia el final de su mandato, Insel criticó públicamente a su propia organización, y a la psiquiatría en general, por su fracaso a la hora de ayudar a las personas con enfermedades mentales. «Hay grandes ejemplos en otras áreas de la medicina en las que hemos visto cómo la innovación realmente marca la diferencia» -dijo Insel- «No ha sido así para los pacientes con esquizofrenia, trastorno de estrés postraumático o depresión».

Thomas Insel

La investigación sobre tratamientos farmacológicos para los trastornos mentales avanza muy lentamente. Al mismo tiempo, el número de personas afectadas nunca ha sido mayor. Durante la pandemia el número de recetas para antidepresivos y ansiolíticos ha aumentado un 20% en los Estados Unidos. La situación puede llegar incluso al desabastecimiento, la demanda de antidepresivos clave está a punto de superar a la producción en el Reino Unido, donde la prescripción de estos medicamentos se ha más que duplicado en la última década.

Con muy pocas excepciones, tales como los antagonistas de la orexina para el insomnio, vivimos de los fármacos descubiertos en la década de 1950, la mayoría de los cuales fueron encontrados por casualidad y no después de un trabajo sistemático. La identificación de mecanismos y dianas neuronales en la investigación neurocientífica no ha dado la cosecha esperable de nuevos medicamentos. Hay diversas razones para ello incluyendo la complejidad del funcionamiento del sistema nervioso, el estigma asociado a las enfermedades mentales, la frecuencia y gravedad de los efectos secundarios, el riesgo de conversión de algunos fármacos en drogas de abuso y otros. Todo eso ha hecho que muchas empresas farmacéuticas se alejen del mercado de los medicamentos neuroactivos, un desastre anunciado. En contra de algunas opiniones, no necesitamos menos industria farmacéutica, necesitamos más.

Entre las sustancias que están volviendo a ser exploradas por su potencial terapéutico se incluyen algunas consideradas desde hace décadas dentro del grupo de las drogas recreativas e ilegales. El cánnabis fue el primero puesto encima de la mesa, aunque las expectativas y la propaganda favorable parecen superar con mucho las evidencias a favor, mientras que se minimizan sus riesgos especialmente en la población más joven. Otra molécula que ha pasado del ámbito del narcotráfico y el mercado negro a la farmacia es la ketamina. Vistas sus posibilidades como antidepresivo y la imposibilidad de ganar dinero con una molécula que no era patentable por su larga trayectoria como anestésico y su bajo precio, los laboratorios han conseguido que se apruebe en Estados Unidos y Europa, el enantiómero, la esketamina, a un coste muy superior y sin pruebas reales de que su efecto sea mejor que el de la «vieja» ketamina. Ya dijo Woody Allen que lo que movía el mundo era el amor, el amor al dinero. Los psicodélicos serotonérgicos, en particular se han vuelto a postular como posible tratamiento para una serie de enfermedades psiquiátricas, incluida la depresión. Estas drogas incluyen el LSD, la psilocibina (el compuesto activo de los hongos mágicos), la ayahuasca (una bebida que contiene dimetiltriptamina y un inhibidor de la monoamina oxidasa que impide su degradación en el tubo digestivo), la 5-metilóxido-dimetiltriptamina del sapo de Sonora y la mezcalina del cactus peyote. Salvo el LSD, descubierto en 1943, los demás son producidos por hongos, plantas o animales y se han usado desde hace milenios en rituales para generar estados alterados de consciencia.

El término psicodélico, que proviene del griego y significa «que manifiesta la mente», fue acuñado por Humphry Osmond, un psiquiatra británico que trabajaba en Canadá en la década de 1950. En aquella época, el mundo de la psiquiatría estaba entusiasmado con el potencial de estas sustancias para sacar a la gente de estados mentales problemáticos. Osmond estaba especialmente interesado en su uso para tratar la adicción al alcohol, y observó tasas de abstinencia en sus pacientes de entre el 40 y el 45%, claramente mejores que las conseguidas con otras terapias. El LSD también se empezó a investigar y a probar en las décadas de 1950 y 1960 por muchos psiquiatras, pero su uso recreativo por los jóvenes y no tan jóvenes hizo que fuera prohibido y los estudios científicos prácticamente se detuvieron. La Organización de las Naciones Unidos lo incluyó en el listado de sustancias de nivel 1 (grave riesgo para la salud pública sin un efecto terapéutico demostrado) en 1971.

