Imaginemos nubes dulces y esponjosas, Sí, esa golosina tierna que se deshace en la boca. Con esta chuche tan atractiva se planteó un experimento con niños pequeños que ya es un clásico. Lo veremos con detalle, pero también analizaremos un estudio que, a partir de él, llega a un resultado muy interesante: los niños tienen mejor autocontrol cuando colaboran con un compañero. Es decir, tienen más probabilidades de frenar un primer impulso y retrasar una gratificación cuando confían unos en otros para obtenerla multiplicada. La fuerza de voluntad de cada uno se vuelve más firme cuando se comparte esa determinación para conseguir un objetivo. Si, además, el objetivo supone un desafío, la perseverancia del equipo aumenta. Estos tres hallazgos obtenidos a partir de investigaciones rigurosas nos proporcionan a los educadores una evidencia sencilla para valorar de manera positiva el trabajo colaborativo.
Si tenemos niños cerca habremos visto que para ellos una de estas nubes de azúcar es una tentación difícil de resistir.
Esto nos indica que los niños, una parte significativa de ellos al menos, tienen capacidad para retrasar la recompensa lo que evidencia un desarrollo en su forma de pensar que les ayudará en la toma de decisiones. Son funciones ejecutivas: juicio crítico, control de impulsos, planificación, comportamiento basado en objetivos. Es parte de la vida cotidiana: si tenemos un examen mañana, hay que dejar las pantallas, no salir con los amigos, encerrarse en casa, suprimir la recompensa inmediata a cambio de la recompensa a largo plazo: un resultado positivo, unas buenas notas, unas felices vacaciones. Visión de futuro frente a inmediatez. Esfuerzo frente a placer. Razonamiento frente a instinto.
Para obtener este resultado, los investigadores tomaron una muestra de 200 niños de 5 o 6 años y pusieron a los participantes en habitaciones separadas. Colocaron una de estas nubes dulces y blanditas frente a cada uno de los niños. El grupo de los solitarios lo formaban niños aislados frente a su chuche como en el experimento clásico. En el grupo de las parejas había niños también aislados, pero a los que se les había dicho que contaban con un amigo con nombre y apellidos, en otra sala, que realizaría la prueba como él; es decir, este grupo lo formaban parejas de compañeros que no estaban en contacto físico pero compartían una tarea.
A los niños en esta última condición cooperativa se les dijo que para conseguir una segunda nube tendrían que esperar los dos sin lanzarse a por la primera. El profesor salió de la habitación y ¿qué pasó? Podríamos suponer que las probabilidades de éxito disminuyeran al ser ahora dos niños tentados, expuestos al dulce; alguno caería. Pues bien, en esta condición de interdependencia el porcentaje de niños que esperaron el regreso del investigador con la segunda chuche fue del 35%, mayor que en el grupo de los solitarios, 20%.
Puesto que los niños no podían verse o comunicarse entre sí, estos resultados ponen de manifiesto las fuertes consecuencias motivacionales que el simple hecho de estar en un contexto cooperativo tiene para los muchachos desde edades muy tempranas.
Este hallazgo pone de manifiesto que los niños están más dispuestos a retrasar la gratificación por razones cooperativas que por objetivos individuales. Los cerebros humanos están preparados, desde fases tempranas, para el trabajo en grupo. Hay un compromiso mayor en una tarea que requiera posponer una gratificación inmediata y personal para alcanzar una que se realiza en equipo. Para que esta interacción sea eficaz, tanto a pequeña escala, proyectos escolares en grupo, como en la búsqueda de metas comunes en colectivos más amplios, es necesario regular el impulso del logro inmediato, individual y más competitivo. Estos éxitos sociales, muy valiosos a largo plazo, benefician a un grupo en el que todos cooperan para conseguir un éxito como equipo.
Desde nuestra perspectiva de educadores, esta habilidad para posponer la recompensa es crucial en el desarrollo social y cognitivo de los niños. Ya por sí misma constituye una capacidad importante que se puede entrenar y favorece la activación del sistema racional de nuestro cerebro.
Con todo, tenemos que ser conscientes de que a pie de aula o en un equipo de investigación, en un departamento de empresa o al hacer un rompecabezas entre varios, no todo son ventajas. Enumeramos someramente los beneficios de este método de trabajo, citamos los inconvenientes y enunciamos una lista con algunas soluciones para solventarlos.
Las posibles ventajas son:
- Mayor eficiencia.
- Fomento de las habilidades sociales.
- Valoración de la diversidad.
- Fluidez del intercambio de información.
- Impulso de la autoevaluación.
- Aportación de nuevas ideas, creatividad.
- Aumento de la motivación.
- Compromiso ante el desafío.
- Y la más importante, sentimiento de grupo, de equipo, de comunidad.
Los posibles inconvenientes son:
- Mala planificación.
- Falta de compromiso.
- Parasitismo de algún miembro del equipo.
- Desacuerdos.
- Tiempos muertos.
- Ritmos diferentes.
- Poca comunicación.
- Incapacidad para seguir este método.
Algunas soluciones a explorar:
- Cuidar la planificación y la estrategia de trabajo.
- Mantener un entorno agradable, amplio, idealmente con varios profesores atentos a los grupos.
- Valorar si el método es el mejor para el contenido que se quiere aprender.
- Asegurar que cada participante tenga una visión global del proyecto.
- Confiar en cada alumno y promover la confianza entre ellos.
- Solucionar de manera ágil, rápida y eficaz los desequilibrios entre los participantes.
- Evitar malentendidos.
- Facilitar los recursos necesarios.
- Fortalecer la comunicación asertiva.
- Respetar puntos de vista diferentes
- Procurar que exista la motivación adecuada y que el desafío sea razonable.
- Reconocer el esfuerzo de cada alumno que aporta y aprende.
Incluso con las posibles desventajas del trabajo colaborativo, todos estamos de acuerdo en que hay recompensas que se duplican si resistimos la tentación de un éxito inmediato, si entrenamos la paciencia y regulamos el instinto. En muchas ocasiones hemos comprobado que colaborar proporciona grandes satisfacciones que se reflejan en logros compartidos. Además, tenemos claro que si el objetivo supone un reto para el equipo, éste es capaz de superar dificultades y conseguir metas. Entonces, con todos estos argumentos que implican tiempo, aprendizaje y esfuerzo, ya tenemos la respuesta a la pregunta del título.
Referencias:
- Koomen R, Grueneisen S, Herrmann E (2020). Children Delay Gratification for Cooperative Ends. Psychological Science Jan 9:956797619894205. DOI: 10.1177/0956797619894205
- Mischel W, Ebbesen EB (1970). Attention in delay of gratification. Journal of Personality and Social Psychology, 16(2), 329–337. DOI: 10.1037/h0029815
3 respuestas a “¿Merece la pena esperar?”
Me llama la atención que lo consigan aún sin estar en contacto, ni siquiera a visual, con el compañero que está en la otra habitación. Solo con saber que hay otro compañero con el que comparten el desafío ya les vale!!
Así es. No hace falta estar viéndose el uno al otro, sino tan solo saber que comparten tarea y objetivo. Un saludo cordial
[…] versión de este artículo fue publicada en el blog de José Ramón Alonso, […]