El último psiconauta

Alexander-Shulgin-c-2011-Geneva-Photography-diorthothike-apo-preludianceAlexander “Sasha” Shulgin fue lo que popularmente denominaríamos “todo un personaje”. Hijo de dos maestros ingresó en la Universidad de Harvard a los 16 años para estudiar Química Orgánica. Sin embargo, este californiano de Berkeley, posteriormente la capital de la contracultura, decidió abandonar los estudios e ingresar en la Marina en 1943, el punto álgido de la II Guerra Mundial. Durante ese tiempo de servicio tuvo que ser operado por una infección en el pulgar y una enfermera militar le ofreció un vaso de zumo de naranja, una bebida que le cambió la vida. lShulgin bebió el zumo, vio en el fondo unos cristalitos blancos y convencido de que contenía un narcótico cayó dormido inmediatamente. Cuando despertó, le explicaron que el zumo no contenía más que un poco de azúcar, quedó asombrado del efecto placebo y cómo “menos de un gramo de azúcar le había dejado inconsciente” y decidió dedicarse al estudio de la mente humana.

Tras la guerra volvió a casa y obtuvo un doctorado en Bioquímica en la Universidad de California Berkeley a lo que siguieron períodos postdoctorales en farmacología y en psiquiatría. Tras ello comenzó a trabajar en la industria quimicofarmacéutica, primero en BioRad y luego en Dow Chemical. Unos compañeros de trabajo le hablaron de las sustancias psicoactivas y le animaron a probarlas. Lophophora_williamsii_lutea_04La primera fue la mezcalina, el alcaloide que se encuentra en el peyote (Lophophora williamsii), el cactus de San Pedro (Echinopsis pachanoi) y la antorcha peruana (Echinopsis peruviana). El peyote —según él— le hizo recuperar emociones y memorias de la infancia y le abrió las puertas a un mundo desconocido, que parafraseando a Paul Éluard, está en éste:

Entendí que nuestro universo está dentro de nuestra mente y nuestro espíritu. Podemos optar por no acceder a él, incluso podemos negar su existencia, pero sin duda está allí, dentro de nosotros, y si queremos hay productos químicos que canalizan el poder alcanzarlo.

Cuando fabricó el Zectran, el primer pesticida biodegradable, un gran éxito comercial, llegó a un acuerdo con su empresa Dow Chemical por el que él les traspasaba la patente a cambio de un dólar y ellos le dejaban seguir su investigación sobre drogas. Zectran_2009_hanna_jonLos resultados de sus investigaciones que tenían posibilidades comerciales eran patentados y los que no, le dejaban que los abriera al mundo académico; de hecho, publicó en algunas de las mejores revistas incluyendo seis artículos en Nature. A pesar de ello, Dow Chemical se fue sintiendo más y más incómoda con la investigación de Shulgin, primero le pidió que no utilizara más el nombre de la empresa en sus publicaciones y finalmente terminó cortando la relación. Shulgin montó entonces un laboratorio en su casa y se dedicó a actuar de consultor, a dar conferencias y a impartir clases en las universidades de la zona.

shulgin_alexander_beret_pipe__i2010e0002_dispShulgin empezó a diseñar y a probar en sí mismo, en su esposa y en unos pocos amigos, que incluían dos psicólogos y otro químico y que él llamaba su grupo de investigación, distintos compuestos psicoactivos. Fue el descubridor de casi doscientas moléculas capaces de alterar la mente. Entre ellas “estimulantes, depresores, afrodisíacos, ‘empatógenos’ [moléculas capaces de causar sensación de empatía], convulsionantes, fármacos que alteraban la audición, que ralentizaban la sensación del paso del tiempo, que la aceleraban, que generaban explosiones de violencia, que amortiguaban las emociones”. Fue uno de los impulsores de la psicofarmacología, la investigación sobre las sustancias capaces de alterar el funcionamiento cerebral, las drogas psicodélicas.

El término psicodelia fue inventado por Humphry Osmond, psiquiatra británico y conocido de Shulgin para esa alteración significativa de la percepción de la realidad. Surgió también un arte psicodélico, en particular en la pintura y en la música, que usaba imágenes con colores brillantes, efectos ópticos distorsionados y surrealistas, reverberaciones sónicas y animaciones, todo ello intentando reproducir las alucinaciones visuales y auditivas que se producían con algunos fármacos. El término psicodelia deriva del griego y se traduce como “manifestar la mente”. psicodelia1-1Es usado por los que prefieren la visión positiva de estos fármacos frente a los que refuerzan sus efectos negativos y los llaman alucinógenos.

Entre las drogas que inventó Shulgin está la 2,5-dimetoxi-4-etoxianfetamina, o MEM, un “compuesto valioso y dramático”; el que él llamó Aleph-1, que le dio “una de las más deliciosas mezclas de inflación, paranoia y egoísmo que he experimentado nunca”; Ariadne, que fue patentada y probada bajo el nombre dimoxamina como un medicamento para “restaurar la motivación en pacientes seniles de geriátricos” o el DIPT que no causaban alucinaciones visuales pero distorsionaba el sentido del timbre.

Shulgin contaba en una entrevista la rapidez con que estas sustancias aparecían:

Al principio del siglo XX solo había dos compuestos psicodélicos conocidos por la ciencia occidental: el cánnabis y la mezcalina. Cincuenta años después, con el LSD, la psilocibina, la TM, varios compuestos basados en la DMT y otros isómeros el número llegaba a 20. Para el 2000, había más de 200. Como ves el crecimiento es exponencial.

El periodista le preguntó si eso significaba que para el 2050 tendríamos más de 2.000 a lo que él sonrió y contestó, “al ritmo al que está creciendo ahora, podemos bien superar ese número”.

Los nuevos fármacos se producían con facilidad modificando ligeramente la estructura de sus moléculas. shulgin.meo-34-dialkoxy-aSus efectos eran totalmente diferentes unos de otros y Shulgin empezaba con dosis muy bajas que iba subiendo poco a poco hasta experimentar los resultados. En sus pruebas caseras de nuevas drogas, inventó una forma sistemática de clasificar sus efectos conocida como la Escala Shulgin, donde se describían las sensaciones percibidas. Tuvo en su vida más de 4.000 experiencias psicodélicas con distintas moléculas.

Su investigación, casi siempre dentro de la ley y alguna vez en el límite produjo patentes (sus fármacos se usan para tratar la hipertensión, reducir el ansia de nicotina y aumentar la motivación, entre otras cosas) y pacientes. Uno de sus compuestos, el STP, que  producía alucinaciones y una sensación de que el tiempo se había detenido, fue descubierto por la comunidad hippy de San Francisco y envió decenas de personas si no cientos a los servicios de urgencias, usuarios que llegaban aterrorizados temiendo que nunca recuperarían la normalidad.

DEATuvo una extraña relación con los servicios oficiales. Por un lado mantuvo un estrecho contacto con la DEA, la agencia antidroga de los Estados Unidos, asesorando a sus agentes, sirviendo como experto en juicios a narcotraficantes y escribiendo un libro sobre sustancias prohibidas para uso por los defensores de la ley pero en 1993 la DEA allanó su laboratorio, le puso una multa de 25.000 dólares por violar los términos de su licencia de Tipo 1, la que permitía investigar drogas sin un uso médico y un alto potencial de abuso, autorización que le fue retirada inmediatamente.

La sustancia más famosa en la que estuvo implicado fue el MDMA o éxtasis. Fue patentada en 1914 por el gigante alemán Merck pero abandonada por no encontrar un posible uso. Shulgin resintetizó la droga, publicó que inducía “un estado alterado fácilmente controlable de la consciencia con unos matices emocionales y sensuales” y la volvió a poner en circulación siendo llamado el «padrino del éxtasis». Pensó que podía usarse como agente terapéutico para reducir la ansiedad y otros problemas emocionales pero rápidamente se extendió en su uso recreativo y fue ilegalizada a mediados de la década de 1980 en la época de la guerra contra las drogas de Ronald Reagan. Últimamente se ha vuelto a plantear su uso terapéutico para el tratamiento de veteranos de guerra con estrés postraumático.

Shulgin publicó cinco libros sobre su trabajo, incluidos dos autoeditados en los 1990 titulados  “PiHKAL,” un acrónomo de “Phenethylamines I Have Known and Loved,” («Fenitalaminas que he conocido y amado», donde hablaba entre muchas otras del éxtasis y la mezcalina) y “TiHKAL” (“Tryptamines I Have Known and Loved”) 21a0e03ae7a03ee87a1f1210.L«Triptaminas que he conocido y amado» donde hablaba, entre otras, de la DMT y la psilocibina. El primer libro es un híbrido extraño con dos partes independientes. La primera se titula “La historia de Amor” y es una historia de Shulgin y su esposa mínimamente disfrazada como relato de ficción, hablan de su adolescencia, sus matrimonios previos, cómo se conocen, su noviazgo (al que se dedican 200 páginas) y muchas experiencias con drogas. El segundo “La historia química” no es un relato sino la descripción de 179 feniletalaminas con instrucciones para su síntesis, dosis recomendadas, y descripción y duración de los efectos. Sobre el éxtasis escribía “Nunca me había sentido tan maravillosamente o creído que esto fuera posible. Estaba abrumado por la profundidad de la experiencia”. La DEA, como no es de extrañar, no estaba muy contenta con ambas obras y los denominó “libros de recetas para cocinar drogas ilegales”, un antecedente de Breaking Bad.

