Muchos de estos pacientes han sido tratados sin éxito por su médico antes de llegar al Princeton-Plainsboro. Como norma general, en cada episodio el equipo debe aclarar un caso inexplicable estrechando el cerco sobre una serie de hipótesis planteadas en función de la evolución de la enfermedad, los resultados de los test diagnósticos y la respuesta a las primeras medicaciones. Como estrategia para aumentar la tensión dramática de cada episodio, normalmente los primeros intentos fallan hasta que la situación del paciente se vuelve desesperada. Además, los pacientes a menudo ocultan síntomas, circunstancias o historias personales. House murmura frecuentemente “el paciente está mintiendo”.
La trama de la serie es una mezcla entre el funcionamiento de un servicio hospitalario de urgencias y el método deductivo de un detective. La causa de la enfermedad es abordada como un culpable que debe ser identificado, controlado y eliminado. Los médicos actúan como policías que buscan pistas e intentan detener la enfermedad bajo el paradigma de intentar “diagnosticar lo indiagnosticable”. House ya no es la herramienta para esos diagnósticos sino en realidad toda la trama gira en torno a él, a los efectos que su personalidad, virtudes y defectos tienen sobre pacientes y colegas, a su forma de penetrar en las vidas de los enfermos y los que hay a su alrededor, a la necesidad de desvelar sus secretos y aclarar sus invenciones para poder llegar al diagnóstico que es una forma de verdad.
House ha sido una revolución en ese mundo tan poblado de las series de televisión que suceden en un hospital. Es un médico que fuerza los límites habituales en su trato con los pacientes, en las pruebas que encarga, en los tratamientos que pone.
House ha gozado en general de buenas críticas y de excelentes índices de audiencia desde su estreno, convirtiéndose en una de las series más vistas en todo el mundo. Se ha emitido en 66 países y ha sido vista por cientos de millones de personas. Ha recibido diversos reconocimientos y premios incluyendo un Peabody, dos Globos de Oro y tres Emmys.
House encierra también un homenaje a Holmes, el más famoso detective de todos los tiempos y otro experto en encontrar la verdad escondida. Ambos son adictos (Sherlock Holmes al opio, la cocaína y la morfina, y House al Vicodin); ambos trabajan siguiendo un método deductivo, buscando pruebas y eliminando posibles soluciones alternativas; ambos usan bastón; a los dos les gusta tocar música (Holmes toca el violin y House el piano y la guitarra); ambos son prepotentes y misántropos;
House considera que la gente tiende a mentir aunque le vaya la vida en ello y que esa tendencia complica o impide aclarar las cosas para establecer la situación del paciente. Acuñó la frase “Todo el mundo miente” que se ha convertido en una de las referencias de la serie y que fue el título del episodio piloto de la primera temporada. Puede que no esté muy desencaminado. Jeff Hancock un profesor de la Universidad de Cornell en Nueva York especializado en comunicación social pidió a un grupo de 30 estudiantes que realizaran un seguimiento diario de sus comunicaciones durante una semana. Si la conversación o el intercambio de mails duraba más de diez minutos tenían que anotar si habían dicho alguna mentira. Hancock encontró mentiras en el 14% de los correos electrónicos, el 21% de los sms, el 27% de las interacciones cara a cara y casi el 40% de las conversaciones telefónicas. Teniendo en cuenta la frecuencia de estas comunicaciones, la media era que todo el mundo mentía todos los días.
En contra lo que pensamos, no es fácil descubrir a un mentiroso incluso para aquellos que tienen experiencia como las fuerzas de seguridad o el sistema judicial. Popularmente solemos creer que un mentiroso se delata por su lenguaje corporal, por su mirada oblicua o por sus gestos de nerviosismo pero no es verdad. Un mentiroso puede mirar a los ojos igual que alguien veraz y no necesariamente se rascan, apoyan su peso alternativamente en una pierna y otra, carraspean o se les traba la lengua. Pensamos que somos malos diciendo mentiras y buenos detectándolas pero en realidad es al revés.
No existe ningún comportamiento que vaya asociado a la mentira y no se exprese cuando alguien diga la verdad, no hay un síntoma claro y fiable de la mentira. Tendemos a dar más peso a la información no verbal que a la verbal cuando ambas parecen estar en conflicto y se ha visto que se detectan mejor las mentiras cuando el peso de ambos tipos de información es más equilibrado.
Si lo pensamos un poco, un mentiroso tiene que maquinar y trabajar más lo que va a decir que si su historia fuese cierta, así que una estrategia para discernir la veracidad de una sentencia es intentar forzar esas diferencias entre los que mienten y los que no, buscando preguntas que sean más difíciles de responder para un mentiroso y hagan caer sobre él lo que se ha llamado la “carga cognitiva”. Un ejemplo es pedir al sospechoso que cuente su historia de una forma cronológicamente inversa. Si ha vivido esa situación es mucho más fácil hacer eso que si se lo está inventando según lo va contando. Otro truco de un interrogatorio es pedirle al sospechoso que dibuje la escena. Esta tarea es mucho más difícil para un mentiroso porque establecer un escenario realista para una escena inventada resulta incómodo e imperfecto. Podemos aumentar la dificultad pidiéndole que mantenga contacto visual contigo mientras le estas interrogando y solicitándole esas tareas. Bajo esas circunstancias de presión cognitiva los mentirosos muestran más señales verbales y no verbales de que están engañando que aquellos que están diciendo la verdad. Muchos mentirosos se inventan una excusa, una coartada transportando un evento real que sucedió en otro momento al tiempo que les interesa tapar. Haciendo preguntas sobre la cronología exacta de ese supuesto suceso es posible descubrir que las cosas no cuadran.
