Cajal, explorador

ramonycajalEl siglo XIX es la época final de las Grandes Exploraciones. Meriwether Lewis y William Clark recorren los grandes territorios inexplorados del oeste de los Estados Unidos entre 1804 y 1806. John Davis desembarca en la Antártida (1821). Richard y John Lander navegan el río Níger aguas abajo (1830-1831) estableciendo su curso y su desembocadura. James Clark Ross determina la posición del polo norte magnético, descubre la gran barrera de hielo en la Antártida y cartografía la costa del Océano Antártico. David Livingstone atraviesa Sudáfrica, explora el lago Ngami, el río Zambezi, las cataratas Victoria y los lagos Chilwa y Nyasa. Heinrich Barth, en los años 1850-1855, realiza exhaustivas exploraciones en África occidental y visita la mítica Tombuctú. Richard Francis Burton peregrina a La Meca y recorre Somalia, Etiopía y el lago Tanganica (1854-1858). Robert O’Hara Burke y William John Wills atraviesan el continente australiano de sur a norte (1860-1861). stanley220_1685028fSamuel White Baker (1861-1864) y Henry Morton Stanley exploran el interior de África. Francis Younghusband viaja desde Pekín a Cachemira y posteriormente dirige una expedición al Tíbet (1886-1904). Solo quedarán los dos polos.

Esas noticias llegan a todos los lugares de Europa, la prensa presenta a los nuevos héroes, algo que en España se asocia a las gestas de los descubridores del Nuevo Mundo y Cajal , que siente desde niño esa pasión por explorar, que ha recorrido incansable los campos de Aragón y trepado por las cumbres vecinas, sueña con vivir algo parecido. De su estancia en Jaca, en 1861 dice «mi aspiración suprema es remontar el río sagrado, descubrir sus fuentes e ibones y escalar las cimas del Pirineo tentación perenne a codicia de panoramas nuevos y horizontes infinitos ¿Qué habrá allí –me preguntaba a menudo- tras esos picos gigantes blancos, silenciosos e inmutables?». Tiene nueve años. 600x375_0206-kid-in-georgiaEn los años siguientes continúa esas exploraciones, observando todo, maravillado ante los fenómenos físicos como las puestas de sol y los biológicos como los cambios con las estaciones. Así lo cuenta:

La admiración de la Naturaleza constituía también, según llevo dicho, una de las tendencias irrefrenables de mi espíritu. No me saciaba de contemplar los esplendores del sol, la magia de los crepúsculos, las alternativas de la vida vegetal con sus fastuosas fiestas primaverales el misterio de la resurrección de los insectos y la decoración variada y pintoresca de las montañas.

La pasión por descubrir impregna su infancia. El Dr. Salillas, uno de los compañeros de aventuras infantiles de Cajal, escribió muchos años después un artículo en el periódico El Liberal que era un pequeño homenaje a D. Santiago. Cuenta Salillas que el niño Santiago escribió para ellos un libro cuyo protagonista descubre y explora una isla. Salillas escribe hacia el final del artículo «Cajal siguió creyendo en su isla. Navegó, se orientó y llegó victoriosamente. ¡La isla existía! En los centros nerviosos, en la médula y en el cerebro se encuentra efectivamente la isla de Cajal».Movil 217

El ansia de ver tierras nuevas, de recorrer la selva, es uno de los acicates que le llevan a viajar a Cuba donde quiere «cruzar los mares y explorar tierras desconocidas». Sin embargo, es una profunda decepción: en vez de la selva virgen se encuentra «con vulgar matorral sembrado de arbustos y pequeños cedros y caobos creciendo en desorden». La misma decepción tuvo con la fauna ya que en lugar de los jaguares y las serpientes de cascabel que esperaba ver, encontró animales nada vistosos, en gran parte importados de España. Voluntarios_de_La_Habana,_de_Valeriano_Domínguez_BécquerSantiago piensa que a algunos temas, como la fotografía, ha llegado demasiado pronto,  y por eso no tiene fotos de su niñez. Pero a otros, como este mundo de las exploraciones y los descubrimientos, siente que llega tarde, que ya no hay tierras vírgenes ni lugares ignotos en el planeta, ya no queda nada para él. Pero visto que de la exploración geográfica de los continentes, de las selvas y los desiertos, queda poco por hacer, se da cuenta que su momento es el de la investigación biológica:

Puesto que vivimos, por fortuna en la aurora del conocimiento de la naturaleza; puesto que nos rodea aún una nube tenebrosa, solo a trechos rasgada por la humana curiosidad; si en fin, el descubrimiento científico se debe tanto al genio como al azar…, entonces todos podemos ser inventores. Para ello bastará jugar obstinada e insistentemente a un solo número de esta lotería. Todo es cuestión de paciencia y perseverancia.

