Aun así, llevamos consumiendo alcohol desde tiempos prehistóricos. En Jiahu, un poblado neolítico en el valle del Río Amarillo se han encontrado recipientes de arcilla que contenían restos de una bebida hecha mediante la fermentación de arroz, miel y frutos de espino albar, fechados entre el 7000 y el 6600 a.C. Las bebidas se aromatizaban con hierbas, flores y resinas de árboles. La base del proceso es la misma que hoy en día: el etanol se produce por la fermentación que realizan las levaduras sobre los azúcares de frutas, semillas o tubérculos. En la actualidad, aunque el consumo de alcohol está prohibido para muchos millones de personas, la industria de las bebidas alcohólicas mueve más de un billón de euros al año, cerca del PIB de España.
Las bebidas alcohólicas son muy variadas y su contenido en etanol es muy variable: del 3% en las cervezas suaves a más del 40% en los destilados como vodka, ginebra o whisky. También difieren en su contenido de congéneres (productos químicos tóxicos que se generan durante el proceso de fermentación). Entre los congéneres hay algunos que son deseados como el propanol o el 3-metil-1-butanol pero la mayoría son problemáticos como las acetonas, el acetaldehído y los glicoles pues incrementan la toxicidad y son responsables del malestar que conocemos como resaca.
En algunos países se habla también del orden del consumo. Los anglosajones dicen «Beer before liquor, never been sicker; liquor before beer, you’re in the clear». Es algo así —traducido en ripio— como «la cerveza antes del licor, nunca estarás peor; el licor antes de la cerveza, salva tu cabeza». La posible explicación del mito sobre el orden de la bebida es que la mayoría de la gente no toma mucha cerveza después del licor por lo que, al final, consume menos alcohol. De nuevo, el factor fundamental es la cantidad de alcohol ingerida, por encima de cualquier otra consideración.
Otro mito es que el efecto es menor si tomamos un cubata, es decir si mezclamos la bebida alcohólica con un refresco.
Un tercer mito es que lo mejor para evitar la resaca es combinar la ingesta de bebidas alcohólicas con bebidas energéticas ricas en cafeína. La realidad es que las bebidas energéticas enmascaran algunos efectos del alcohol. El etanol es una sustancia depresora, por eso cuando hemos bebido de más tendemos a sentarnos, a tumbarnos, caminamos despacio, hablamos más lentamente y decimos que «tenemos la boca pastosa». La buena noticia es que esos efectos sedantes hacen que dejemos de beber. Sin embargo, las bebidas energéticas con su alto contenido en cafeína alteran la percepción y hacen creer a la persona alcoholizada que las consume que tiene más juicio del que realmente tiene y que está mejor de lo que realmente está, lo que puede llevar a seguir bebiendo, con lo que se agrava la borrachera y la resaca, y también a intentar conducir, un riesgo temible de hacerse daño a sí mismo y hacerlo a los demás. La FDA ha prohibido las bebidas alcohólicas con cafeína tras realizarse un estudio que demostraba que las personas que tomaban estas bebidas tenían el triple de posibilidades de llegar a una intoxicación etílica grave y el cuádruple de coger el coche. En Europa parece que de momento no nos hemos dado por aludidos y, desde luego, en ningún sitio hay problemas para comprar los dos tipos de bebida por separado y consumirlas al mismo tiempo. Una mala idea.
Un quinto mito es que vomitar ayuda a pasar la borrachera. En realidad lo que interesa es eliminar el alcohol del cuerpo lo antes posible y, por tanto, si queda alcohol en nuestro estómago y vomitamos, no será absorbido y la borrachera y la resaca posterior serán menores. Sin embargo, el etanol es una molécula muy pequeña y se absorbe con rapidez y facilidad, en pocos minutos.
Un sexto mito es que tomar un analgésico, aspirina o ibuprofeno, antes de beber reduce los efectos de la resaca. En realidad, los efectos de los analgésicos son rápidos y lo normal es que ya se hayan pasado cuando la resaca empieza. Además, hay un riesgo muy grave si se toman cuando se está bebiendo.
Otra idea equivocada, el mito séptimo, es tomar comidas muy ricas en grasa junto con el alcohol, con la idea de que la absorción, y el daño, sea menor. En realidad, la grasa no ayuda a que el alcohol se metabolice antes y la combinación de alcohol y lípidos puede incrementar el reflujo gástrico, lo que hace que por la mañana te encuentres peor. Por el contrario, puede ser de ayuda comer antes de empezar a beber, que no nos encontremos con el estómago vacío cuando empecemos a ingerir alcohol.
El octavo mito, que sale en numerosas películas, es que se puede salir de la borrachera con una ducha fría o café cargado. En realidad, ese tratamiento puede despertar a la persona que está medio dormida por el efecto depresor del alcohol pero no hará nada para disminuir su intoxicación.
El noveno mito es que se puede engañar a los aparatos de la policía que nos hacen soplar para ver nuestro nivel de alcohol. Un submito es que estos aparatos detectan el olor del alcohol y que tomando un caramelo de menta se les puede confundir. En realidad utilizan una reacción química que detecta alcohol en el aire de nuestros pulmones y da una estimación bastante realista de nuestro nivel de alcohol en sangre. Otra posibilidad es hiperventilar, es decir hacer rápidas inspiraciones y espiraciones para limpiar los pulmones de alcohol. Sin embargo, con eso solo se reduce como máximo un 10% la medida y más vale que el policía no descubra lo que estás haciendo.
Para terminar, el alcohol es una sustancia problemática pero algún estudio reciente vuelve a reclamar que la cantidad ideal no es cero sino un poco mayor. La cantidad recomendada parece ser unos 5 gramos de alcohol por día, medio vaso de vino, unos 50 ml. Un estudio realizado por Nichols y colaboradores en una región del Reino Unido calculó que con ese nivel de consumo 840 personas más morirían al año de enfermedad cardiovascular pero habría 2670 menos muertes por cáncer y otras 2830 menos por enfermedad hepática. Curiosamente, menos de 1 gramo de alcohol al día iba asociado a un incremento de la mortandad pues los abstemios tienen un mayor riesgo de ataques al corazón. Así que el mensaje que nos da la ciencia actual dice consuma con mucha moderación y si bebe no conduzca.
Para leer más:
- Nichols M, Scarborough P, Allender S, Rayner M (2012) What is the optimal level of population alcohol consumption for chronic disease prevention in England? Modelling the impact of changes in average consumption levels. BMJ Open 2: e000957.
- Roberts C, Robinson SP (2007) Alcohol concentration and carbonation of drinks: The effect on blood alcohol levels. J Forensic Legal Med 14 (7): 398–405.
- Siegel K (2014) The 13 Biggest Myths About Alcohol, Busted. Greatist 16 de junio http://greatist.com/health/13-biggest-myths-alcohol
4 respuestas a “Diez mitos —más— sobre el alcohol”
Creo que tiene una errata. En el informe original se habla efectivamente de 5g/día como consumo óptimo (o sea, media unidad, pero eso no equivale a dos vasos de vino. Un vaso de vino de 100cc tiene unos 10g de alcohol (un 10% de volumen con una densidad del 80% del agua con una graduación de 12/13 grados)
Tiene toda la razón, lo corrijo ahora mismo (lástima, con lo rico que está el vino). Gracias por la corrección. Un saludo cordial
Respecto a lo de engañar al alcoholímetro: Parece que en cierta ocasión, entre los que esperaban en un control a que les bajara el nivel de alcohol en sangre para poder continuar, se corrió la voz de que las verduras ayudaban; de madrugada, en mitad de ninguna parte, lo único verde era césped, hierba, árboles, … todos pastando como ovejas.
No entiendo cómo puede ser legal la venta de alcohol y tabaco (no bebo, pero sí fumo) pero es lo que hay. Conozco a más de uno para el que la borrachera no es un efecto secundario, sino el fin buscado …
Gracias por poner las cosas claras. El que sepa leer y quiera entender, que entienda.
Me permito una sugerencia: verdades y mentiras sobre la maría.
Porque una persona que toma un solo vaso de cerveza, destila olor como si hubiera tomado 2 litros? Gracias