Orlando Furioso es un larguísimo poema épico, casi 40.000 versos, con varias tramas al mismo tiempo,
La obra tiene como escenario de fondo la guerra entre el emperador cristiano Carlomagno y el rey sarraceno de África, Agramante, el famoso conflicto de civilizaciones que todavía vivimos. Agramante, que ha invadido Europa para vengar la muerte de su padre Trajano, ataca a Carlomagno junto con sus aliados Marsilio, rey de Zaragoza y el arrogante y bocazas Rodomonte, rey de Sarza y Argelia. Orlando, el mejor paladín cristiano, más conocido por otras obras literarias como Roldán, no está centrado en la batalla pues ha traído presa de sus correrías por Oriente a la princesa pagana Angélica, hija del rey de Catay y está perdidamente enamorado de ella «pues loco y en furor de amor devino hombre que antes gozó por sabio estima».
La relación entre amor y locura es uno de los grandes temas literarios. Platón decía en Fedro que «la locura de amor es una las mayores bendiciones del cielo»; Pedro Calderón de la Barca decía en No hay burlas con el amor «Que cuando el amor no es locura, no es amor»; Shakespeare que el «amor es solamente una locura» y Françoise Sagan que «he amado hasta llegar a la locura; y eso a lo que llaman locura, para mí, es la única forma de amar».
Es frecuente asumir que la persona enamorada puede tener comportamientos erráticos, súbitos cambios de humor, falta de juicio lógico, una estimación sesgada o irracional de otras personas y una alteración profunda de sus costumbres y valores. Es omún también que otros comportamientos irracionales se pongan en marcha tras el amor no correspondido. Muchos de estos aspectos se observan también en personas aquejadas de distintos tipos de trastornos mentales y, de hecho, un estudio realizado en Italia —país pasional según dicen— indicaba que personas con enamoramientos recientes tenían algunos síntomas de problemas mentales como el trastorno obsesivo compulsivo.
Los procesos cerebrales involucrados en el amor tienen una química compleja donde intervienen sistemas que utilizan neurotransmisores y neurohormonas, en particular oxitocina, vasopresina, dopamina y serotonina.
En condiciones normales de enamoramiento, nuestros receptores de oxitocina y el sistema dopaminérgico demandan la llegada de más neurohormona. La oxitocina se libera durante las relaciones sexuales, por lo que una buena relación amorosa, como la que tienen Angélica y Medoro, refuerza el vínculo de pareja. Además, ese sentimiento de calidez, compañía y la formación de vínculos facilitan, si la relación sigue adelante, el cuidado compartido de la prole.
¿Y si somos rechazados como el paladín Orlando? Como le acontece, la respuesta más común es amar aún más intensamente, la razón parece ser que en ese trágico momento del rechazo, circuitos cerebrales asociados a ese sentimiento pasional incrementan su actividad y no hay el refuerzo positivo que se produce durante el orgasmo. En cierta manera, se generaría algo parecido a un síndrome de abstinencia, falta el refuerzo que genera el sujeto de la pasión. A continuación, en una segunda fase, la reacción puede ser de protesta y de esfuerzos más o menos sutiles, más o menos dramáticos, para conquistar de vuelta a la persona amada. Es común también una sensación de pánico, algo que se compara al llamado trastorno de ansiedad por separación que es lo que experimentan las crías de muchas especies de mamíferos cuando de repente su madre deja de estar visible.
La siguiente etapa neurobiológica en esto del amor y la furia suele ser la de la rabia, el desprecio y el rencor, puesto que curiosamente las regiones cerebrales que contienen los circuitos de recompensa, los que nos premian tras una acción determinada, tienen un solapamiento con las que se encargan de la ira y el enfado. Eso que decimos de que del amor al odio solo hay un paso, en el cerebro parece que tiene cierta razón de ser. Finalmente, cuando el amante despechado se resigna a su destino —como dice Sabina «Mi primera venganza se llamaba “perdón”»— se puede entrar en un período de depresión y desesperación. De estas emociones negativas puede surgir casi cualquier cosa, desde esos acosos obsesivos hasta el asesinato pasando por filtrar datos sobre cuentas en Andorra.
