Joselito, José Gómez Ortega, conocido también como Gallito, porque era el más pequeño de la dinastía de los Gallo, hijo, hermano y nieto de toreros, gitano, fue un niño prodigio de la Tauromaquia. Su primera corrida con público fue el 19 de abril de 1908, a los 12 años, acompañado de José Gárate Limeño, con quien formaría pareja en numerosas tardes con un enorme éxito durante los siguientes dos años.
En una ciudad tan taurina como Ronda nació en 1915 José Manuel Rodríguez Delgado. Delgado obtuvo un doctorado en Medicina en la Universidad de Madrid justo antes de la Guerra Civil y formó parte del cuerpo de Sanidad del ejército republicano por lo que al terminar la contienda pasó cinco meses en un campo de prisioneros y tuvo que volver a obtener su título de doctor, ahora en el Instituto Cajal. Aunque su padre era oftalmólogo y su intención inicial era seguir sus pasos, quedó fascinado por la obra de Ramón y Cajal y “por lo poco que sabíamos y sabemos del cerebro” así que decidió encaminar su carrera hacia el estudio de la Neurociencia. En 1946 Delgado recibió una beca de la Universidad de Yale y se trasladó a Estados Unidos donde desarrolló toda su carrera.
Este fisiólogo se especializó en el control cerebral de los comportamientos. La Neurociencia de su época, los años 1950, había conseguido localizar las zonas encefálicas implicadas en las principales funciones mentales, identificar las conexiones entre esas zonas y los órganos efectores y situar también las poblaciones neuronales responsables de ellas. Delgado dedicó buena parte de su trabajo científico a modificar la actividad de estas redes neuronales mediante estimulación eléctrica.
Delgado había leído los trabajos del fisiólogo suizo Walter Rudolf Hess, que había demostrado que podía iniciar comportamientos como la rabia, el hambre o el sueño estimulando diversos puntos del cerebro de un gato con unos electrodos y unos cables. Hess recibió el premio Nobel junto con Egas Moniz, el descubridor de las lobotomías.
En una crónica publicada en La Vanguardia el 30 de marzo de 1951 y titulada “Científicos españoles en Yale”, el corresponsal en Estados Unidos del diario barcelonés Augusto Assía hablaba de su “descubrimiento” de Rodríguez Delgado
Estoy en New Haven, pequeña ciudad donde los industriales, los agricultores y la menestralía se codean con la erudición y la investigación. Sobre el “green” está Yale una de las dos más famosas universidades de los Estados Unidos. La otra es Harvard. Yo he venido a New Haven atraído por las vagas noticias que en Nueva York oí sobre las investigaciones y experimentos de un español. Este español es el doctor Rodríguez Delgado…José Rodríguez Delgado puede hacer bueno el mito de Frankenstein.
Rodríguez Delgado llegó aquí desde Madrid hace un año. Antes había estado ya con una beca en Yale seis u ocho meses. Tiene más bien aire de buen y recio mozo castellano con huellas asturianas que de tremendo conspirador que, de día y noche, desde un pequeño laboratorio en los bajos de la Facultad de Medicina de la Universidad de Yale, cabildea para apoderarse del mundo y dirigirnos a usted y a mí, a Bertrand Russell y a un cacique negro de Kenia, al estudiante de Oxford y a Stalin, como perros por una cadena.
– ¿Y dígame, usted, doctor no pondría en sus últimas consecuencias el procedimiento ser aplicado por radio a una persona determinada sin que ella se diera cuenta o a un ejército entero en el campo de batalla? –le pregunté a Rodríguez Delgado después de verle cómo estimulaba en un gato mansedumbre o docilidad, apetito o desgana, le hacía levantar una pata o tirarse boca arriba, las cuatro patas al aire, perdido el sentido del equilibrio con solo tocar un resorte eléctrico en uno de los diabólicos instrumentos de que Delgado se rodea como Fausto de sus probetas.
Cual si yo le hubiera penetrado al doctor, como él le penetra a los gatos, perros y monos, la zona más recóndita y misteriosas de sus ambiciones, Delgado sustituyó el gesto campechano y amistoso por una mueca mitad sorprendida y mitad mefistofélica
-¿Por qué no?
Los animales más usados en experimentación biomédica son dentro de los invertebrados, las moscas y dentro de los vertebrados, los roedores, ratas y ratones.
