¿Tenía Hans Asperger síndrome de Asperger?

Johann Friedrich Karl «Hans» Asperger nació en Viena el 18 de febrero de 1906, en una granja cercana a la ciudad. Era el mayor de tres hermanos pero el mediano murió poco después de nacer y el pequeño cayó en Stalingrado, en 1942. Algunas biografías dan algunos detalles de la infancia del pediatra austríaco que coinciden con el síndrome que él describiría décadas más tarde: parece que era un niño solitario, con dificultad para hacer amigos, que tenía un particular talento para el lenguaje, que se refería a sí mismo en tercera persona, que tenía una obsesión por la poesía de Franz Grillparzer -el poeta nacional austriaco- cuyos versos declamaba a sus compañeros a pesar del nulo interés de estos, y que también se citaba a sí mismo. También dicen que era torpe a pesar de que le gustaba caminar por las montañas y bosques cercanos a su ciudad. Hay bastantes investigadores que consideran que Hans Asperger tenía síndrome de Asperger.

Hans Asperger

Asperger estudió medicina en la Universidad de Viena y realizó la residencia en el Hospital Pediátrico de Viena. Se convirtió en director de la sección de educación especial de la clínica infantil universitaria en 1932. En 1934, con 28 años, viajó a Alemania. Allí se encontró con médicos de más edad que estaban desarrollando nuevos diagnósticos psiquiátricos para niños que no conectaban con la comunidad y que no manifestaban interés en participar en las actividades colectivas del Reich, como las Juventudes Hitlerianas. Un año más tarde se casó y la familia fue creciendo hasta tener un total de cinco hijos. En 1937 escribió que «era imposible establecer un grupo rígido de criterios para establecer un diagnóstico. En octubre de 1938, medio año después del Anschluss, la anexión de Austria por la Alemania nazi, que había resultado con la purga de los profesores judíos y liberales de la Universidad de Viena, Hans Asperger dio una conferencia sobre «psicopatía autística», su propio diagnóstico de falta de interés social. Aquella charla, que luego se convertiría en la base de su tesis de habilitación de 1944, que es la que se cita normalmente, describía cuatro niños, de seis a once años, llamados Fritz, Jarro, Ernst y Hellmuth. Los cuatro presentaban una llamativa mezcla de dotes intelectuales y déficits en la interacción social y mostraban las siguientes características: «Ausencia de empatía, incapacidad para las relaciones sociales o crear vínculos de amistad, trastornos del contacto visual, la gestualidad, la mímica y el lenguaje, conversaciones solitarias, dedicación intensiva a un área concreta de interés y trastornos motores».

En la actualidad se discute la relación entre el trabajo de Asperger y el nazismo. La tesis de habilitación es el requisito para conseguir una promoción a profesor titular y los escritos de esta época son mucho más duros sobre el diagnóstico recalcando la «crueldad» y las «tendencias sádicas» de los niños que estudiaba, recalcando los «actos autistas de malicia»  y llamando a esos muchachos «autómatas inteligentes». Sin embargo, descubrió que, pese a ello, estos niños contaban con conocimientos sumamente amplios y detallados sobre sus temas de interés como si fuesen expertos en esa temática a pesar de su corta edad.  Asperger los llamaba también los «pequeños profesores». La descripción del nuevo síndrome realizada en 1944 tenía grandes similitudes con la realizada por la neuróloga rusa Grunya Sukhareva en 1926, quien debería ser más reconocida en la historia del autismo. Los cuatro niños habían sido observados en una innovadora unidad de educación especial llamada la Heilpädagogik Station, un centro con una filosofía positiva que contrastaba con el espíritu deprimente y fatalista que iba asociado al ambiente institucionalizado de la época para los niños con trastornos del neurodesarrollo.

