Mi planteamiento es que el concepto «crisis» es equívoco, que los retos y cambios son intrínsecos a la vida y no tienen por qué ser negativos y que la mejor prueba del mito construido en torno a situaciones que han existido siempre es que se hace trampa con la definición del proceso y se hace trampa con la edad en que sucede. Al parecer, el número de crisis vitales se ha multiplicado.
Una crisis es un período en la vida de una persona, que dura al menos un año y que se caracteriza por un nivel anómalo de inestabilidad emocional, por una evaluación muy negativa de la propia situación y, particularmente, por la adopción de grandes cambios. Una encuesta del National Institute on Aging indicaba que el 26% de los adultos entre 25 y 75 años había tenido una de estas crisis de la edad madura y el porcentaje era algo mayor, el 35%, entre los mayores de 50 años.
A la mitad del camino de la vida, en una selva oscura me encontraba, porque mi ruta había extraviado. ¡Ah! ¡Cuán penoso me sería decir lo salvaje, áspera y fuerte que era esta selva, cuyo recuerdo renueva mi temor; temor tan triste, que la muerte no lo es tanto!
Las crisis de la media edad suelen tener un elemento desencadenante como que el hijo más pequeño termine la universidad, un cumpleaños terminado en cero que anuncia que estás empezando una nueva década o la muerte de los padres. Pero es posible que estemos haciendo trampa y no es que la crisis de los 50 nos lleve al divorcio sino que el divorcio o la pérdida del trabajo, dos circunstancias que se pueden producir a cualquier edad en los adultos, nos hagan pensar «¡ah!, es que me ha pillado la crisis».
También es cierto que vivimos en una era de glorificación de la juventud, con más de treinta años estás acabado aunque no seas un futbolista y si eres mujer, me temo que aún más. Bajo ese paraguas de la juventud divino tesoro cumplir años es una tortura palada a palada y cambiar de década, un clavo más en la tapa del ataúd. En realidad, nadie puede negar que la edad va produciendo, lentamente, cierto deterioro físico, pero la neurociencia muestra que el cerebro maduro es más flexible y adaptable que lo que se pensaba no hace mucho tiempo. Con los años, los hemisferios izquierdo y derecho del cerebro muestran mayores niveles de integración, lo que es una puerta abierta a una mayor creatividad. La edad también atempera los sentimientos negativos, las emociones descontroladas y mejora el juego social, sabemos gestionar mejor las situaciones en las que interactuamos con personas de distintos tipos y distintas edades.
Y entonces, ¿por qué esa manía con la crisis de los 40 y los 50? Por una mezcla de aspectos personales, incluso biológicos, y sociales. Entre los biológicos está el final obligado o voluntario de la etapa reproductora, las primeras señales del paso del tiempo (canas, arrugas) o la sensación de pérdida física (menor agilidad, menor fuerza, menor rapidez). Podrían verse como etapas normales, igual que cuando a los 12 nos salieron las tetas o el bigote o a los 18 dejamos de crecer, pero se viven como tragedias. Entre los sociales, están las dificultades laborales que he mencionado antes y los modelos populares (las señoritas que alcanzan la fama por sus actividades horizontales y no pueden tener más de veintipocos o los futbolistas que se jubilan a los treinta y pocos). Entre los personales está esa sencilla cuenta de que nos queda menos para terminar el trayecto de lo que ya llevamos recorrido, que en esa montaña de la vida, hemos llegado a la cima y ya vamos de descenso.
Algunos psicólogos famosos no han ayudado precisamente. Sigmund Freud escribió en 1907 que «en torno a los 50 años de edad, la elasticidad de los procesos mentales de la que el tratamiento depende está, como regla, ausente. A las personas mayores ya no se las puede educar». Freud, que escribió esto a los 51 años, no podía saber que haría algunos de sus mejores trabajos superados los 65 años. Jean Piaget, uno de los más famosos psicólogos del desarrollo consideraba que el desarrollo cognitivo se detenía en los adultos jóvenes, con la adquisición del pensamiento abstracto. Me resulta más sugerente lo que propone Gene Cohen que habla de cuatro fases entre las personas que superaron los cuarenta. Lo primero sería una fase de reevaluación (entre los 40 y 65) donde nos ponemos nuevos objetivos y nuevas prioridades.
Otra diferencia entre la realidad y la imagen popular puede ser en cuanto al desenlace de las crisis. La imagen típica es un hombre maduro, con canas y sobrepeso, que empieza a hacer el idiota de distintas maneras: se compra un descapotable, empieza a salir con mujeres mucho más jóvenes y deja el trabajo por algo ilusorio como un proyecto de juventud.
Mi ejemplo favorito es Lester Burnham, el personaje protagonizado por Kevin Spacey en American Beauty: deja su trabajo para vender hamburguesas, chantajea a su jefe, se compra el coche de sus sueños, se esfuerza en hacer ejercicio para ponerse en forma y tiene fantasías sexuales con la amiga de su hija. En resumen, el desastre. En realidad, la mitad de la gente dice que su vida mejoró a consecuencia de los cambios que hicieron en sus 40 o 50, son menos los que dicen que los aspectos positivos y negativos se compensan y es un pequeño porcentaje el que dice que jamás se recuperó. Las investigaciones recientes muestran que la satisfacción con la vida propia se incrementa de forma estadísticamente significativa de los 40 a los 50 y de nuevo de los 50 a los 60. Los hijos han volado del nido, alcanzas tu mejor salario y posición y tienes experiencia y juicio para saber lo que quieres e ir a por ello.
