El niño perdido de la Psicología

John Broadus Watson (1878-1958), fundador de la escuela conductista, fue uno de los psicólogos más importantes del siglo XX. Al parecer Watson se planteaba si los mismos procesos de condicionamiento que Pavlov había demostrado con perros, funcionarían de manera similar en un ser humano y si el miedo era una respuesta innata o podía inducirse. En un momento determinado, Watson decidió que tenía que llevar sus ideas a la práctica y puso en marcha junto a una joven estudiante de doctorado llamada Rosalie Rayner, uno de los experimentos de peor fama de la historia de la Psicología: el del pequeño Albert. El objetivo general era comprobar si se podía generar una emoción fuerte de novo para lo que decidieron generar una fobia condicionada en un niño pequeño que no tenía miedo previo al agente causal y que era emocionalmente estable. El trabajo buscaba respuestas a tres interrogantes:

  1. ¿Puede condicionarse a un niño para que sienta un temor que antes no sentía?
  2. ¿Se transferirá tal miedo a otros animales u objetos con cierta similitud?
  3. ¿Cuánto persistirá ese condicionamiento?

Albert B. era un niño de 9 meses y 9,5 kilos criado en el hospital donde su madre trabajaba de ama de cría. Era común en la época que muchas de ellas llevaran sus hijos a las clínicas donde trabajaban alimentando en esa época pre-biberón a los bebés allí internados, primero por no dejarlos solos en casa y segundo porque también tenían que darles a ellos el pecho a sus horas.

Lo primero que hicieron Watson y Rayner fue establecer el nivel basal emocional de Albert. Para ello le expusieron a una serie de estímulos novedosos entre los que había animales vivos, máscaras, algodón, lana, un periódico quemado y otros. El niño no mostró miedo a ninguno. Entonces colocaron a Albert en un colchón sobre una mesa, pusieron a su lado una rata albina de laboratorio y le dejaron jugar con ella. Al poco tiempo, el niño intentaba cogerla. A continuación, colocaron una barra de hierro detrás del niño y cuando acercaba su mano a la rata, golpeaban el metal con un martillo. El pequeño Albert se asustaba con el ruido y empezaba a llorar. Tras siete repeticiones, probaron a ponerle solo la rata y mostraba claras señales de miedo, se negaba a acercarse a la rata y quería irse de allí. En el artículo lo cuentan así: «el bebé empezaba a llorar. Casi instantáneamente empezaba a alejarse gateando tan rápidamente que hubo que agarrarlo con dificultad antes de que llegara al borde de la mesa». Por tanto, la respuesta incondicionada al ruido se había convertido en una respuesta condicionada a la rata. También vieron que la sensación de terror se generalizaba a otros animales y objetos que tuvieran pelo incluyendo un perro, un conejo, un paquete de algodón en rama, el abrigo de piel de foca de Rosalie y al propio Watson disfrazado con una máscara barbuda de Santa Claus. El pequeño Albert se alejaba tanto como podía de aquellos estímulos peludos y rompía a llorar. Con respecto a la persistencia del condicionamiento, las respuestas se mantuvieron durante un mes, momento en el cual la madre de Albert se llevó al niño. Watson no hizo ningún intento de deshacer el condicionamiento y declaró que era muy probable que el miedo «se mantuviese indefinidamente». Los resultados del experimento se publicaron en el número de febrero de 1920 del Journal of Experimental Psychology.

Aunque el experimento tenía graves problemas de diseño y nunca se ha vuelto a repetir, se considera un clásico de la historia de la Psicología. Para muchos, los datos de Watson y Rayner entran en la categoría de resultados «interesantes pero ininterpretables» y el experimento del pequeño Albert tuvo una derivada inesperada: Watson inició una relación con Rosalie Rayner. El escándalo saltó a la prensa, Rayner era de una de las familias más poderosas de Baltimore y la Universidad Johns Hopkins le pidió a Watson que dejara su puesto. Los dos abandonaron la universidad y se casaron poco después. Watson empezó a publicar en revistas populares como Cosmopolitan y Harper’s y a salir en distintos programas de radio, lo que le dio notoriedad aunque él lo hacía por la difícil situación económica en la que había quedado. Gracias a los contactos de un colega, empezó a trabajar en la agencia de publicidad J. Walter Thompson. En dos años ascendió a la vicepresidencia de la empresa con un salario y beneficios que multiplicaba por mucho su buen sueldo de la universidad —sería equivalente a un millón de dólares al año actuales— y abrió a los psicólogos una importante salida laboral: entender porqué elegimos un producto ya sea un candidato electoral o una marca de champú.

Es difícil estar seguro de lo que ocurrió exactamente durante el experimento de Little Albert, ya que faltan pruebas concretas y registros científicos. Aunque se filmó una película durante el experimento, los libros de texto interpretan la película de manera diferente. Varias fuentes dan relatos contradictorios de los eventos que tuvieron lugar, y plantean preguntas acerca de qué estímulos exactamente se utilizaron, cuáles fueron los que asustaban al bebé, y qué le pasó al niño después del experimento. Se dijo que la mayoría de los libros de texto «adolecen de inexactitudes de varios grados» al referirse al estudio de Watson y Rayner. Los textos a menudo tergiversan, exageran o minimizan el nivel de los miedos post-condicionamiento de Albert.

