El puente a la felicidad

Donald Dutton y Arthur Aron exploraron qué es lo que nos hace sentirnos atraídos por una persona. Había evidencias previas de que el interés sexual aparecía o se incrementaba con las emociones fuertes, lo que explicaría que las parejas, especialmente en las etapas iniciales de su relación, elijan sitios que generan sensación de peligro, como puede ser la montaña rusa en un parque de atracciones o vayan a ver juntos una película de terror. El etólogo Nikko Tinbergen observó que en diferentes especies de animales se veía una mezcla de comportamientos de cortejo y de agresión y otros autores han indicado la existencia de un fenómeno similar en los seres humanos. Es posible que para nuestro cerebro no sea fácil distinguir emociones fuertes y podemos trasladar la excitación de una modalidad a otra. De hecho, el amor heterosexual se ha visto asociado a situaciones de odio y de dolor, algo que parece claramente contradictorio y quizá tenga que ver con esa atracción por los «malotes», gente que tiene asociado un perfil de peligro y agresividad.

El experimento se llevó a cabo en dos puentes en el norte de Vancouver, Canadá. El puente «experimental» era el puente del cañón del Capilano, un puente colgante de 137 metros de longitud y metro y medio de anchura, construido con tablas unidas por cables de alambre que cruza de un lado a otro el cañón del río Capilano. El puente tiene muchas características que inducen a sentirse tenso como una tendencia a inclinarse y tambalearse, dando la impresión de que uno está a punto de caerse por el costado del puente, pasamanos bajos de cable de alambre que contribuyen a esa impresión de inseguridad y un panorama de rocas y un torrente de agua en el fondo del cañón, 70 metros por debajo, que impresiona a cualquiera que mira para abajo. Muchos de los que cruzan el puente lo hacen asustados, despacio y con cuidado, agarrándose con fuerza a los pasamanos. El segundo puente, que actuaba como puente «control», está en el mismo río, es un sólido puente de madera de cedro, ancho y con unos pasamanos de altura normal y que solo está tres metros por encima del mismo curso de agua, que ahí fluye como un tranquilo riachuelo.

Los sujetos eran varones que visitaban uno de dos puentes y que se ajustaban a los siguientes criterios: tener entre 18 y 35 años de edad e ir sin compañía de una mujer. Si iban en un grupo solo se contactó con uno de ellos. Un total de 85 transeúntes fueron contactados por un atractivo entrevistador masculino o femenino. A medida que los sujetos cruzaban el puente de control o el puente experimental, el entrevistador se acercaba a ellos. Estos entrevistadores no estaban al tanto de la hipótesis experimental para evitar que influyeran sobre los sujetos de los grupos experimental y control.

La entrevistadora femenina explicaba que estaba haciendo un proyecto para su clase de psicología centrado en los efectos de la exposición a lugares escénicos sobre la expresión creativa.

Luego pedía a los potenciales sujetos si podían llenar un breve cuestionario. El cuestionario contenía seis elementos de relleno como edad, educación, visitas previas al puente, etc., en la primera página, mientras que en la segunda se les pedía que escribieran una historia breve y dramática basada en una imagen: una joven mujer cubriéndose la cara con una mano y extendiendo la otra, mientras se ve a un hombre echado en la cama en otra habitación. Esta imagen forma parte de la prueba temática de apercepción (TAT), un tipo de test proyectivo que implica la descripción de escenas ambiguas. Conocido popularmente como la «técnica de interpretación de imágenes», fue desarrollado por los psicólogos estadounidenses Henry A. Murray y Christina D. Morgan en la Universidad de Harvard en la década de 1930. El TAT consiste en mostrar a la gente una serie de tarjetas con imágenes que representan una variedad de personajes ambiguos (que pueden incluir hombres, mujeres y/o niños), escenas y situaciones. Luego se les pide que cuenten una historia lo más dramática posible para cada imagen presentada, incluyendo lo que ha llevado al evento mostrado, lo que está sucediendo en la escena, los pensamientos y sentimientos de los personajes y el resultado de la historia.