¿Y cómo sugiere la ciencia afrontar un amor no correspondido como el de nuestro furioso protagonista? Pues hay varios caminos:
- Fármacos. Habrá personas que no les parezca bien que se usen medicamentos para una ruptura amorosa, pero parece lógico que si tenemos una arma química contra los pensamientos suicidas que a veces acompañan a un amor no correspondido nos planteemos su uso. Se ha visto que tanto las personas en las primeras fases del amor como aquellos con un trastorno obsesivo compulsivo tienen niveles bajos de transportadores de serotonina. Esa similitud puede explicar esos comportamientos obsesivos de algunos enamorados como escribir una y otra vez el nombre de la persona amada o eso tan compartido de «no me la puedo quitar de la cabeza». Los antidepresivos permiten recuperar los niveles normales de serotonina aunque también se sabe que moderan las emociones extremas y hacen más difícil formar un vínculo amoroso. Al final son estabilizadores del ánimo, un ánimo que suele estar gravemente alterado durante el enamoramiento, pasando según los momentos de la euforia a la depresión. Por otro lado, pueden ayudar a una persona que quiera olvidarse de alguien a soltar esa amarra. Y eso sin recurrir al alcohol, diga Sabina lo que diga.
También es posible actuar químicamente sobre los vínculos. Los perritos de la pradera que son llamativamente monógamos se convierten en polígamos si se bloquea la dopamina o la oxitocina, abriendo también una perspectiva farmacológica para cortar una fijación con un amor no correspondido. ¿Y el dolor ante la pérdida? Bloqueando el factor liberador de corticotropina, una hormona responsable del estrés, se detiene el comportamiento depresivo que los perritos de las praderas experimentan cuando su pareja muere. No es que tengamos moléculas para todo, es que por primera vez en la historia tenemos alguna cosa con cierta eficacia para distintos trastornos mentales.
- Si no queremos tomar un fármaco hay otra manera para subir los niveles de dopamina o de oxitocina: hacer deporte. El ejercicio incrementa los niveles de dopamina mientras que el contacto físico y la interacción social pueden elevar los de oxitocina.
- Finalmente, como todos sabemos, el tiempo calma los desengaños, algo que también sucede con los causados por los amores desgraciados y que de nuevo nos cuenta el maestro Joaquín:«Lo bueno de los años es que curan heridas» Las personas que tienen un desengaño amoroso tienen mayor actividad en el pálido ventral —una región encefálica que interviene en el apego— que las personas que se encuentran viviendo felizmente juntos. Con el tiempo se ha visto que esa actividad en exceso va disminuyendo paulatinamente hasta alcanzar niveles normales, lo que encaja con el comportamiento de las personas afectadas del mal de amores.
Para leer más:
- Thomson H (2014) Cure for love: Chemical cures for the lovesick. New Scientist 2956 http://www.newscientist.com/article/mg22129564.600#.VOHdctKG_Sl
- http://antiqua.gipuzkoakultura.net/pdf/vall9.pdf
- http://es.wikipedia.org/wiki/Orlando_furioso
4 respuestas a “Furioso y enamorado”
Magnífica entrada, como es habitual. Muy interesante y bien documentado. Muchas gracias.
Maravillosa entrada. Poesía y neurofisiología, que gran combinación. Tal vez sea esa la receta de la vida?. Eso sí, sin perder de vista el contexto social en el que nos movemos. Pero con el sentido común y las referencias que el autor nos muestra, me crece la esperanza y que un mundo mejor sea posible. Seguro que hasta Sabina tiene cita al respecto.
Espléndido artículo. Muy currado, que dirían mis niños. Es un placer leer argumentos tan bien trabados y traídos.
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