Las cosas parecen estar cambiando. El Imperial College de Londres fundó en abril de 2019 el Centro de Investigación en Psicodélicos y el mismo año la Universidad de Johns Hopkins lanzó su Centro para Investigación en Psicodélicos y Consciencia. Ambas decisiones subrayan el interés de la comunidad científica y de los gestores por la posible aplicación terapéutica de las sustancias psicodélicas. Los viajes psicodélicos son muy variables y difíciles de describir, pero las características típicas incluyen una percepción distorsionada o alucinaciones, una sensación alterada del espacio y tiempo y una pérdida de los límites normales de la persona, a menudo acompañada de euforia. Estos fármacos tienen muy poco efecto sobre la fisiología y, por lo general, no causan adicción ni muerte por sobredosis.

Robin Carhart-Harris

El grupo de Robin Carhart-Harris ha demostrado que la psilocibina puede ayudar en la psicoterapia para las personas con depresión refractaria, aquella que no responde a los antidepresivos convencionales y a la intervención psicológica. Un estudio en marcha está comparando los resultados de una terapia apoyada por la psilocibina frente a un tratamiento de seis semanas con un inhibidor selectivo de la recaptación de serotonina (el grupo del Prozac) y los resultados parecen ser esperanzadores, la psilocibina parece ganar por goleada.

Parte de estos experimentos y de la esperanza subyacente nacen de nuestra triste realidad actual: ni los tratamientos farmacológicos que dominan la psiquiatría ni las intervenciones psicológicas individuales o en grupo resultan eficaces para muchas personas. Además de este problema, que es serio, otros son los precios, la accesibilidad, y los problemas de adicciones y otros efectos secundarios. Los estudios de neuroimagen han revelado cómo las sustancias psicodélicas actúan en el cerebro, reduciendo la coordinación entre las áreas que controlan la percepción y la cognición. Los ensayos clínicos han explorado el uso de la terapia con psilocibina para tratar la depresión, la adicción y otros trastornos mentales. La infusión de ayahuasca también se ha investigado como tratamiento para la depresión.

Los fármacos actuales no han variado mucho desde su descubrimiento original y tampoco han cambiado mucho los problemas asociados. Un ejemplo podrían ser los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina, considerados el mayor pelotazo de la historia de la industria farmacéutica, que parecen actuar mediante una moderación de la respuesta al estrés, pero que su acción parece ser paliativa más que curativa, y que requieren tratamientos largos para empezar a hacer efecto y también una desconexión larga, para evitar un efecto rebote. La terapia con los psicodélicos se combina con un apoyo psicológico, se hace en una serie corta de sesiones con apoyo psicológico que incluye una valoración personal, una preparación individual y una integración de la experiencia; es decir, hablar sobre cómo se ha vivido esa experiencia después de que haya sucedido.

Una hipótesis es que la experiencia psicodélica se basa en un súbito incremento de la plasticidad neuronal, algo que abre una ventana de oportunidad para un cambio terapéutico persistente, ya que implica una habilidad acentuada para un cambio mental. Las mismas ventanas pueden abrirse en momentos extremos, tales como al experimentar un trauma, al venirse uno abajo a causa del estrés, en una experiencia espiritual espontánea o al experimentar una experiencia cercana a la muerte. La diferencia de estas vivencias extremas con la terapia psicodélica es que en este caso la experiencia personal se prepara cuidadosamente para que sea en un momento y un entorno apropiado, con supervisión por un especialista y usando una dosis bien definida. Si no es así, el uso de los psicodélicos puede ser peligroso.

Un detalle curioso es que los psicodélicos generan a menudo una experiencia enteógena, de contacto con la divinidad. Los participantes utilizan términos diversos para describir esta vivencia extraordinaria: una revelación, una epifanía, ver las cosas en perspectiva, profundizar en sí mismos y en el mundo, la liberación de un dolor mental, sentir que han sido física y emocionalmente recalibrados, tener una visión mas profunda y ecuánime… Es una descripción muy diferente de las de las personas bajo los tratamientos farmacológicos actualmente disponibles que a menudo comentan que se sienten apáticos, apagados, anulados por los fármacos. Los principales laboratorios que trabajan con psicodélicos tienen de momento experiencias preliminares, pero ya señalan una excelente tolerancia y cambios llamativos y favorables en los pacientes.

