El estudio biológico de las razas tiene un precursor en el médico francés François Bernier (1620-1688) quien después de viajar por todo el mundo y ser durante doce años el médico personal de Aurangzeb, el último emperador mogol, publicó su “Nouvelle division de la Terre par les différentes espèces ou races qui l’habitent” (1694).
Un siglo después de Bernier, Linneo, el clasificador de las especies, incluyó en la edición de 1758-1759 de su obra cumbre, el “Systema Naturae” el término primate, indicando que el primer orden de los primates (Homo sapiens) podía dividirse en Europaeus, Americanus, Asiaticus y Afer.
Hasta esa época los pocos negros que vivían en países europeos eran esclavos o sirvientes propiedad de las clases altas. En 1784, Samuel Thomas von Sömmerring pudo estudiar los restos de dos que habían fallecido en el palacio de un aristócrata en Kassel. Eran dos jóvenes de 14 y 20 años y al estudiar sus cráneos escribió que eran más pequeños que los de los europeos y llegó a la conclusión, consonante con los prejuicios de la época, de que aquellos encéfalos estaban más cerca del orangután que los de los hombres europeos, una idea —considerar a los africanos intermedios entre los simios y el hombre blanco— vergonzosa y vergonzante que seguiría dando coletazos hasta bien entrado el siglo XX.
Pero la relación entre el tamaño del cerebro y las distintas razas se ha planteado también entre naciones o entre distintos grupos de la misma nación.
Entre las cuestiones discutidas hoy, ninguna iguala el interés e importancia de la cuestión ahora planteada… La gran importancia de la craneología nos ha impactado a los antropólogos con tal fuerza que muchos de nosotros hemos abandonado otras partes de nuestra ciencia con la idea de dedicarnos casi exclusivamente al estudio de los cráneos… En estos datos, confiamos encontrar información relevante sobre el valor intelectual de las diversas razas humanas.
Gratiolet no se desdijo de su posición y Broca remachó la discusión con la siguiente afirmación:
En general, el cerebro es mayor en los adultos maduros que en los ancianos, en los hombres que en las mujeres, en hombres eminentes que en hombres de un talento mediocre, en las razas superiores que en las inferiores. … Con las demás cosas igualadas, hay una relación notable entre el desarrollo de la inteligencia y el volumen del cerebro.” Pero también advertía que una “persona cultivada no puede empezar a pensar en medir la inteligencia midiendo el cerebro”.
Pero la cosa no terminó ahí. Gratiolet, en un intento algo desesperado, se atrevió a comentar que, según los datos de Emil Huschke, director del Instituto de Anatomía de la Universidad de Jena (Alemania), los cerebros alemanes eran de media 100 gramos más pesados que los cerebros franceses. Por lo tanto, —quod erat demonstrandum— la talla del cerebro no podía tener nada que ver con la inteligencia pues ningún galo con uso de razón aceptaría que un alemán sea más inteligente que un francés. Broca respondió:
Monsieur Gratiolet ha casi apelado a nuestros sentimientos patrióticos. Pero será fácil para mí demostrarle que puede dar algún valor al tamaño del cerebro sin dejar, por eso, de ser un buen francés.
Tras recabar los datos originales —una decisión básica de cualquier buen investigador— Broca se puso a revisar las medidas y pudo ver
- el tamaño encefálico aumenta con el tamaño corporal (los alemanes son de media más grandes que los franceses)
- disminuye con la edad (la media de edad de los franceses estudiados era de 56,5 años mientras que la de los alemanes era de 51). Ese dato explicaba 16 gramos de la diferencia.
- el volumen cerebral disminuye con la agonía y los cerebros franceses provenían de personas muertas de forma natural mientras que parte de los alemanes eran criminales ejecutados, presumiblemente en perfecto estado de salud.
Broca eliminó los datos de la muestra alemana de los que habían sido ejecutados o que habían tenido una muerte violenta y una vez hechas estas correcciones, y sin ni siquiera aplicar las diferencias de tamaño corporal, el peso medio de los cerebros de los 20 alemanes que quedaban era de 1.320 gramos, por debajo de la media los cerebros franceses que era de 1.333 gramos. No es de extrañar que el nombre de Paul Broca esté grabado en la Torre Eiffel.
