Todos los nombres con los que ha sido bautizado se relacionan con la zona donde un matrimonio de turistas alemanes, Helmut y Erika Simon, encontraron el cuerpo momificado. Fue en los Alpes del valle de Ötz, cerca del Similaun, una montaña en el Tirol del Sur. Primero se pensó que se trataba de algún montañero que se había despeñado pero cuando el cuerpo fue trasladado a la Universidad de Innsbruck, en Austria, se detectó de inmediato que se trataba de un cadáver mucho más antiguo.
Ötzi nos permitió un conocimiento sin precedentes sobre su época, la Edad del Cobre. El contenido de su tubo digestivo ha posibilitado conocer sus últimas dos comidas (la última, menos de una hora antes de su muerte, consistió en carne de ciervo y, posiblemente, cereales. Anteriormente realizó otra ingesta de carne de cabra, varias especies de vegetales y cereales); el polen recuperado en su intestino indica que antes de llegar al lugar de su muerte, a 3.200 metros de altura, atravesó un bosque de coníferas subalpino donde probablemente comió; sus pulmones están ennegrecidos seguramente por el humo de las hogueras; su pelo tiene una alta contaminación de cobre y arsénico, por lo que se pudo dedicar a la metalurgia del cobre; sus huesos indicaban que estaba acostumbrado a largas caminatas en terreno montañoso, por lo que podía haber sido un pastor de alta montaña. Frente a esos que abominan de la civilización y piensan que el hombre en la Naturaleza tiene una salud formidable, a sus aproximados 45 años Ötzi tenía caries, problemas en las encías, parásitos, intolerancia a la lactosa, artritis con dolor e inflamación en las articulaciones, baja fertilidad y probablemente problemas coronarios. Y eso que no tomaba conservantes ni comida basura.
Llevaba con él un equipo amplio de armas y herramientas que incluía, además de una impresionante hacha de cobre, un raspador, una barrena, un cuchillo de pedernal con su funda, una herramienta para sacar láminas de sílex, un disco de piedra perforado, catorce flechas en un carcaj, un gran arco sin terminar, dos cajas de corteza (hay objetos de 18 maderas distintas en su equipo) y dos setas atravesadas con una correa de cuero.
Aunque todo indica que el Hombre del Hielo fue asesinado, una de las grandes controversias suscitadas en torno a este hallazgo ha sido la causa concreta de su muerte.
Con anterioridad ya se había estudiado el genoma de Ötzi, tanto el nuclear como el mitocondrial, pero el análisis de las proteínas, el estudio proteómico, permite ir más allá. Su ventaja en este caso sobre el estudio del ADN (genoma) es que las proteínas se contaminan menos que el ADN y, sobre todo, nos dan mucha más información sobre las condiciones en el momento de la muerte , ya que varían día a día, de una zona a otra, en función de lo que esté sucediendo en ese momento y en cada región del cuerpo. El ADN, sin embargo, da una información muy uniforme, que no cambia apenas desde el nacimiento sin que importe en qué parte del organismo recojamos las muestras. Por sus características las proteínas son especialmente útiles para detectar señales de enfermedad y daño tisular. Por poner un ejemplo, una de las niñas momificadas encontradas en el territorio de los incas y sacrificadas por esta civilización mostraba claras evidencias de sufrir una infección pulmonar.
Maixner y sus colegas tomaron dos muestras del cerebro y les aplicaron tecnologías de proteómica basadas en espectrometría de masas y cromatografía de alta resolución. Los resultados se compararon utilizando algoritmos de búsqueda y diferentes bases de datos. En total se identificaron 502 proteínas distintas, de las cuáles 41 son muy abundantes en tejido nervioso y 9 específicas del cerebro. También se encontraron otras 10 proteínas relacionadas con la sangre y la coagulación. Un análisis específico mostró una acumulación significativa de proteínas relacionadas con la respuesta al estrés y la cicatrización de heridas. Estos datos, junto con estudios con un microscopio de fuerza atómica, parecen indicar que antes de morir Ötzi recibió un golpe en la cabeza que haría que su cerebro golpease contra la parte occipital del cráneo, el interior de la nuca, causando una hemorragia.
La importancia de la cabeza y el cerebro como diana de un ataque se conoce desde hace milenios. Heridas craneales, capaces de causar daño cerebral, se conocen en toda la evolución de los homínidos. Se cree que estos ancestros nuestros sabrían que al atacar esa zona podían dejar a la víctima en una situación de debilidad o matarla. Raymond Dart, un paleontólogo que estudió australopitecos de Sudáfrica, y describió el primer Australopithecus africanus estudió el cráneo de uno de ellos con varias fracturas cercanas. Dart pensó que ese individuo había sido golpeado desde atrás por otro homínido ancestral, un golpe que le causó la muerte. Aunque sus propuestas son hoy discutidas, Dart llegó a demostrar que las medidas de los cóndilos de un húmero de antílope encajaban en las líneas de fractura de aquel cráneo, proponiendo que ese hueso pudo ser el arma “australopitecida”. Más allá, en los 42 cráneos de babuino encontrados en yacimientos de australopitecinos, el 64% mostraban evidencias de fracturas del cráneo, normalmente en la zona occipital, en la nuca. Dart y otros investigadores sugieren que esos monos fueron golpeados en la cabeza con algún tipo de maza por los australopitecinos, lo que indica que el cerebro, o al menos la cabeza, era considerado hace ya más de un millón de años como algo básico para la vida y una buena zona para causar la muerte con rapidez.
Hay también evidencias de daño craneal en restos de especies del género Homo como Homo erectus. El porcentaje es relativamente alto. En el yacimiento de Solo River 4 de 11 cráneos tenían heridas potencialmente mortales. En Chouk’outien, un yacimiento cercano a Pekín, se han recuperado los restos craneales de 40 individuos, todos ellos mostrando daños en la cabeza.
Para leer más:
- Dart RA. (1949) The predatory implemental technique of Australopithecus. Am. J. Phys. Anthropol. 7: 1-38.
- Finger S. (1994) Origins of Neuroscience. Oxford University Press, Nueva York. pp. 3-4.
- Gannon M. (2013) Otzi The Iceman Suffered Head Blow Before Death, Mummy’s Brain Tissue Shows. http://www.huffingtonpost.com/2013/06/11/otzi-iceman-head-blow-death-mummy-brain-tissue_n_3418652.html?ir=Science#slide=1898429
- Kean WF, Tocchio S, Kean M, Rainsford KD. (2013) The musculoskeletal abnormalities of the Similaun Iceman («ÖTZI»): clues to chronic pain and possible treatments. Inflammopharmacology. 21(1): 11-20.
- Maixner F, Overath T, Linke D, Janko M, Guerriero G, van den Berg BH, Stade B, Leidinger P, Backes C, Jaremek M, Kneissl B, Meder B, Franke A, Egarter-Vigl E, Meese E, Schwarz A, Tholey A, Zink A, Keller A. (2013) Paleoproteomic study of the Iceman’s brain tissue. Cell Mol Life Sci. 6 de junio. [Epub ahead of print]
- Püntener AG, Moss S. (2010) Otzi, the iceman and his leather clothes. Chimia (Aarau). 64(5): 315-320.
- Rollo F, Ubaldi M, Ermini L, Marota I. (2002) Otzi’s last meals: DNA analysis of the intestinal content of the Neolithic glacier mummy from the Alps. Proc Natl Acad Sci U S A. 99(20): 12594-12599.
- http://news.discovery.com/history/the-iceman-suffered-brain-damage-before-death-130610.htm
- http://en.wikipedia.org/wiki/%C3%96tzi
- http://www.iceman.it/en/node/226
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Esta entrada fue publicada en Naukas
Una respuesta a “Ötzi y el trauma craneoencefálico”
El día que dejemos de considerar algo «nuestro» por 90 metros, habremos comenzado a ser de verdad «Europa».