Se calcula que Asperger vio al menos doscientos niños con el mismo perfil, pero ninguno era niña. En su opinión era un trastorno exclusivamente masculino. Comentó también que había elegido específicamente «casos no demasiado graves y por tanto más prometedores», lo que hace pensar que ya veía que había una situación de espectro, que dentro de la misma condición había situaciones mejores y peores. Asperger, por otro lado, enfatizó la continuidad del síndrome con el intelecto más que con la discapacidad intelectual, lo que entonces se llamaba el retraso mental. De cada uno de ellos mencionaba un talento especial o habilidad, y comentaba cómo tres de ellos habían empezado a sumar de forma precoz, con métodos que habían inventado ellos mismos. De hecho, se preguntaba «¿Quién entre nosotros no reconoce al científico autístico cuya torpeza y falta de instintos han hecho de él una caricatura familiar, pero que es capaz de conseguir logros extraordinarios en un campo altamente especializado?» Con su diagnóstico Asperger, al igual que Kanner, quería diferenciar el autismo de la discapacidad. Hay quien piensa que el foco en las «habilidades intelectuales» de sus pacientes, en resaltar las características positivas de los niños con autismo tenía un doble significado: por un lado protegerles de ser enviados a campos de exterminio y, por otro, una identificación personal de las dificultades de esos niños con las que él mismo había sufrido en la infancia. Aun así Asperger dijo que las tendencias autistas de sus pacientes eran más un trastorno que un beneficio para la mayoría de ellos y que los casos más graves tenían poco «valor para la sociedad» y que los «casos menos favorables vagabundearían por las calles» como adultos, «grotescos y dilapidados». Asperger recomendó el traslado de niños a Am Spiegelgrund, un centro especial de Viena donde los niños discapacitados eran asesinados. Normalmente se les mataba en sus propias camas donde las enfermeras les inyectaban sobredosis de sedantes hasta que los niños enfermaban y morían, normalmente de neumonía. Uno de sus pacientes fue Elisabeth Schreiber, una niña de 5 años que solo decía una palabra: mamá. Una enfermera informó que era «muy afectuosa» y que «si se la trataba estrictamente lloraba y abrazaba a la enfermera». Fue asesinada y su cerebro se unió a una colección de más de 400 cerebros de niños en el sótano de Am Spiegelgrund, para ser posteriormente usados en investigación.

Pasada la guerra Asperger siguió la evolución con la edad de sus pacientes infantiles y comentó cómo uno de ellos se convirtió en catedrático de astronomía y corrigió un error en la obra de Newton descubierto cuando era estudiante o el caso de otra paciente infantil, la escritora Elfriede Jelinek, que sería galardonada con el premio Nobel. Se centró en temas religiosos y en comentarios sociales sobre la crianza de los niños.

La obra de Asperger permaneció prácticamente en el olvido hasta que en 1981 la investigadora inglesa Lorna Wing propuso el síndrome de Asperger como un diagnóstico distinto del de autismo clásico o autismo de Kanner. La obra del médico vienés tuvo una mucho mayor difusión cuando Uta Frith la tradujo en 1991 aunque indicó que las cuestiones fundamentales sobre el diagnóstico no habían sido contestadas y que los datos científicos necesarios para abordarlo con garantías simplemente no existían. Hay muchas críticas sobre el valor de la aportación científica de Asperger. El síndrome de Asperger fue reconocido como una entidad independiente en el DSM-4 publicado en 1994 pero en el DSM-5 de 2013 fue eliminado y se incluyó dentro del diagnóstico único de trastornos del espectro del autismo.

Alejar a los niños con autismo del estigma del retraso mental tenía una importancia fundamental en el territorio del Reich en esos años. Las personas con una discapacidad física o intelectual eran vistos como «inútiles» para la sociedad, una amenaza para la pureza genética aria y eran considerados, en resumen, gente que no merecía vivir. Al principio de la II Guerra Mundial se puso en marcha el programa Aktion T4, cuyo objetivo era la eutanasia de los discapacitados y enfermos mentales. El nombre del programa era una abreviatura de Tiergartenstrasse 4, la dirección del departamento de la cancillería puesto en marcha para reclutar al personal y gestionar el proyecto. El programa requirió una amplia colaboración de muchos médicos, que revisaban los historiales, en especial en los hospitales psiquiátricos y determinaban quiénes debían ser eliminados. Las personas así condenadas eran llevadas a seis instituciones en Alemania y Austria donde eran ejecutados en cámaras de gas.

En 1941 el supuestamente secreto programa T4 se había vuelto del conocimiento general.

Cardenal Von Galen

El conde y obispo de Münster Clemens August Graf von Galen denunció los asesinatos en un sermón público el 3 de agosto. El cardenal, conocido como el león de Münster, fue una de las pocas figuras públicas que plantó cara a Hitler y sus secuaces y declaró: «Como alemán y como ciudadano decente, exijo justicia para el indefenso». Algo valiente en una época donde eran comunes las desapariciones sin juicio, la clausura de instituciones católicas sin razón alguna y el miedo impuesto a todos los alemanes.