Eran los años de la Guerra Fría y según algunas fuentes Delgado colaboró con la CIA y fue uno de los científicos implicados en el proyecto Pandora, un programa de investigación cuyo objetivo era generar respuestas aberrantes en el cerebro de los soldados enemigos, causadas mediante el uso de potentes campos electromagnéticos que distorsionaran la transmisión nerviosa. Según el propio Delgado, que años después negó esa implicación con los servicios de inteligencia y se autodefinía como un pacifista, su investigación había sido apoyada por distintas agencias civiles y por la Oficina de Investigación Naval pero nunca por la CIA. Según el investigador rondeño, la estimulación cerebral podía “aumentar o disminuir el comportamiento agresivo” pero no era posible “dirigir el comportamiento agresivo hacia un objetivo determinado” por lo que no tenía interés militar.
El experimento más famoso de José María Rodríguez Delgado —y aquí viene la conexión con Joselito— no usó como animal de experimentación un gato o una rata sino uno verdaderamente inusual: un toro bravo. En una plaza de tientas de Córdoba, Delgado se enfrentó al animal, más bien un novillo, al que había implantado un stimoceiver en su cerebro.
El video que Delgado grabó se puede ver[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=6nGAr2OkVqE[/youtube]
En 1969 Delgado publicó un libro titulado “Physical Control of the Mind: Toward a Psychocivilized society”. El libro, basado en su investigación, estaba ilustrado con fotografías de monos, gatos, el toro y dos mujeres jóvenes que escondían sus stimoceivers debajo de sendos turbantes.
Dos investigadores de Harvard con los que Delgado había tenido una corta colaboración, Frank Ervin y Vernon Mark, habían publicado un libro titulado “Violence and the Brain” donde sugerían que la estimulación cerebral o la psicocirugía podían ser la solución para las «tendencias violentas de los negros» que se manifestaban en el interior de las ciudades norteamericanas, lo que se consideraba el principal problema social del momento. Esos disturbios, que sucedieron el año anterior en 125 ciudades, habían sido la respuesta de la comunidad afroamericana al asesinato de Martin Luther King.
La situación para Delgado se fue volviendo más y más complicada. Distintos individuos le acusaban de haberles implantado stimoceivers en sus cerebros sin ellos haberse dado cuenta ni sin su consentimiento. Una mujer con esta peregrina idea demandó a Delgado y a la Universidad de Yale por un millón de dólares. Aún así, era considerado uno de los científicos más prominentes del país y en 1970 el New York Times Magazine le llamó “el apasionado profeta de una nueva sociedad psicocivilizada cuyos miembros podrían influir y alterar sus propias funcionales mentales.”
Delgado fue un pionero del chip cerebral, y aunque nos pueda recordar a Matrix o a los Cybermen de Dr. Who en la actualidad estos implantes se utilizan experimentalmente para el tratamiento de la epilepsia, la enfermedad de Parkinson, la parálisis, la ceguera y otros trastornos mentales. Junto a esto, la idea del control del comportamiento mediante el implante de electrodos y su activación no ha desaparecido.
Pero volvamos a la Macarena tras la muerte de Joselito. Con la proclamación de la II República algunos grupos de radicales o directamente de delincuentes se dedicaron a saquear algunos templos sevillanos. El sacristán de la Basílica del barrio de San Gil donde se veneraba la imagen fue a ver a Ignacio Sánchez Mejías, el amigo de Federico García Lorca, cuñado de Joselito y testigo de su muerte y le dijo “Don Ignacio, hay que salvar a la Virgen de la Macarena.” Cuándo el torero le preguntó dónde estaba, el sacristán le contestó que la había bajado del altar y la había escondido en su casa y “para no llamar la atención —una opinión en la que no sé si estaba muy acertado— la he metido en mi cama como si fuera una persona”.
Para leer más:
- Horgan J. (2005) The Forgotten Era of Brain Chips. Scientific American Octubre 66-73. http://www.wireheading.com/delgado/brainchips.pdf
- Nieto L. (2012) Joselito el Gallo, ‘el rey de los toreros’. Diario de Sevilla 27 de septiembre. http://www.diariodesevilla.es/article/toros/1359138/joselito/gallo/rey/los/toreros.html
- Osmudesen JA (1965) ‘Matador’ with a Radio Stops Wired Bull. Modified Behaviour in Animals the Subject of Brain Study. New York Times. 17 de mayo. http://wireheading.com/matador.html
- http://hemeroteca.lavanguardia.com/preview/1951/05/20/pagina-7/32803803/pdf.html?search=Delgado
- http://blogs.elpais.com/toros/2012/05/el-minuto-de-silencio-universal.html
- http://deltoroalinfinito.blogspot.com.es/2010/03/lunes-santo-la-esperanza-macarena-de.html
- http://www.terceracultura.net/tc/?p=2524
2 respuestas a “Joselito, Delgado y el control cerebral”
Increíble historia y espectacularmente contado.
Gracias. Me ha flipado.
¡Gracias a ti!
Me alegro mucho de que te haya gustado. Yo disfruté un montón escribiéndolo y buscando datos. Abrazo fuerte