Hay quien está presionando ya para la legalización de la venta de psicodélicos, en particular la psilocibina, tanto en Europa como en Estados Unidos. Sin embargo, son temas con una fuerte carga política, con grandes intereses económicos y con una gran alarma social. Parece lógico que antes de una aprobación formal se hagan estudios piloto a pequeña escala que calmen esas preocupaciones y pongan estas experiencias preliminares bajo la perspectiva objetiva de la ciencia.  Solo con los controles adecuados y con un sistema de decisiones basado en la evidencia podremos aprovechar el potencial farmacológico de estas sustancias, determinar sus indicaciones y posibles efectos secundarios e informar con rigor y salvaguardar a los pacientes. Tan nociva puede ser una «ley seca» como un fomento irresponsable e incontrolado de una sustancia neuroactiva.

  • Para leer más:
    Carhart-Harris RL, Bolstridge M, Rucker J, Day CM, Erritzoe D, Kaelen M, Bloomfield M, Rickard JA, Forbes B, Feilding A, Taylor D, Pilling S, Curran VH, Nutt DJ (2016) Psilocybin with psychological support for treatment-resistant depression: an open-label feasibility study. Lancet Psychiatry 3(7): 619-627. doi: 10.1016/S2215-0366(16)30065-7.
  • Nutt D, Erritzoe D, Carhart-Harris R (2020) Psychedelic Psychiatry’s Brave New World. Cell 181(1):24-28. doi: 10.1016/j.cell.2020.03.020.

José Ramón Alonso

CATEDRÁTICO EN LA Universidad de Salamanca

Neurocientífico: Producción científica

ORCIDLensScopusWebofScienceScholar

BNEDialNetGredosLibrary of Congress


7 respuestas a «Psicodélicos y depresión»

  1. Avatar de Samu
    Samu

    Hola, buen día.

    Sería bueno actualizar entradas como esta a la luz de los nuevos estudios publicados.

    https://www.elconfidencial.com/tecnologia/ciencia/2021-03-06/paper-antidepresivos-psiquiatria-estudio_2978247/?fbclid=IwAR1lsNHzNcOEIpaFbkyHxSbpUxDgWDqXPoB-fvq1tjNoX1xM9MM-fpF7moo

    Entiendo que el revuelo será grande, pues en el punto de mira están las terapias con fármacos y los profesionales que durante 50 años han estado, con seguridad, dañando aún más a las personas más vulnerables. Aquellas con pocos recursos, con contextos dañinos, con carencias afectivas o exclusión social… unas terapias que tienen efectos positivos para los ricos que se toman la pastilla y se van a terapia, luego al masajista y cenan de just eat.
    Para los pobres, en cambio, no solo no les ayuda, si no que les hace más sensibles a un contexto asfixiante, la realidad cotidiana del esfuerzo y el sufrimiento y el no poder salir. Claro que no se puede salir… si te están empujando con autoritarismo químicamente al precipicio.

    Que se estuviera hondando en la depresión debido a cierto enfoque psiquiatrico es algo que podíamos esperar, de hecho muchísimas personas lo esperaban, de hecho luchaban contra esta lógica mercantilista y autoritaria.

    Ahora toca pedir perdón y asumir responsabilidades, Señores Doctores.

    1. Avatar de José R. Alonso

      Buenos días

      No suelo actualizar los post del blog pues pienso que tienen su sentido cronológico. Tampoco creo que un periódico actualice sus noticias de unos meses o años atrás, incluso cuando pudiera hacerlo en sus ediciones digitales.

      Lo de que los médicos tengan que pedir perdón, no estoy de acuerdo. Es como si a los cirujanos que tenían que operar sin anestesia porque no se había inventado les pidiésemos que se arrepintiesen y pidiesen perdón. ¡Qué más hubiesen querido ellos que disponer de unos fármacos eficaces como los anestésicos! La inmensa mayoría de los médicos usan los mejores herramientas que tienen a su disposición, los mejores medicamentos de su momento. Supongo que usted será de los que piensan que a Egas Moniz había que retirarle el premio Nobel porque se lo dieron por las lobotomías, pero es que en su momento, frente a lo que había antes, se sintió como un avance. Si hay un avance en 2021, pedir que los que usaron otra cosa en 2020 pidan perdón, no me parece razonable. La ciencia va avanzando y eso implica un proceso de mejora continua, que va dejando desfasados y abandonados los tratamientos médicos previos. Por otro lado, la medicina no es una ciencia exacta y evidentemente hay intereses económicos, pero de eso a hablar de «lógica mercantilista y autoritaria», sus palabras, hay un trecho.