La madurez cada vez se ve más como una parte normal de la vida, una nueva etapa que cierra una fase previa y abre nuevos horizontes. En estos momentos de transición puede ser normal e incluso conveniente evaluar las prioridades y objetivos. Las mujeres, tras la etapa maternal, pueden desear volver a estudiar, aunque hayan tenido actividad laboral, razonando de una manera sensata que tienen capacidad y voluntad de retomar cosas que tuvieron que aparcar por responsabilidades familiares.
Para leer más:
- Alighieri D (1998) Divina Comedia. Ed. Espasa Calpe, Madrid.
- Cohen G (2006) The myth of the midlife crisis. Newsweek. 16 de enero. https://www.researchgate.net/publication/7297081_The_myth_of_the_midlife_crisis
- Tergesen A (2014) The myth of the midlife crisis. Wall Street Journal. 12 de octubre. http://www.wsj.com/articles/the-myth-of-the-midlife-crisis-1413147918
8 respuestas a «El mito de la crisis de los 40 (o de los 50)»
[…] El mito de la crisis de los 40 (o de los 50) […]
Algunos varones comienzan a hacer locuras (y dejan de comportarse como personas maduras) entre los cuarenta y los cincuenta, pero si a eso le añadimos que cada vez más nuestros jóvenes tardan más tiempo en madurar (entre otras cosas porque no les dejamos) llegará un momento en que muchos vivan una crisis continua, con excepción de la bendita infancia.
Visión un tanto trágica lo reconozco. Quizás sea que se acerca el sindrome postvacacional.
Estimado Juan Manuel
A veces pienso que es esa tendencia que tenemos a “patologizar” todo. Es normal tener épocas de tristeza, es lógico que nos cueste volver al trabajo después de las vacaciones o que las etapas de la vida nos hagan pensar en el camino recorrido, pero creo que forma parte de la ida normal, con sus altibajos y al igual que en el clima prefiero que haya estaciones, en la vida también creo que solo puedes ser verdaderamente feliz si alguna vez has sido infeliz y lo hacer locuras ¿quién dice lo que son locuras, verdad?
Hay una gran industria deseosa de inventar crisis. La publicidad ayuda explicando que puedes tener esto o aquello y no te has dado cuenta. A renglón seguido te ofrecen todo tipo de productos. La industria farmacéutica está en primer lugar y claro también están las agencias de turismo, los fabricantes de descapotables y no nos olvidemos de las queridas Harley ‘s.
Aunque concuerdo con que vivimos en una sociedad donde te venden primero la necesidad y luego el producto para saciarla, creo que generalizar es muy peligroso también. Me explico, por mi trabajo de comercial en el sector construcción he vivido por situaciones complicadas con una crisis que dejó a muchas familias en situaciones difíciles y presión comercial constante; también la vida me ha dado palos como pérdida de seres queridos de forma prematura. Lo llevaba todo “bien” hasta que un día simplemente me hundí. Que fuera casualidad que tuviera 39 años entonces, puede ser, pero sinceramente meter en el mismo saco al tío del descapotable que a la persona que derepente no sabe porque pero no le encuentra sentido a nada, creo que ayuda muy poco. Vivimos en una sociedad donde el suicidio y el consumo de medicamentos son las dos principales causas de muerte no naturales ¡Qué casualidad! Será que somos tan débiles que si no podemos comprarnos el descapotable pues optamos por la otra vía. Me pregunto ¿tan complicado es hacer un poco de investigación antes de asegurar que todo es culpa de la “papitis y mamitis”? No sé si el autor ha escuchado hablar de la “noche oscura del alma” yo no soy creyente y puedo decir que es tan real cómo respirar. Y que casualidad que le ocurre a muchas personas a la mitad de la vida desde la antigüedad… será que entonces también había descapotables que vender.
Buenas tardes
Creo que exige demasiado a un artículo de un blog. La noche oscura del alma es un precioso poema de San Juan de la Cruz, una buena referencia. Scott Fitzgerald decía que “la noche oscura del alma pasa siempre exactamente a las tres de la mañana”. ¿Qué es la mitad de la vida? ¿Cuándo empieza? ¿Después de la adolescencia? ¿A los treinta? ¿Y cuándo termina? No se agarre a lo de los descapotables, el artículo no va de eso. Aunque seguro que los romanos tenían sus símbolos de estatus como tenemos nosotros ahora, aunque no tuviesen cuatro ruedas. Simplemente es algo más sencillo, que se nos quedan las cosas que coinciden con las expectativas, pero que no hay nada que pase más a los 40 que a los 43 o a los 39. Evidentemente hay épocas que nos hacen darnos cuenta de la rapidez de la existencia, de la fragilidad de nuestras vidas y de las de la gente que queremos, de las cosas que ya no conseguiremos, de que nos queda menos y peor que lo que ya hemos vivido, pero eso no tiene que ver con ese cero al final de la edad. Salud.
Gracias por su respuesta, por supuesto no esperaba que nos pusiéramos de acuerdo. Pero el artículo yo lo he interpretado como que una crisis de mediana edad es casi algo que nos venden, nos lo creemos y lo justificamos. La crisis de la niñez a la adolescencia nadie la pone en duda, pero parece que la crisis de la mediana edad es un invento. Yo por lo menos no lo he experimentado como tal y ojalá no hubiera sido así. Gracias por su atención. Saludos.
Gracias a usted por su comentario. Por supuesto tampoco intento convencerle de nada. Yo no digo que no existan las crisis sino que no tienen fecha fija, que se aplica el término a cosas muy diversas y que no tienen porqué ser catástrofes. Lo intento resumir en este párrafo: “Mi planteamiento es que el concepto «crisis» es equívoco, que los retos y cambios son intrínsecos a la vida y no tienen por qué ser negativos y que la mejor prueba del mito construido en torno a situaciones que han existido siempre es que se hace trampa con la definición del proceso y se hace trampa con la edad en que sucede”. No le molesto más. Un saludo cordial