El primer experimento científico que recuerdo haber realizado fue en el parque de la calle 86. Los parques de Central Park tenían barandillas verticales y a la madura edad de tres años tuve curiosidad por saber si mi cabeza cabría a través de la barandilla. Así que hice el experimento y me quedé atascada. Este fue un momento que definió mi vida, porque mientras estaba allí con mi cabeza entre los barrotes me sentí increíblemente estúpida, porque me di cuenta de que podría haber usado mis manos para medir la distancia.
Sus padres promovieron la base de toda la ciencia, el placer de aprender.
Mis padres no hicieron nada en particular por intentar enseñarme a leer antes de empezar la escuela, y en primer curso nos enseñaron a memorizar palabras con los ahora famosos libros de “Dick, Jane, Spot”.
Cualquier aspiración científica que tuviera antes de ir a la universidad se apagó con el fragor político de la época. Las manifestaciones por la igualdad racial y las campañas de registro de votantes la llevaron a soñar con ser abogada de derechos civiles, así que su opción en la universidad fue una mezcla de derecho y ciencia política.
En 1969, Marder comenzó el doctorado en la Universidad de California, San Diego. Fue allí donde su camino se cruzó por primera vez con el sistema estomatogástrico y ganglionar del bogavante. Esta red neuronal comprende sólo 30 neuronas que controlan los músculos del intestino de los bogavantes y otros crustáceos, permitiéndoles moler la comida con los «dientes» gástricos antes de pasarla por su tracto digestivo.
La ventaja del sistema estomatogástrico (STG) es que una vez extraído del animal y colocada en una placa de Petri, esta red de treinta neuronas dispara rítmicamente al ritmo de su propio marcapasos durante horas, sin ninguna entrada exterior.
Durante los siguientes años, mientras completaba su doctorado en la UCSD y sus estudios postdoctorales en la Universidad de Oregón en Eugene y la Ecole Normale Superieure en París, Francia, Marder comenzó a hacer algunos descubrimientos notables e innovadores. En ese momento, los científicos creían que las conexiones en los circuitos neuronales estaban organizadas para producir un patrón de salida y ese patrón era el sustrato del comportamiento. En otras palabras, había unas entradas, un procesado por el circuito neuronal y una salida fija, única y predecible. Marder descubrió, sin embargo, que lejos de ser fijo, el STG era notablemente plástico. Podía alterar tanto sus parámetros como su función en respuesta directa a varias moléculas, y lo hacía manteniendo su integridad básica.
Incluso entonces, tuve la intuición de que había conocimientos que se obtendrán tratando de entender la coreografía de transmisores (y ahora moduladores) en circuitos funcionalmente activos. Hasta el día de hoy, mi laboratorio continúa trabajando en estas cuestiones.
Ha sido pionera en la expansión de la neurociencia teórica, que utiliza herramientas informáticas y matemáticas para modelar lo que hacen los sistemas nerviosos y cómo funcionan. Como parte de este esfuerzo, desarrolló, junto con el doctor Larry Abbott de la Universidad de Columbia, una importante herramienta experimental conocida como la pinza dinámica («dynamic clamp»), que permite a los científicos introducir en las neuronas biológicas parámetros sinápticos u otras conductas modeladas matemáticamente o puestas a punto en redes neuronales artificiales.
Más recientemente, Marder ha estado investigando cómo los circuitos neuronales mantienen la estabilidad, u homeostasis, durante largos períodos de tiempo a pesar del constante reemplazo de las proteínas de los canales iónicos que dan a las neuronas sus características propiedades de excitabilidad. En sus palabras: «Es un problema fascinante tratar de averiguar cómo se puede mantener esa maquinaria funcionando perfectamente durante años y años mientras se reconstruye constantemente sin que la maquinaria cometa demasiados errores».
En la autobiografía que escribió con motivo del premio Kavli, Marder se despedía:
He estado en la Universidad de Brandeis durante 38 años. Me he quedado en gran parte debido a mis colegas, que son traviesamente inteligentes, compasivos, tienen un gran sentido del humor y comparten la opinión de que la creación de nuevos conocimientos es una de los más importantes empeños de los humanos. A veces, cuando vuelvo a las salas de registro y veo las grabaciones de los ritmos de nuestros preparados me encuentro en el mismo estado de asombro que sentí por primera vez como una doctoranda principiante. Asomarse a los misterios de la vida nunca envejece.
Para leer más:
- Ganguli I (2007) Neuroscience: A gut feeling. Nature 450 (7166): 21-23.
- Marder E Autobiography. http://kavliprize.org/sites/default/files/EVE%20MARDER%20%20AUTOBIOGRAPHY.pdf
- Marder E, Calabrese RL (1996) Principles of rhythmic motor pattern generation. Physiol Rev 76 (3): 687–717.
- Eve Marder. The Gruber Foundation. Universidad de Yale. https://gruber.yale.edu/neuroscience/eve-marder
Una respuesta a «Las bogavantes no son solo comida»
Fascinación por el circuito neuronal!!!