      Feliz Día del Libro.

      1. Avatar de Samu
        Samu

        Hola. Gracias por la respuesta.

        Entiendo que el sentido cronológico tenga su lugar, sobre todo para no caer en las mismas contradicciones.
        No se trata de que esos medicamentos fueran eficaces, que lo son, se trata de que lo son tambien en un sentido negativo.
        ¿Cómo no se supo antes? ¿se asumió que era placebo en los ensayos? No lo era, algo falló. Durante 50 años hay que pedir perdón a esas personas que fueron perjudicadas por esas terapias de las cuales se ha malentendido su efecto.
        Clínicamente se sabía, los pacientes lo señalaban… No es que faltara conocimiento, es que se comprendió mal. Es ahí donde sitúo los sesgos e intereses…

        No me saco de la cabeza cuantas personas se han sentido culpables de sus depresiones o han hecho resposables a sus familias y amigos… cuando había otros agentes responsables a los que siempre hay que otrorgar el beneficio y la credibilidad. Muy duro.

        Hay que hacer saber esto a sus lectores y lectoras, ¿no cree?.
        Espero que también a sus pacientes.

        Tenga buen día.

      2. Avatar de José R. Alonso

        No sé si tiene mucho sentido continuar el debate. No sé qué quiere decir que sean eficaces en un sentido negativo. El método de los ensayos clínicos es siempre comparar el principio activo con el placebo. El placebo tiene su efecto placebo pero para considerarse eficaz el principio activo debe superar claramente al placebo. Asume usted que las personas que siguieron una terapia farmacológica fueron perjudicadas, pero eso no creo que lo haya dicho nadie: la crítica ha sido que sus efectos eran solo ligeramente superiores a los del placebo. Aquellos en los que tuvo poco efecto pueden quejarse claro pero ¿había algo más eficaz? ¿el qué? Nadie es culpable de una depresión ni de ninguna otra enfermedad. Cuando oigo que alguien achaca un cáncer a procesos mentales, a relaciones familiares o de pareja o a «constelaciones familiares» siento desprecio. Esas personas sí que deberían avergonzarse y dejar de engañar. No creo que ningún médico serio dirija a sus pacientes a pensar esas cosas. Es contrario a la medicina basada en la evidencia. Y finalmente no tengo pacientes. Un saludo y buen día para usted también.

  2. Avatar de Samu
    Samu

    Hola de nuevo.

    Entiendo que estas sustancias nos hacen más sensibles al entorno, por decirlo así, más moldeables.
    Cuando digo que es efectivo en sentido negativo quiero decir que, si solo tiene 1/3 de efectividad se habla de efectividad hacia la mejora, pero ¿hacia el empeoramiento?
    Esas terapias de fármacos, por si mismas, favorecen que muchas personas se moldeen hacia el empeoramiento si no se acompaña de buenas terapias y buenas experiencias.
    Cuando no ha sido así esos fármacos ha favorecido ahondar en la depresión de las personas más vulnerables, las pobres, las que viven en contextos negativos. Un muy mal viaje…

    ¿No se detectó que parte del problema podía ser la terapia? En muchos casos fue así y me parece bastante grave.
    No puedo verlo como un avance, si no como un agravio detectadñ pero aún no reparadpño.

    Pienso firmemente que los sesgos afectan a las investigaciones en una gran medida, especialmente cuando tratamos sobre la salud.
    Pienso que ciertas terapias empeoran la salud en vez de mejorarla.
    La medicina basada en la evidencia ha de ser así, pero de la mano con la experiencia. Se podía haber evitado.

    Que tenga un buen día.
    Espero que entienda mi postura.