Las principales críticas al estudio del pequeño Albert son por los aspectos éticos. En la actualidad se considera poco ético evocar reacciones de miedo en los seres humanos en circunstancias de laboratorio, excepto cuando el participante ha dado su consentimiento informado para ser aterrorizado a propósito como parte del experimento. Las normas dictan que los experimentos no deben causar a los participantes humanos angustia innecesaria o daños físicos de ningún tipo y el bienestar de estos voluntarios debe ser siempre la consideración primordial en cualquier forma de investigación, en especial en el caso de grupos especialmente protegidos, como los niños. Aunque es probable que la asociación entre los objetos peludos y los ruidos fuertes se extinguiera más tarde, el experimento se consideraría inadecuado en la actualidad y la legislación vigente incluye normativa para prevenir investigaciones potencialmente dañinas como ésta. De hecho, fue ya controvertido en su momento, hace más de un siglo en la actualidad. No está claro que la madre diera su consentimiento e incluso si lo hubiera hecho su libre voluntad era cuestionable porque trabajaba en un puesto subalterno en el propio hospital. Watson puso alguna de sus dudas por escrito «al principio había una duda considerable por nuestra parte en hacer la prueba… Hay una cierta responsabilidad asociada ante un procedimiento de este tipo», pero se tranquilizaba a sí mismo indicando «que estos vínculos aparecerán en cualquier caso tan pronto como el niño deje el ambiente protegido de la guardería por el jaleo y las tensiones del hogar».

Otras críticas se derivan de la salud del niño y depende de la identificación del pequeño Albert, un tema que ha sido objeto de discusión en los últimos años. Por eso se le ha llamado el niño perdido de la Psicología. Para algunos autores el bebé estudiado era Douglas Merritte y no era «sano» y «normal», como se afirma en el estudio, sino que estaba muy enfermo y había mostrado síntomas de hidrocefalia desde su nacimiento. Según sus familiares nunca aprendió a caminar o a hablar más tarde en la vida y moriría cinco años después del experimento debido a complicaciones de su enfermedad congénita. Estos autores afirman que los autores del estudio eran conscientes del grave déficit cognitivo del niño, su comportamiento anormal y su inusual llanto frecuente, pero continuaron adelante y generalizaron sus hallazgos a los niños sanos, algo que si fuese cierto sería un fraude académico. Estas acusaciones han sido cuestionadas en otro artículo que afirma que el niño era en realidad William (llamado Albert por su familia) Barger, y que estaba sano. Barger murió a los 87 años en 2007 sin que fuera identificado ni se hiciera ningún seguimiento sobre él.

Su familia no había oído hablar de esta historia, pero se piensa que si hubiese sido él el pequeño Albert probablemente él mismo no lo hubiera sabido nunca. Según su sobrina, no obstante, una peculiaridad de su tío es que no le gustaban nada los perros.

Para leer más:

  • Fridlund AJ, Beck HP, Goldie WD, Irons G (2012) Little Albert: A neurologically impaired child. Hist Psychol 15(4): 302–327.
  • Harris B (1979) Whatever happened to little Albert. Amer Psychol 34(2):151-160. 
  • Powell RA, Digdon N, Harris B, Smithson C (2014) Correcting the record on Watson, Rayner, and Little Albert: Albert Barger as «Psychology’s lost boy»». Amer Psychol 69 (6): 600–611.
  •  Watson JB, Rayner R (1920) Conditioned emotional reactions. J Exp Psychol 3 (1): 1–14.

José Ramón Alonso

CATEDRÁTICO EN LA Universidad de Salamanca

Neurocientífico: Producción científica

ORCIDLensScopusWebofScienceScholar

BNEDialNetGredosLibrary of Congress


6 respuestas a «El niño perdido de la Psicología»

  1. Avatar de ENRIQUE PEDRO SANDOVAL LOBATO
    ENRIQUE PEDRO SANDOVAL LOBATO

    Un artículo y un «trabajo» muy cruel y muy inhumano. Leo sus publicaciones. No entiendo el próposito de esta. Es desagradable.

    1. Avatar de José R. Alonso

      Es parte de nuestra historia y tiene más de cien años. Quizá la forma de que no se repitan estas cosas es educar sobre ellas. El propósito es enseñar, aprender, compartir. Siento que usted lo valore como desagradable. Un saludo cordial

      1. Avatar de Enrique P Sandoval
        Enrique P Sandoval

        Gracias!!
        ¿Tiene alguna publicación sobre el efecto del confinamiento en niños y en niños von autismo?
        Saludos

  2. Avatar de Adalberto
    Adalberto

    Gracias.
    Siento que toda aportación histórica es válida, ya que muchas veces desconocemos algunos rasgos de la psicología conductual.
    Saludos y felicitaciones por sus publicaciones.

  3. Avatar de Alfonso Rodriguez Fidalgo
    Alfonso Rodriguez Fidalgo

    Cuantas inhumanidades se han realizado tomando en vano el nombre de la ciencia!,

Responder a ENRIQUE PEDRO SANDOVAL LOBATOCancelar respuesta


Artículos relacionados

Descubre más desde Neurociencia con el Dr. José Ramón Alonso

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo