Adrian lo cuenta así:
había colocado unos electrodos en el nervio óptico de un sapo al mismo tiempo que estudiaba la retina. La habitación estaba casi a oscuras y no sabía de dónde venían los ruidos en el altavoz que tenía conectado a un amplificador. Cuando comparé los ruidos del altavoz con mis movimientos por la habitación me cuenta de que estaba en el campo de visión del ojo del sapo y que las señales correspondían a lo que yo estaba haciendo.
También demostró que la transmisión nerviosa era un proceso de «todo o nada», el tamaño de la respuesta no variaba con la intensidad del estímulo.
Compartió el premio Nobel de Fisiología o Medicina de 1934 con Charles Sherrington «por sus descubrimientos sobre la función de las neuronas».