DDT y autismo

El DDT o diclorodifeniltricloroetano es un insecticida, tristemente famoso por su negativo y persistente impacto ambiental. A pesar de su justificada mala fama, su efecto sobre el control de plagas fue clave para limitar el contagio de paludismo y tifus durante la II Guerra Mundial y el químico suizo Paul Hermann Müller, que lo puso a punto como insecticida, recibió el premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1948 por descubrir su eficacia para el control de plagas.

Desde 1970 el DDT ha sido prohibido en los países desarrollados hasta terminar siendo objeto de una exclusión global aunque aun se sigue usando, en particular en países asiáticos como India y Corea del Norte y en algunos países africanos, donde es la mejor opción disponible para el control de los mosquitos, el animal que más seres humanos mata cada año. El mayor problema es su persistencia, se mantiene en el suelo y el agua durante décadas, se acumula en plantas y en los animales que las consumen y en los que comen a estos. Uno de los aspectos que causaron más revuelo en relación con el DDT fue un estudio canadiense que demostró su concentración en la leche materna, el mejor alimento para un recién nacido. En la actualidad se puede considerar que todo el planeta está contaminado con DDT, está presente en nuestros tejidos y sus metabolitos, como el DDE (diclorodifenil dicloroetileno), pasan al feto durante el embarazo.

Los policlorobifenilos (PCB) o bifenilos policlorados son un grupo de 209 compuestos organoclorados, que poseen una estructura química similar y se presentan en una variedad de formas que va desde líquidos grasos hasta sólidos cerosos. Son utilizados como intercambiadores de calor y fluidos en sistemas eléctricos. Al igual que el DDT tienen una amplia difusión en el medio ambiente, ya sea por vertido directo a partir de industrias que los utilizan o por combustión y vertido a aguas marinas y continentales de desechos contaminados. Los PCB se encuentran también en diferentes productos como la leche y sus derivados, y en distintas partes del cuerpo, en particular el tejido adiposo y órganos con alto contenido graso como el cerebro y el hígado. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) considera la familia del PCB como uno de los doce contaminantes más nocivos fabricados por el ser humano. La legislación actual limita el uso de estos compuestos y su fabricación está prohibida en casi todo el mundo.

La OMS considera que el autismo, a nivel global, aparece en 1 de cada 160 niños. La causa no se conoce con exactitud pero hay un consenso en la comunidad científica de que tiene una base genética compleja sobre la que actuarían diversos aspectos ambientales, que actuarían como elementos disparadores. Eso explicaría que en ocasiones personas con una misma genética, gemelos monocigóticos, uno desarrollara autismo y el otro, no.

Un estudio publicado en el American Journal of Psychiatry ha examinado la exposición de madres a distintas sustancias químicas incluyendo el DDT y los PCB, utilizando muestras de sangre de más de un millón de mujeres finlandesas embarazadas entre 1987 y 2005 en la llamada Cohorte de Maternidad Finlandesa, que representa en torno al 98% de las mujeres embarazadas en el país en esos años.

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Encontraron que unos 1.300 niños nacidos de esos embarazos habían sido diagnosticados con autismo y compararon 778 de ellos, junto con sus madres, frente a otras 778 parejas madre-hijo sin diagnóstico de autismo, ajustando cuidadosamente para las comparaciones algunas variables como lugar y fecha de nacimiento, sexo del niño y lugar de residencia.

El resultado más importante es que las madres embarazadas con niveles altos de exposición al DDT, tienen una probabilidad mayor (132%) de dar a luz a un niño que posteriormente será diagnosticado con un trastorno del espectro del autismo (TEA). La probabilidad de autismo con discapacidad intelectual se incrementaban a más del doble (221%) cuando los niveles de DDE en la madre estaban en el primer cuartil (superior al percentil del 75%).  La diferencia persistía incluso ajustando algunas variables que podían enmascarar los resultados tales como edad de la madre o historial psiquiátrico.

Estos resultados no implican que el autismo sea causado por el DDT pero requieren investigar si existe algún mecanismo por el cual este pesticida pueda relacionarse con los trastornos del espectro del autismo. No había relación entre los PCB y el autismo.

Había datos previos que relacionaban tanto el DDT como los PCB con distintos tipos de cáncer y se ha sugerido que estos productos químicos podrían afectar el desarrollo cerebral y a los procesos cognitivos en la infancia temprana. Sin embargo, la mayoría de esos estudios se han realizado asumiendo la exposición por la cercanía de las poblaciones a lugares contaminados sin medir la concentración de cada producto químico en las personas afectadas y, en particular, en las mujeres embarazadas.

Brown, el primer autor del trabajo, ha propuesto dos hipótesis de cómo podría el DDT aumentar el riesgo de autismo. Una posibilidad es que la exposición al DDT causa menor peso en los recién nacidos y nacimientos prematuros, dos aspectos que son factores de riesgo en el autismo. Por otro lado, el DDT se une a unas proteínas, los receptores de andrógenos, que permiten a las células responder a la testosterona y a otras hormonas (los PCB no se unen a los receptores de andrógenos). Investigaciones en roedores han demostrado que algunas sustancias químicas que se unen a los receptores de andrógenos alteran el desarrollo cerebral fetal, en especial en niños, que tienen una probabilidad mayor de ser diagnosticados con TEA que las niñas.

Aunque los resultados parecen sugerir una relación entre autismo y exposición al DDT, el riesgo de tener un niño con TEA es bajo, también entre las mujeres con niveles altos de exposición a DDT. Es posible que pueda haber un efecto acumulativo de distintas sustancias químicas e incluso que las interacciones entre varias de ellas generen un efecto mucho mayor. También es posible que el DDT pueda tener un efecto negativo sobre los niños afectados pero sin llegar a un diagnóstico de TEA. Jonathan Chevrier, un epidemiólogo de la Universidad McGill de Montreal (Canadá), está haciendo un seguimiento de 700 niños sudafricanos, un país que sigue utilizando el insecticida, para ver si hay una relación entre discapacidad intelectual y DDT.

Para leer más:

  • Brown AS, Cheslack-Postava K, Rantakokko P, Kiviranta H, Hinkka-Yli-Salomäki S, McKeague IW, Surcel HM, Sourander A (2018) Association of Maternal Insecticide Levels With Autism in Offspring From a National Birth Cohort. Am J Psychiatry Aug 16:appiajp201817101129.

José Ramón Alonso

CATEDRÁTICO EN LA Universidad de Salamanca

Neurocientífico: Producción científica

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