Los aparatos modernos son obras maestras de miniaturización y electrónica pero no ha sido siempre así. En el siglo XVI se empezó a educar a los sordos y al mismo tiempo se inventaron algunos aparatos para ayudarles a oír. En Magia Naturalis (1558) Giovanni Battista della Porta, inventor de la cámara oscura y la linterna mágica, menciona que el emperador Adriano usaba una «cáscara hueca» así como otros instrumentos que imitaban las orejas de animales con oído fino. En su Sylva Sylvarum, publicado poco después de su muerte en 1626, Francis Bacon contaba que había unas «gafas de orejas» con formas de cono y trompeta, hechas en España, y que servían para los «duros de oído».
El nacimiento de la trompetilla es peculiar. Durante siglos los marinos, cazadores y soldados se comunicaban usando trompetas que actuaban como megáfonos.
El norteamericano Richard Silas Rhodes (1842-1902) tenía una situación boyante como presidente de la editorial Rhodes and McClure en Chicago pero sufría una pérdida sustancial de oído que le tenía amargado. Además, odiaba las trompetillas, el instrumento que era prácticamente la única opción disponible. La trompetilla era de cierta utilidad en su caso porque lo que sufría era una pérdida conductiva del oído, es decir, el nervio auditivo estaba bien y algo fallaba en el tímpano o en la cadena de huesecillos del oído medio y el sonido no se transmitía bien. Si hay daño en las células ciliadas del oído interno o en las neuronas de los corteza auditiva primaria, mecanismos como la trompetilla que lo único que hacían era concentrar o amplificar el sonido, no servían para nada.
Rhodes se dio cuenta de que si metía su reloj de bolsillo en la boca podía oír el tic-tac y saber si seguía funcionando o se le había parado. Eso le inspiró la construcción del primer audífono, un aparato que explotaba el hecho de que las ondas sonoras se pueden transmitir por los dientes y por los huesos del cráneo. Esta idea era conocida desde la antigüedad, con referencias a su uso en la Grecia clásica. En los siglos XVII y XVIII vieron que los sonidos de sucesos lejanos, un ejército avanzando por ejemplo, podían oírse clavando una barra en el suelo y sujetando el otro extremo con los dientes. Los médicos, los maestros e incluso las propias personas sordas probaron una serie de materiales, tales como distintos tipos de maderas, para ver qué objeto posibilitaba una mejor transmisión del sonido.
Rhodes publicó un folleto publicitario titulado «El audífono: un nuevo invento que permite oír a los sordos». El título era «Buenas noticias para los sordos» y la mejora de la audición llegaba hasta los 30 decibelios, equivalente a una conversación tranquila oída a pocos metros en una habitación tranquila. De hecho, los usuarios, podían no solo oír las conversaciones normales sino también asistir a misa, a conferencias, conciertos, obras de teatro, posibilidades que Rhodes no dejaba de recalcar en su propaganda.
El mudo notará la influencia del sonido poniendo su mano en la garganta del instructor, lo imitará con su propia garganta, oirá la voz del que habla en el audífono y le ayudará a imitar al que habla viendo sus labios, y oirá también su voz en el audífono, aprendiendo fácilmente a hablar.
El Indiannapolis Journal describía una demostración de los audífonos, bajo la supervisión del propio Rhodes, en una institución para mudos y sordos. Los resultados fueron calificados de asombrosos y en palabras del representante del periódico «aunque no vivimos en época de milagros… un nuevo aparato ha conseguido que los sordos oigan y los mudos hablen».
Samuelson también avisaba de los problemas causados por el «temperamento« de algunos pacientes, pues algunas personas «eran demasiado estúpidas o esperaban grandes resultados demasiado pronto», y comentaba que algunos creían que con colocar el audífono en los dientes, sus viejas facultades retornarían de repente. Por otro lado pensaba que el nuevo instrumento podía ser de gran utilidad para los otorrinos y para los maestros de sordos: los primeros porque podrían utilizarlo como un instrumento de diagnóstico. De hecho, se usaba el truco del reloj en la boca para discriminar el tipo de afectación del sistema auditivo.
De hecho, el audífono se empezó a usar en escuelas para sordomudos, en particular en Francia, pero las opiniones fueron muy diversas. Algunos maestros consideraban que ayudaba de una forma muy importante a que los niños sordos hablaran mientras que otros profesores pensaban que era superfluo e innecesario. Así, Mary McCowen, una maestra de Nebraska decía que aunque había trabajado durante meses con los audífonos, no había conseguido encontrar un solo niño a quien le hubiera sido realmente de ayuda. Por el contrario, algunas escuelas de sordomudos de Inglaterra decían que más del 20% de los pupilos que habían usando el audífono mantenían suficiente oído para participar en las clases de hablar y colaborar en su aprendizaje.
Para leer más:
- Berger KW (1976) Early Bone Conduction Hearing Aid Devices. Arch Otolaryngol 102: 315-318.
- Murdy, Albert and Tjellstorm, Anders (2011) Historical Background of Bone Conduction Hearing Devices and Bone Conduction Hearing Aids. Arch Otorhinolaryngol 71: 1-9.
- Parham TM (2014) Audiphone for the Deaf – Richard Rhodes. http://www.bypolaropposite.com/whatsthat-technology/2014/9/28/audiphone-for-the-deaf-richard-rhodes
- Samuelson J (1880) Rhodes’s Audiphone. Brit Med J 1: 12.
- Virdi-Dhesi, J The Audiphone. http://www.nineteenthcenturydisability.org/items/show/34