Paul Broca había estudiado el origen biológico de su nación, Francia, formada como todos los países europeos por una serie de poblaciones que habían ido llegando y compartiendo, con mayor o menor violencia, el mismo solar patrio. Para él, la diferencia más importante en los pueblos de la Francia debía estar en la estructura cerebral. Para muchos de sus compatriotas, la superioridad moral e intelectual, así como la nobleza, estaban ejemplificadas por las cabezas alargadas (dolicocefálicas) de los Celtas, la raza de Vercingetorix, el vencedor de los romanos en Gergovia. El caso opuesto eran las cabezas anchas y cortas (braquicefálicas) y esto apuntaba directamente a los vascos del sudoeste francés, un grupo inferior y menos noble para muchos eruditos franceses que aquellos dolicocéfalos del norte.
Con respecto a la convivencia de ambos tipos de cráneos, la idea del momento, basada en los estudios de Anders Retzius, era que los vascos descendían directamente de pueblos de la Edad de Piedra que habían sido invadidos por razas arias superiores, aquellos guerreros rubios y altos con sus cráneos alargados. La primera sorpresa fue que aquellos zarauzanos o zarauztarras tenían cráneos menos braquicéfalos que los parisinos, tanto al compararlos con un grupo de aristócratas enterrados en el siglo XII como con los parisinos modernos.
Pero la segunda bofetada, fácil de asimilar para todos los que hemos sufrido la visión del ver cómo se encogía la pantalla del televisor al asomar el cabezón de Arzallus, fue que los chavalotes del cementerio de Zarauz tenían también más capacidad craneal (1485, 88 cm3 de aquellos guipuzcoanos frente a los 1427, 56 cm3 de los parisinos medievales o los 1484,23 cm3 de los parisinos modernos).
Alguien que siguió de cerca estos estudios sobre la craniometría de los vascos fue Miguel de Unamuno.
Es incalculable el efecto sobre nuestra cultura de haber activado la vida periférica de las costas al descubrimiento de América. Como la superficie crece a menor proporción que la masa, en el cerebro se repliega aquella para acrecentarse a medida que crece la complejidad y delicadeza de sus funciones, razón por la que son mayores las circunvoluciones en el cerebro humano que en los de los demás animales, y mayores en el del blanco que en el de razas inferiores. Y bien puede decirse que el tener el europeo más periférico el cerebro que el negro de África es reflejo de tener Europa más perímetro de costa, seis veces más respecto al área que el África. (III 92)
Afortunadamente, Unamuno dejó de meterse en esos berenjenales y abandonó las elucubraciones neuroanatómicas y se dedicó a la literatura, la política y a sus contradicciones personales, y los cráneos vascos fueron estudiados por Telesforo de Aranzadi –primo de Unamuno—
Para leer más:
- Dobón Antón MD (1999) Matria contra Patria en la trayectoria espiritual de Unamuno. Cuad Cat. M. De Unamuno 34: 75-96.
- Finger S (1994) Origins of Neuroscience. A History of Explorations into Brain Function. Oxford University Press, Nueva York.
- Gould SJ (1981) The Mismeasure of Man. Penguin Books, Londres.
- Ripley WZ (1897) The Racial Geography of Europe: The Basques VIII. Popular Science Monthly 51 http://en.wikisource.org/wiki/Popular_Science_Monthly/Volume_51/September_1897/The_Racial_Geography_of_Europe:_The_Basques_VIII
- Schiller F (1992) Paul Broca: Founder of French Anthropology : Explorer of the Brain. Oxford University Press, Oxford.
5 respuestas a “El cerebro racista y nacionalista”
Siempre aprendiendo de ti y contigo. Gracias.
Gracias, Maribel. Un fuerte abrazo
[…] que concurren a las elecciones son pocos los que cumplen con el requisito de no obsesionarse con el nacionalismo, es decir, aquellos que aparentemente creen que el nacionalismo no es una buena opción para […]
[…] El cerebro racista y nacionalista […]
Jajaja, me lo he pasado pipa leyendo tu explicación, qué gracioso eres. Te encontré buscando en google braquicéfalo lengua racismo. Me parece muy curioso cómo «el sarampión» fue infectando a políticos, científicos, escritores… a todos, y cómo finalmente tu «autoridad» decidió contribuir para «erradicarlo». Ellos decidieron calentarse los cascos con «el sarampión», ¿qué se dirá de nosotros? Muchísimas gracias