Se eligió esta imagen por la carencia de cualquier contenido sexual explícito y si el paseante estaba de acuerdo, se le pedía que rellenara el cuestionario en el propio puente. Posteriormente, las historias eran puntuadas por dos experimentadores, entre 1 y 5 puntos, según su contenido sexual. Así, por ejemplo, una historia con cualquier mención de relaciones sexuales recibía 5 puntos; pero si la referencia más sexual era «novia» recibía una puntuación de 2; «beso» contaba 3; y «amante», 4.

Al completar el cuestionario, la entrevistadora daba las gracias al sujeto y se ofrecía a explicarle en más detalle el experimento cuando tuviera más tiempo.  En este punto, la entrevistadora arrancaba la esquina de una hoja de papel, escribía su nombre y teléfono e invitaba a cada sujeto a llamarla, si quería hablar más. A los sujetos del punte colgante se les dijo que el nombre de la entrevistadora era Gloria y a los sujetos del puente control, que era Donna, para que pudieran ser fácilmente clasificados cuando llamaran.

El procedimiento con el entrevistador hombre era idéntico al anterior y de nuevo se usaron dos nombres ficticios para que si llamaban al supuesto teléfono del entrevistador pudieran ser clasificados con facilidad como pertenecientes al grupo control o al experimental.

Lo primero que se comprobó fue que las sensaciones eran diferentes en los dos puentes. A quince hombres en el puente experimental se les preguntó, «¿Cuánto miedo tendría la persona promedio cuando cruza este puente?». La media fue de 79 sobre 100 puntos, donde 100 era igual a extremadamente asustado.

Los quince hombres del puente control dieron una calificación media de 18 en la misma escala. En respuesta a la pregunta «¿Cuánto miedo sentiste al cruzar el puente?» Los hombres del puente experimental dieron una calificación de 65 y los hombres del puente de control de 3. Por tanto, puede concluirse que la mayoría de la gente estaba muy ansiosa en el puente experimental y muy tranquila en el puente control.

En segundo lugar se estableció el nivel sexual de las respuestas. En el puente colgante, 23 de los 33 varones a los que se acercó la entrevistadora accedieron a rellenar el cuestionario. En el puente control, 22 de 33 estuvieron de acuerdo, cifras por tanto muy similares. De los 45 cuestionarios completados, 7 fueron anulados, porque estaban incompletos o escritos  en un idioma extranjero. En los 38 cuestionarios restantes (20 experimental y 18 de control) se puntuó su nivel de contenido sexual. Los sujetos del grupo experimental obtuvieron una puntuación media de 2,47 y los del grupo de control, una puntuación de 1,41.

En el caso del entrevistador hombre, 23 de los 51 sujetos a los que se acercó en el puente experimental aceptaron rellenar el cuestionario. En el puente control 22 de 42 estuvieron de acuerdo. Cinco de estos cuestionarios fueron excluidos, dejando 20 útiles tanto en el grupo experimental como en el de control que fueron evaluados de la misma manera que los de la entrevistadora. Los sujetos entrevistados por el hombre obtuvieron una puntuación media de imágenes sexuales de 0,80 en el grupo experimental y de 0,61 los del grupo control.

El último indicador de diferencias en el comportamiento fue cuantos hombres aceptaron el número de teléfono y llamaron al entrevistador o entrevistadora después del encuentro en ambos puentes. En el caso de la entrevistadora, 18 de los 23 sujetos del grupo experimental que aceptaron hacer la entrevista aceptaron el número de teléfono de la entrevistadora. En el grupo de control, 16 de 22 aceptaron. Como segunda medida de la atracción sexual se valoró el número de sujetos que llamaron a la entrevistadora. En el grupo experimental 9 de 18 llamaron, mientras que en el grupo control fueron 2 de 16.

En el caso del entrevistador masculino, 7 de 23 sujetos del grupo experimental que aceptaron hacer la entrevista cogieron el número de teléfono del entrevistador. En el grupo control, 6 de 22 cogieron el teléfono. En el grupo experimental, llamaron 2 sujetos mientras que en el grupo control fue solo 1 sujeto.

Por tanto, el contenido sexual de los relatos escritos y la tendencia de los sujetos a intentar un contacto después del experimento con la entrevistadora fueron ambos significativamente mayores en el puente experimental y en el puente control. No hubo diferencias significativas entre ambos puentes en ninguna de las medidas para las personas contactadas por un entrevistador masculino.