    1. Avatar de José R. Alonso

      Buenos días
      No es que nos hagan más sensibles al entorno, es que actúan directamente sobre nuestras neuronas.
      ¿Qué pruebas tiene de que alguien que reciba un tratamiento empeore? Me parece una afirmación muy arriesgada y no da ninguna evidencia que la apoye. En cualquier caso, para la aprobación de un tratamiento se compara, como comentaba, la sustancia activa y un placebo. Si algunos empeorasen, la diferencia se compensaría o sería negativa y simplemente ese fármaco no se autorizaría. Usted insiste en los tratamientos como algo dañino para el paciente y si así fuera, no estarían disponibles. Hay cantidad de tratamientos y fármacos que no llegan al uso clínico porque no superan los estándares de calidad que exigimos. Y cuando surge uno mejor, más eficaz, con menos efectos secundarios, se abandona el anterior. ¿Es que era malo en sí? No, es que el nuevo es mejor.
      En las investigaciones se intentan evitar los sesgos. Como toda obra humana, puede haber fallos, pero eso no evita que sea la mejor herramienta que hemos puesto en marcha para avanzar, para cuidar mejor nuestra salud, para aumentar la cantidad y calidad de vida.
      Usted da una visión negativa, pero no aporta nada que lo respalde. Yo pienso en que la esperanza de vida pasó en 1900 de 34,7 a 83,5 en la actualidad y pienso que los científicos no lo estamos haciendo mal.
      Un saludo cordial

  3. Avatar de Samu
    Samu

    Buen día.

    Quizás sí suene un poco radical libre mi postura, disculpe. Vengo de confrontar en el último año por encima de nuestras posibilidades.
    «Pienso que ciertas terapias empeoran la salud en vez de mejorarla.» Lo matizo, ciertas terapias pueden empeorar la salud de los pacientes cuando no favorecen cambios sustanciales en el origen de las enfermedades.

    Ciertamente estos fármacos tienen un efecto tremendamente interesante, no bueno ni malo en si mismo salvando los perjuicios secundarios. Aumentan la plasticidad de nuestro cerebro y son efectivos cuando van acompañados de procesos terapéuticos, por ejemplo, cognitivo conductuales. Es lógico inferir que también van a ser efectivos cuando vayan acompañados de procesos perjudiciales. Pueden favorecerse nuevas trampas, nuevos traumas, nuevas profundidades… me parece objetivo que si podemos decir «La terapia acompañada de antidepresivos aumenta su beneficio», podamos decir igualmente «El sufrimiento acompañado de antidepresivos aumenta su perjuicio».

    No digo que esos perjuicios los provoque el tratamiento, claro. Una existencia rota tiene interminables sombras y aristas.
    Tal vez mi crítica pueda centrarla en el enfoque que llevó a pensar que el Prozac tenía un efecto, cuando tenía otro. El efecto de los antidepresivos no cambió, no se mejoró el fármaco si no el conocimiento del mismo, el enfoque y fue por unos pocos científicos que se atrevieron a investigar dónde pocas veces se atreven a investigar, tenga en cuenta el miedo a el ridículo que hay en su campo.

    Así cuando hablo de que un tratamiento puede empeorar la salud igualmente digo que puede beneficiarla, no solo con los antidepresivos.
    Es como decirle a alguien que para recuperarse de una enfermedad se ponga en manos de una terapia farmacológica, pero no decirle que es tanto o más importante que incorpore hábitos saludables en su vida.
    ¿Como elegir el mejor enfoque para que un tratamiento sea efectivo? ¿hay que basarse unicamente en los datos medibles o atender más a la percepción y el modo de vida del paciente?

    Ultimamente le doy vueltas a cómo en esta Pandemia, se manejó tremendamente mal el efecto nocebo.
    Si la sociedad fuera un paciente se le dijo que estaba tremendamente enfermo, que corriera a esconderse hasta que hubiera una vacuna, que cualquiera podría morir o lo que es peor, matar si no lo hacía…
    Es una mala forma de diagnosticar y tratar, lo miremos por donde lo miremos.
    Se mandó un mensaje de Alarma y se generó un flujo de miedo en todos los medios, no lo quepa duda de que las medidas tomadas y los mensajes lanzados han tenido unas consecuencias muy perjudiciales para la salud pública y, como con el prozac, no podemos afirmar del todo que los beneficios superen a los perjuicios. Me parece otro error de enfoque.

    Los científicos no son el problema, es no atender a la opinión del paciente ni a las voces críticas y si me apuro, a terapias y enfoques complementarios. No digo basarnos, digo conjugarlos, pues demasiadas veces nos alertan de efectos perjudiciales que podríamos evitar.
    Como pasa con las consecuencias de las grandes revoluciones científicotecnológicas que han traido efectos no previstos por la comunidad científica como microplasticos everywhere, residuos de la extraccion de recursos y produccion de energía, alienacion audiovisual y perdida cultural, dependencia de fármacos y aumento de la resistencia en patógenos, etc.

    La doble cara de la moneda científica existe, como en el caso de los antidepresivos y creo que ya me extendí lo suficiente.

    Gracias por la conversación.

Muchas gracias por comentar


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