Ese número, al que Cajal apostará todos sus sueños y esperanzas, es explorar los secretos del sistema nervioso. Según Albarracín «Los distintos órganos del sistema nervioso… son campos de exploración en que la sed de aventura de Cajal, no saciada en su experiencia juvenil ultramarina, busca compensación». Así se lo plantea él mismo. simarro_oleo1Tras las peripecias y enfermedades de Cuba y Panticosa, el asombro con los preparados histológicos que le enseña su amigo Luis Simarro en Madrid, en los que la técnica de Golgi muestra el sistema nervioso con un detalle y una definición nunca vistas antes, decide orientar por ahí su camino. «A mi regreso a Valencia -cuenta Cajal en sus memorias- decidí emplear en grande escala el método de Golgi y estudiarlo con toda la paciencia de que soy capaz». Cajal había encontrado su continente a explorar: «las tierras desconocidas del sistema nervioso».

Cuando en Recuerdos de mi vida, recuerda sus primeros pasos en la investigación, es claro ese concepto de exploración, del expedicionario que se adentra en la selva:

En la enrevesada urdimbre cerebral, solo paso a paso cabe avanzar, y aún así, para ser afortunado, los zapadores deben llamarse Meynert, Golgi, Edinger, Flechsig, Forel, etc. Pero mi juventud de entonces, harto confiada y acaso algo presuntuosa, ignoraba el saludable miedo al error; y me lancé a la empresa confiado en que en aquella selva temerosa, donde tantos exploradores se habían perdido, seríame permitido cobrar, si no tigres y leones, algunas modestas piezas desdeñadas por los grandes cazadores.

Según Cajal va avanzando se da cuenta de la ambición de su objetivo, la enorme complejidad y amplitud del tema elegido. «El cerebro -dice- es un mundo que consta de numerosos continentes inexplorados y grandes extensiones de territorios desconocidos». Cajal no se rinde, al contrario que Simarro que harto de la caprichosidad de la técnica de Golgi ha decidido abandonarla. SantiagoRCCajal, aragonés de pura raza, sabe cuál es su baza y lo explica así «Desgraciadamente, Simarro, dotado de un gran talento, carecía de la perseverancia, la virtud de los modestos». Como los grandes descubridores, Cajal no abandonará su viaje de exploración hasta el día en que caiga muerto. Durante la última quincena de su vida siguió leyendo y escribiendo, trabajando hasta el último momento.

Cajal, a pesar de crear una escuela neurohistológica, de contar con la colaboración de diferentes discípulos, afronta esa tarea como una cruzada personal, un camino que él protagoniza aún frente al desinterés de los demás, a la falta de apoyos, a la soledad de su trabajo. Por eso, no es de extrañar que Laín calificara de «homérica» la figura de Cajal y que para el histopatólogo alemán Hugo Spatz, Cajal fuera un verdadero héroe: «Heroica era su apariencia, heroica la noble expresión de su lenguaje, heroico su ánimo para vencer toda suerte de obstáculos. Heroica fue, en fin, la meta de sus aspiraciones: lograr que el nombre de su patria fuese apreciado en el mundo entero».

En uno de sus párrafos más famosos, Cajal asemeja el trabajo del neurohistólogo, un «biólogo de bata» que trabaja en el laboratorio, con el del entomólogo, un «biólogo de bota» que trabaja en el campo, buscando los dos belleza, significado, descubrimiento.

El jardín de la neuroglía brinda al investigador espectáculos cautivadores y emociones artísticas incomparables. En él hallaron, al fin, mis instintos estéticos plena satisfacción. Como el entomólogo a la caza de mariposas de vistosos matices, mi atención perseguía, en el vergel de la sustancia gris, células de formas delicadas y elegantes, las misteriosas mariposas del alma, cuyo batir de alas quien sabe si esclarecerá algún día el secreto de la vida mental.