Otra técnica de interrogatorio para saber la veracidad de la opinión de una persona sobre un tema –por ejemplo, el sentir de un posible miembro de ETA sobre la justificación de un atentado terrorista- es pedirle primero
Otro aspecto importante del interrogatorio es el uso estratégico de las evidencias. En el caso de un asesinato en Goteburgo (Suecia) la policía tenía información sobre las actividades de un sospechoso en la noche del asesinato pero nada que le relacionara con el arma utilizada, una botella de cristal. En vez de revelar lo que se sabe, hay que dejar que cuente su historia y solo después, cuando se encuentra más cansado empezar a confrontarle con las evidencias disponibles. Gradualmente el sospechoso se daba cuenta de que los policías tenía más información que la que estaban revelando, y cuando llegó el tema de la botella, intentó jugar con ellos a su propio juego, ofreciendo detalles que no tenían y que no podría conocer si hubiera sido inocente.
El uso estratégico de la evidencia es contrario a lo que sería nuestra tendencia normal, confrontar al sospechoso con todo lo que tenemos. En un estudio publicado en Law and Human Behavior, María Hartwig y su grupo pudieron demostrar que los voluntarios con tres horas de formación en esta técnica conseguían un éxito del 85,4% a la hora de detectar mentiras frente a un 56,1% en los interrogadores sin experiencia. En realidad, lo que hace a un interrogador exitoso no es la habilidad para ver detectar señales anómalas en el comportamiento no verbal sino la habilidad para hacer la pregunta adecuada algo en lo que House es un auténtico experto.
En la lucha contra la mentira siempre se ha soñado en contar con una máquina de la verdad. Dicen que los antiguos griegos controlaban el pulso de las personas que interrogaban para intentar detectar el momento el engaño. Lombroso usó un pletismógrafo para detectar a los falsarios y distintos aparatos y técnicas fueron utilizados posteriormente, en particular el polígrafo, un detector de mentiras que tiene ya más de un siglo de edad. Mide una serie de indicadores fisiológicos basándose en que un mentiroso estará más nervioso, lo que no siempre es cierto, y calibra señales de estrés incluyendo un aumento de la frecuencia del latido cardíaco, cambios en el patrón de respiración o el nivel de oxigenación en la sangre, en la actividad electromagnética en el cerebro o en la conductividad de la piel debidos a la sudoración. Los americanos tienen una gran fe en las máquinas y el polígrafo se ha usado para identificar al secuestrador del bebé de Lindbergh, a los nazis ocultos entre los prisioneros de guerra alemanes, a los comunistas durante la caza de brujas del senador McCarthy y en los casos más famosos de asesinato y espionaje de los últimos años. La última esperanza es el uso de máquinas de resonancia magnética funcional que permitan identificar distintos patrones de actividad en el cerebro de una persona cuando miente y cuando dice la verdad. Se han usado también aparatos que miden la dilatación de la pupilas o analizadores del habla que detecten cambios en la voz. Un programa del Ministerio de Interior de los Estados Unidos denominado FAST busca detectar a posibles malintencionados usando instrumentos a distancia como cámaras y sensores de la frecuencia cardíaca que permitan someter a un examen más detallado a alguien que entra en un aeropuerto con unas constantes fisiológicas alteradas.
Sin embargo, todo esto es muy complejo. Entendemos que una mentira es algo que es falso, que es deliberada y que pretende engañar pero no sabemos si cerebralmente es lo mismo una mentira destinada a la ocultación, a la alteración o a la fabricación, no sabemos si es lo mismo cuando alguien miente para encubrir algo que sabe que está mal o lo hace porque cree que es por un bien superior (lo que llamamos una mentira piadosa pero también un terrorista que cree en la justicia de su causa).
Para leer más:
- Hartwig M, Granhag PA, Strömwall LA, Kronkvist O. (2006) Strategic use of evidence during police interviews: when training to detect deception works. Law Hum Behav. 30(5):603-619.
- Hartwig M, Granhag PA, Strömwall LA, Vrij A. (2005) Detecting deception via strategic disclosure of evidence. Law Hum Behav. 29(4): 469-484.
- Littlefield M. (2011) The lying brain. University of Michigan Press,
- Spinney, L. (2011) Hoodwinked! New Scientist 2818: 46-49.
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Excelente y muy de actualidad entrada sobre la mentira y cómo desentrañarla. Enhorabuena por la labor divulgativa de esta bitácora, José Ramón. Consigues que muchos estemos pendientes de tus actualizaciones.
Ya que hablas de médicos y ficción, me permito recomendarte (aunque seguramente ya la conozcas) la obra ‘Cien médicos en el cine de ayer y hoy’ de Ernesto Pérez Morán y Juan Antonio Pérez Millán (Ediciones Universidad de Salamanca, 2008). Encontrarás algunos personajes y casos muy interesantes para la labor pedagógica de este espacio.
¡Un abrazo!
Estimado Antonio
Gracias por tus palabras. Me alegro que te resulte interesante lo que escribo.
Juan Antonio me regaló su magnífico libro aunque aquí estoy intentando juntar Neurociencia con algunas de las series más populares de la tele.
Un abrazo fuerte