Von Galen dijo públicamente que la eutanasia de enfermos mentales era un asesinato, ilícito tanto para la ley divina como para la alemana, informó a sus feligreses de que había enviado esa información al fiscal del estado y declaró sobre los asesinados «ellos son personas, nuestros hermanos y hermanas, tal vez su vida no sea productiva, pero la falta de productividad no es una justificación para matar». Walter Tiessler, un oficial nazi de alto rango, pidió en escritos dirigidos a la cancillería y al secretario personal de Hitler, Martin Bormann, permiso para asesinar al obispo. El sermón circuló posteriormente a escondidas, fue enviado a soldados en los frentes occidental y oriental, para que supieran quién les dirigía, y fue un elemento inspirador de la resistencia alemana contra el nazismo. Tres semanas después de la homilía de Con Galen, Hitler ordenaba la cancelación del programa, las cámaras de gas fueron desmanteladas y el programa oficialmente clausurado aunque continuó a escondidas dentro del gigantesco aparato logístico de la Shoah. Para entonces unos 70.000 alemanes y austriacos con problemas físicos o mentales habían sido asesinados, la mitad procedentes de asilos y centros psiquiátricos regidos por las iglesias. A finales de 1941 se habían «desocupado» 93.521 camas. Sin embargo, el programa de eugenesia no terminó allí, otras personas discapacitadas de los territorios propios y de las zonas conquistadas terminaron en los campos de exterminio; el programa T-4 fue usado como modelo para los campos utilizados para el holocausto y se cree que al menos unas 200.000 personas discapacitadas fueron asesinadas entre 1933 y 1945.

Tras la II Guerra Mundial, Asperger dirigió una clínica pediátrica y fue nombrado catedrático de pediatría en la Universidad de Viena, un puesto que ocupó durante veinte años. En una entrevista con Uta Frith, María, una de las hijas de Asperger, dijo que su padre era distante, lejano y tranquilo, se aislaba de su familia pero por otro lado estaba interesado en tener compañía. Describía su interés por el idioma alemán y su preocupación constante por las citas como algo «extraño e intenso». Falleció el 21 de octubre de 1980. Documentos recientemente desvelados por el historiador austríaco Herwig Czech y publicados en inglés por los periodistas John Donvan y Caren Zucker muestran que, como muchos de sus colegas bajo el régimen nazi, Asperger remitió niños con retraso mental grave a hospitales que eran conocidos centros de eutanasia. Los motivos por los que los médicos colaboraban con el programa de exterminio eran muy variados: desde simpatía política —la profesión que en mayor proporción votó a Hitler fueron los médicos— a beneficios profesionales o de supervivencia personal. La implicación de Asperger, a quien hasta ahora se le había supuesto un comportamiento más ético, es un triste recordatorio de la fragilidad moral incluso de los profesionales con empatía por sus pacientes.

 

Para leer más:

  • Asperger H (1938) Das psychisch abnorme Kind. Wiener klinische Wochenschrift 51: 1314–1317.
  • Asperger H (1944) Die «Autistischen Psychopathen» im Kindesalter. Archiv für Psychiatrie und Nervenkrankheiten 117: 76–136.
  • Baker JP, Lang B (2017) Eugenics and the Origins of Autism. Pediatrics 140(2). pii: e20171419.
  • Donvan J, Zucker C (2016) In a Different Key: The Story of Autism. Crown, Nueva York, pp. 25–80, 338–341.
  • Lyons V, Fitzgerald M (2007) Did Hans Asperger (1906-1980) have Asperger syndrome? J Autism Dev Disord 37(10): 2020-2021.
  • Scheffer E (2018)  The Nazi History Behind ‘Asperger’. The New York Times 31 de marzo. https://www.nytimes.com/2018/03/31/opinion/sunday/nazi-history-asperger.html
  • https://www.ushmm.org/outreach/en/article.php?ModuleId=10007683

 

José Ramón Alonso

CATEDRÁTICO EN LA Universidad de Salamanca

Neurocientífico: Producción científica

ORCIDLensScopusWebofScienceScholar

BNEDialNetGredosLibrary of Congress


3 respuestas a «¿Tenía Hans Asperger síndrome de Asperger?»

  1. Avatar de Miguel Angel Merma
    Miguel Angel Merma

    Me gustó mucho la parte final del artículo. Creo que eso no desmerece su trabajo como científico pero era necesario saberlo.

    1. Avatar de José R. Alonso

      Todos somos hijos de la época que nos toca vivir, pero sí fueron unos años terribles, donde todos se tuvieron que mirar en el espejo. Gracias por tu comentario.

  2. Avatar de Joaquin García Carrasco
    Joaquin García Carrasco

    Interesantísimos los pormenores. Gracias.

Muchas gracias por comentar


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