La atribución errónea de la excitación es un término psicológico que describe el proceso por el cual las personas se equivocan al asumir lo que les hace sentirse excitadas. Por ejemplo, como en el puente de Capilano, cuando se experimentan respuestas fisiológicas relacionadas con el miedo o la excitación asociada a un concierto, las personas etiquetan erróneamente esas respuestas como atracción romántica. La razón por la que esas sensaciones pueden atribuirse a estímulos incorrectos es que muchos estímulos tienen síntomas fisiológicos similares, como el aumento de la presión arterial o la falta de aliento.

Un ejemplo de los posibles efectos de esta atribución errónea de la excitación es la percepción de una pareja potencial como más atractiva debido a un estado de mayor estrés fisiológico. Se supone que la dosis de adrenalina de la situación de peligro y la actitud cercana de la mujer generaron una fuerte atracción por ella.

Se ha demostrado que, en situaciones de riesgo, la gente tiende a crear vínculos más empáticos con sus allegados. Por supuesto, esto se refiere a riesgos controlados, no a riesgos extremos. Cuando la situación es horrible o causa pánico, el individuo ve a los que le rodean como una amenaza y tiende a rechazarlos. Por último, los investigadores también han descubierto que a las calificadoras excitadas les disgustaba más un confederado poco atractivo que a las que no estuvieran excitadas. Es decir, si eres feo no lleves a esa chica al parque de atracciones ni te pongas a hacer con ella deportes de riesgo.

Para leer más:

  • Dutton DG, Aron AP (1974) Some evidence for heightened sexual attraction under conditions of high anxiety. J Personality Social Psychol 30(4): 510–517.

José Ramón Alonso

CATEDRÁTICO EN LA Universidad de Salamanca

Neurocientífico: Producción científica

ORCIDLensScopusWebofScienceScholar

BNEDialNetGredosLibrary of Congress


2 respuestas a «El puente a la felicidad»

  1. Avatar de Josefa

    No consigo entender que el estudio pueda concluír que tras una emoción fuerte los sujetos han tenido «más interés sexual aparecía o se incrementaba con las emociones fuertes». Puede que no haya leído lo suficiente sobre el estudio, pero creo que la metodología no sostiene la conclusión de que «más interés sexual aparecía o se incrementaba con las emociones fuertes».

    El hecho de que «el contenido sexual de los relatos escritos y la tendencia de los sujetos a intentar un contacto después del experimento con la entrevistadora fueron ambos significativamente mayores en el puente experimental y en el puente control» pueden deberse simplemente a que los hombres sean mayormente heterosexuales y por tanto les resulte más incómodo expresarse sexualmente ante otros hombres desconocidos. Y de ser heterosexuales probablemente ello influiría en que no hayan llamado al entrevistador. Habría que simplificar el experiemento e indagar qué piensa un hombre cuando una mujer le da su teléfono y que piensa cuando se lo da otro hombre más allá de cualquier puente.

    En todo caso, la muestra es escasamente significativa -desde mi punto de vista- pero me lleva a interpretar que los sujetos más abiertos a experimentar situaciones de riesgo (eligen el puente experimental) han sido más proclives a contactar con una desconocida (no así con un desconocido). Los sujetos con perfiles menos proclives a experimentar situaciones de riesgo (han elegido el puente control) han respondido de forma más moderada.

    Creo que para medir si se da esa»atracción por los «malotes», gente que tiene asociado un perfil de peligro y agresividad» debería haberse medido en el estudio la peligrosidad de los entrevistadores que obviamente habría (o ha) influido en las respuestas de contenido sexual y en las posibles llamadas a posteriori.

    1. Avatar de José R. Alonso

      Son comentarios muy acertados. Evidentemente es un estudio pionero que ha abierto la puerta a otros trabajos y líneas de investigación (es muy citado). Está claro que es posible que algunos de los hombres sean homosexuales y esa variable no ha sido descartada y también la muestra no es abundante. Lo de la atracción por los malotes no es abordado en este estudio. Gracias por su comentario

Muchas gracias por comentar


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