Para algunos, Shulgin era un gurú y para otros un peligro público. Cuando le preguntaron si recordaba el primer caso de una persona que hubiera muerto tras sobredosis de alguna de las drogas por él descubierta, él dijo que no lo recordaba aunque habría sido para él un suceso triste sin duda pero continuaba «¿y cuántos han muerto por el uso de aspirinas? Es un porcentaje bajo pero real«. 8ac2fe0bae_lab-innardsEn Estados Unidos mueren más de 50 personas anuales por sobredosis de aspirina, la mayoría suicidios. Las drogas psicoactivas generan todos los años un número importante de muertes además de ser un importante ámbito delictivo, conectado con todos los otros grandes tráficos ilegales mundiales: personas, armas y dinero. Muchas de esas muertes van ligadas a la propia ilegalidad de la producción y  la distribución que favorece las adulteraciones, las irregularidades en la composición del producto de consumo, que a su vez llevan a sobredosis, y el desarrollo de redes de delincuencia. Esto no quiere decir que abogue por la legalización sino por el uso de las evidencias científicas como ayuda para el debate político y social, para el establecimiento de las mejores decisiones posibles, dejando también claro que la política y la legislación no son actividades científicas pero sí se pueden beneficiar de disponer de información fiable.

David Nutt, catedrático de Neuropsicofarmacología del Imperial College de Londres, dijo que menos gente habría muerto del uso recreativo de drogas si lo sociedad “hubiese atendido y aprendido de Shulgin en vez de intentar suprimir su conocimiento y sus ideas”. Nutt era el presidente del Comité asesor del gobierno británico sobre drogas de abuso y fue invitado a escribir un editorial en la revista New Scientist, una magnífica publicación de divulgación científica. Nutt lo tituló “Una actitud peligrosa con las drogas” y explicó lo siguiente: “Imagínese estar sentado a una mesa con dos boles, uno contiene cacahuetes y el otro pastillas de MDMA (éxtasis) ¿Cuál sería más seguro para ofrecerle a un extraño? El éxtasis, por supuesto.dn18099-1_300La actitud peligrosa era la de los gobiernos y Nutt explicaba que la obligación de la ciencia era exponer las realidades del mundo. Entre ellas están —recordaba— que los consumidores habituales (“heavy users”) de marihuana están arriesgando su salud mental pero también que los consumidores frecuentes de alcohol y tabaco son más numerosos y causan a ellos y a los de su alrededor muchos más problemas y somos más permisivos. Nutt también decía que no solo la ciencia tiene que guiar las decisiones pues los costes, la practicidad de una medida o la moralidad también tienen un papel, pero que las líneas de actuación que ignoran la realidad están destinadas al fracaso y que las evidencias científicas nunca deberían dejarse fuera del debate político. El mensaje para el gobierno era claro: no excluyan los argumentos racionales con el objeto de explotar una respuesta visceral de la sociedad. La respuesta fue también clara: Nutt fue inmediatamente cesado de su puesto por el ministro del Interior británico.

 

Para leer más:

José Ramón Alonso

CATEDRÁTICO EN LA Universidad de Salamanca

Neurocientífico: Producción científica

ORCIDLensScopusWebofScienceScholar

BNEDialNetGredosLibrary of Congress


5 respuestas a «El último psiconauta»

  1. […] Alexander “Sasha” Shulgin fue lo que popularmente denominaríamos “todo un personaje”. Hijo de dos maestros ingresó en la Universidad de Harvard a los 16 años para estudiar Química Orgánica. Sin embargo, este californiano de Berkeley, posteriormente la capital de la contracultura, decidió abandonar los estudios e ingresar en la Marina en 1943, el punto álgido de la II Guerra Mundial. Durante ese tiempo de servicio tuvo que ser operado por una infección en el pulgar y una enfermera militar le ofreció un vaso de zumo de naranja, una bebida que le cambió la vida. Shulgin bebió el zumo, vio en…  […]

    1. Avatar de lic.luis
      lic.luis

      gracias por la información

      1. Avatar de José R. Alonso

        Gracias a usted por su comentario.

  2. Avatar de Luis
    Luis

    El mejor articulo que he leído en meses , genial me encanta

    1. Avatar de José R. Alonso

      Gracias, Luis.
      Espero que eso del mejor no haya sido porque el único que hayas leído ;-) Ya en serio, te agradezco mucho tus amables palabas

Muchas gracias por comentar


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