La discalculia afecta a entre un 3 y un 6% de la población. Causa problemas significativos en el rendimiento académico o laboral y en las actividades diarias. Las personas con discalculia no consiguen dominar las matemáticas a pesar de tener habilidades cognitivas normales en otras asignaturas. La probabilidad de que un niño con discalculia reciba un diagnóstico y apoyo en el centro educativo es cien veces menor que la de un niño con dislexia, aunque se piensa que la probabilidad de estar afectado por una u otra es similar. Los niños con discalculia también tienen una incapacidad persistente para almacenar información aritmética básica en la memoria a largo plazo, dificultad para entender magnitudes asociadas a palabras y números, y tienen un retraso en el aprendizaje de los procesos aritméticos.
Hasta ahora se consideraba que la discalculia era una condición de por vida, un problema que se podía intentar mitigar con distintas estrategias pero del que no se conseguía salir. Sin embargo, un trabajo reciente publicado por Michels y su grupo (2018) ha mostrado en primer lugar que los niños con discalculia del desarrollo muestran una hiperconectividad anormalmente alta en las regiones frontales, parietales, temporales y visuales antes del entrenamiento; en otras palabras, activan demasiadas regiones cerebrales cuando intentan ordenar los números.
Los autores estudiaron un grupo de niños con desarrollo normotípico (n=16, edad media 9,5 años) y un grupo similar de niños (n=15, edad media 9,5 años) con discalculia emparejados por edad, sexo y preferencia de mano. Aunque el entrenamiento de conducta puede reducir estos déficits, no estaba claro si había un sustrato neuronal que muestre una reorganización funcional y normalización debida a ese entrenamiento. Los niños tenían que hacer una tarea de ordenador al mismo tiempo que se les hacía una resonancia magnética funcional, antes y después de 5 semanas de entrenamiento con línea numérica. Tras controlar para edad y cociente de inteligencia, los niños con discalculia mostraban hiperconectividad, una diferencia en las resonancias magnéticas que desapareció con el entrenamiento. Por otro lado, el estudio puso de manifiesto que al mismo tiempo se producía una mejora funcional de los niños con discalculia; es decir, sus habilidades matemáticas mejoraron.
El entrenamiento fue el mismo para los niños con discalculia y los normotípicos. De esta manera los investigadores podían valorar si los niños con discalculia superaban sus dificultades con las operaciones numéricas y matemáticas y, ver si los normotípicos se beneficiaban del tratamiento también. Los niños practicaban 15 minutos al día durante 5 días a la semana y un total de 5 semanas usando el programa Rescue Calcularis. El programa usa un cronómetro para controlar el tiempo de actividad y presenta una línea de números que busca mejorar la representación espacial de las cantidades y automatizar el acceso a la línea de números mental. Los objetivos son mejorar la asociación entre representaciones de números en un espacio, la comprensión de la ordinalidad y fomentar las habilidades aritméticas. En la parte de debajo de la pantalla hay una línea que va del 0 al 100 mientras que en la parte superior de la pantalla aparece un cohete que lleva un número, un problema de suma o resta o un grupo de puntos.
Estas actividades son especialmente útiles para los niños pequeños pero también ayudan a fomentar la confianza con las matemáticas en los de más edad. Igual que hacemos con la lectura, no debemos pensar que mejorar las habilidades matemáticas de un niño es responsabilidad exclusiva de escuelas y docentes. El diagnóstico temprano de la discalculia es particularmente importante porque si no se asientan bien las bases de las matemáticas, será difícil incorporar nuevos conocimientos más complejos y eso lleva a cierta frustración, a actitudes negativas hacia las matemáticas y a un rechazo general de la escuela. Un factor clave, como en otros trastornos que afectan al desarrollo neural, es iniciar una intervención temprana cuando se sospeche una discalculia. Algunos signos típicos que pueden servir de alerta para los padres son usar los dedos para contar, incluso para operaciones aritméticas muy simples; tener que hacer un esfuerzo para recordar algunos datos numéricos, como horas a las que se ha quedado; tener problemas para usar calendarios y relojes; presentar dificultades para ordenar cronológicamente sucesos del pasado y para seguir instrucciones secuenciales y, finalmente, tener dificultades para aprender operaciones y fórmulas matemáticas.
El estudio con neuroimagen ha permitido saber más del sustrato neurobiológico de la discalculia.
Los déficits cognitivos con las matemáticas no deben estudiarse solo buscando alteraciones en las respuestas cerebrales locales sino también en las propiedades de redes neuronales mucho más amplias ya que el procesamiento aritmético se basa en una coordinación de múltiples regiones cerebrales. Para eso es fundamental disponer de conexiones rápidas y adecuadas entre las diferentes regiones cerebrales para una transferencia y mantenimiento eficaz de la información durante el procesamiento de los números y el cálculo.
Diversos trastornos del neurodesarrollo coinciden frecuentemente en la misma persona, por lo que los niños con autismo, TDAH o dislexia deberían ser examinados para comprobar que no tienen discalculia. Una investigación llevada a cabo en niños en la escuela primaria encontró que entre los niños identificados como potencialmente con discalculia, el 81% habían tenido un diagnóstico previo de algún otro trastorno del neurodesarrollo.
El número de niños y niñas con discalculia es similar, algo mayor en niñas que en niños. Eso lo diferencia de otras condiciones que son mucho más comunes en un sexo que en otro. En algunos estudios sobre la dislexia, por ejemplo, se ha encontrado que era el doble de frecuente en niños que en niñas mientras que los trastornos del espectro del autismo son cuatro o cinco veces más frecuentes en niños que en niñas.
La discalculia es raramente diagnosticada y ha sido mucho menos comprendida y abordada que la dislexia. La razón de esta diferencia es posible que se deba a que haya un menor conocimiento entre los docentes y eso haga que sientan menos confianza a la hora de identificar un caso de discalculia. Además, puesto que es común que esos niños tengan otro diagnóstico más habitual, como TDAH, eso hace que este último sea considerado el responsable de todas las dificultades y sea también el principal objetivo de la intervención. El resultado es que cualquier dificultad de aprendizaje es vista como consecuencia de ese problema inicial con la atención y a eso se suma una idea general de que las matemáticas son algo difícil, desagradable, y que no se le puede dar bien a todo el mundo. Hacen falta también políticas educativas generales que promuevan un mayor conocimiento, diagnóstico e intervención con la discalculia. Hasta que no seamos conscientes de que hay una parte importante de la población afectada, no nos pondremos a intentar buscar explicaciones, apoyos y soluciones.
Para leer más:
- Cohn R (1968) Developmental dyscalculia Pediatr. Clin. North Am. 15 (3): 651-668.
- Geary D, Berch D, Koepke KM (2019) Cognitive Foundations for Improving Mathematical Learning. Academic Press,
- Michels L, O’Gorman R, Kucian K (2018) Functional hyperconnectivity vanishes in children with developmental dyscalculia after numerical intervention. Developmental Cognitive Neuroscience 30: 291-303.
5 respuestas a «Salir de la discalculia»
Muy interesante. Gracias por toda la información que envías.
Muchos saludos, Pilar
[…] a través de Salir de la discalculia — Neurociencia […]
Excelente artículo. Gracias por.publicarlo.
Muchas gracias por la información.
El programa al que hace referencia he visto que está en Inglés, Francés y Alemán. Sabe usted si hay posibilidad de acceder a él en español? Yo puedo acompañar a mi hijo para que lo entienda pero me gustaría más si lo pudiera entender él solo.
gracias
A donde puedo ir por ayuda o tratamiento si tengo discalculia y soy adulta?