Tiene importancia, porque para Cajal esas preparaciones de un tejido fijado y muerto están vivas. Lo describe muy bien Sherrington, otro premio Nobel, hablando de Cajal:512px-PurkinjeCell

Un rasgo muy notable en él era que al describir lo que veía al microscopio hablaba habitualmente de ello como si fuera una escena viva… Trataba la imagen microscópica como si estuviera viva y estuviera habitada por seres que sentían, actuaban, esperaban y especulaban de la misma manera que nosotros hacemos

Puede que fuese algo marcado por las técnicas empleadas por D. Santiago. Las preparaciones histológicas que usaba Cajal son peculiares. Mientras que en la mayoría de las demás técnicas los cortes de cerebro tienen un grosor de 5 a 12 micras, los preparados hechos con el método de Golgi tienen a menudo un espesor de 250-300 micras. golgistainEntonces, el investigador, mirando por el microscopio, se «adentra» en los cortes, va cambiando con el tornillo micrométrico del microscopio el plano de foco y va «avanzando» a través de la preparación. En los preparados de Golgi, donde largos cilindros negros destacan sobre un fondo transparente de un color amarillento, la sensación es moverse a través de una selva intrincada, llena de troncos, ramas y lianas. Mucha de la terminología que se emplea para la descripción de los tipos neuronales, algunos nombre propuestos por Cajal y otros por otros autores, hacen referencia a ese «paisaje»: troncos dendríticos, arborizaciones axónicas, ramas colaterales, pies chupadores, fibras trepadoras, fibras musgosas, espinas, terminaciones rosáceas, terminaciones en nido, terminaciones en garra… Cuando habla de las terminaciones axonales sobre una dendrita dice que trepan «como las lianas en torno a los árboles de la selva tropical». Y lo describe a menudo como un mundo dinámico, en continua acción. Así por ejemplo, cuando habla de los conos de crecimiento de los nuevos axones en el cerebelo en maduración dice que «olfatean el soma de las células de Purkinje». También relaciona el desarrollo de las neuronas a las plantas cuando, con una intuición asombrosa, decide utilizar el método ontogenético —estudiar animales en desarrollo— para entender la estructura adulta el cerebro. Esto escribe: «Puesto que la selva adulta —la selva de la corteza cerebral— resulta impenetrable e indefinible, ¿por qué no recurrir al estudio del bosque joven?».

Cajal tiene un discípulo salmantino, Domingo Sánchez, que vivió años de aventura en Filipinas, cazando, recolectando animales y plantas y que posteriormente seria su principal colaborador en el estudio del sistema nervioso de los invertebrados. Según Reverte «Los dos quedaron marcados por el sello de la selva tropical, por los paisajes cálidos, húmedos, verdes explosivos, donde la piel está eternamente cubierta de sudor». cerebellumAl parecer, D. Domingo era un narrador sensacional y Cajal le escuchaba embelesado mientras los dos trabajaban en sus preparaciones en el laboratorio. Hay que imaginar a los dos hombres, en medio de alguna tarea monótona, recordando sus experiencias, Cajal, en la manigua cubana, Sánchez en la selva filipina, charlando y riendo. Y al mismo tiempo imaginarles estudiando las formas y disposiciones de las neuronas, viendo nuevos mundos por primera vez, haciendo mapas de aquellos territorios ignotos, tipificando y clasificando como el que encuentra una nueva isla y describe sus accidentes geográficos, su fauna y su flora. Y por último, yendo más allá, estableciendo conexiones y adivinando el funcionamiento cerebral en aquellas panorámicas aparentemente caóticas recién descubiertas.

 

 

Para leer más:

 

 

José Ramón Alonso

CATEDRÁTICO EN LA Universidad de Salamanca

Neurocientífico: Producción científica

ORCIDLensScopusWebofScienceScholar

BNEDialNetGredosLibrary of Congress


2 respuestas a «Cajal, explorador»

  1. Avatar de libreoyente
    libreoyente

    Gracias por continuar la estupenda «serie Cajal».

    1. Avatar de José R. Alonso
      José R. Alonso

      Gracias a ti por seguirla. Tengo unos cuantos a medio escribir, a ver si voy sacando tiempo, que don Santiago se lo merece.
      Un gran abrazo

Muchas gracias por comentar


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