Michael Jackson y el muchacho que se inyectó el párkinson

Al final de la década de los 1970 se produjo una caída en el suministro de heroína que llegaba a los Estados Unidos y a Europa. La guerra de Afganistán iniciada en 1979 entre el gobierno apoyado por los soviéticos y los muyahidines armados por Estados Unidos dañó la producción agrícola de la amapola del opio y un nuevo golpe militar en Turquía en 1980 alteró las rutas de transporte de la droga. Como la demanda seguía siendo alta en los países consumidores, adictos y traficantes empezaron a estudiar otras formas de conseguir opioides que no dependieran del suministro exterior. Las primeras vías como robarlos de hospitales o farmacias fueron bloqueadas con mayores controles y mejores medidas de seguridad por lo que surgió la idea de sintetizarlos en laboratorios clandestinos aunque es un proceso que no es demasiado fácil.

La petidina o meperidina (conocida por los nombres comerciales de Demerol, Dolantina o Dolosal) se convirtió en el sustituto más popular. Se usaba tanto para el dolor crónico como para el dolor agudo y era ampliamente recetado por los médicos de cabecera. Muchos adictos fingían dolores crónicos de espalda para conseguir un suministro más o menos estable de Demerol. Aunque este opioide sintético remedaba los efectos de la heroína su acción duraba menos y los efectos secundarios eran peores pero era la mejor opción disponible para los heroinómanos.

En 1976, Barry Kidston, un estudiante de doctorado de Química de 23 años decidió hacer sus propios experimentos con drogas y se puso a sintetizar un análogo del Demerol conocido como MPPP (1-metil-4-fenil-4-propionpiperidina). Al MPPP se le llamó el superdemerol porque sus efectos eran tan potentes y duraderos como los de la heroína y se convirtió en un éxito entre los adictos. Barry instaló un laboratorio en el sótano de la casa de sus padres y durante unos meses sintetizó MPPP sin ningún problema. Sin embargo, en un momento determinado tuvo que andar con prisas y algo fue mal en el proceso. Cuando Kidston se inyectó la droga de aquel nuevo lote sintió un hormigueo de calor que no había experimentado antes y tres días después tenía bradiquinesia, sus movimientos eran anormalmente lentos. Su situación se fue agravando, aparecieron temblores, rigidez en las extremidades y dificultad para hablar y le tuvieron que llevar al hospital. Después de diagnósticos erróneos como una esquizofrenia catatónica y de intentar varios tratamientos, un médico llegó a la sorprendente conclusión de que aquello, a pesar de lo improbable de la edad y su aparición súbita, era calcado a una enfermedad de Parkinson y se le empezó a tratar con L-Dopa, el medicamento más útil para los parkinsonianos. Sus síntomas empezaron a mejorar.

Los médicos del hospital, demostrando que los buenos protocolos de alerta son parte imprescindible del avance científico, avisaron a los Institutos Nacionales de la Salud, el famoso NIH, que envió un equipo de rastreo. Estos equipos son un puñado de médicos e investigadores preparados para salir en pocas horas hacia cualquier lugar del mundo donde haya algo que parezca una nueva enfermedad, del SIDA al Ébola. Cuando llegaron a la casa de Kinston afortunadamente algo de la droga estaba todavía en los recipientes de vidrio que había utilizado para la síntesis y los investigadores pudieron analizar aquella muestra: además del MPPP había un compuesto distinto, el MPTP (1-metil-4-fenil-1,2,5,6-tetrahidropiridina). Cuando se les administro MPTP a ratas se vio que tenían síntomas parkinsonianos durante unas horas pero esa condición no se estabilizaba como en el caso de Barry. Otras investigaciones un tiempo después pudieron demostrar que las ratas, al contrario que los humanos, eran bastante resistentes a los efectos tóxicos del MPTP. Sin embargo, los monos desarrollaban una enfermedad muy parecida a lo que sucedía a los seres humanos.

El equipo del NIH se puso, en un trabajo minucioso y pesado, a duplicar el laboratorio de Kidston, su equipo, el ambiente que le rodeaba, su procedimiento. Después de muchas pruebas consiguieron determinar que un calentamiento un poco mayor de lo habitual en uno de los pasos era lo que había causado la síntesis del MPTP.

Otros grupos de narcoquímicos en distintos lugares del país estaban inmersos en procesos parecidos. El Superdemerol se vendía maravillosamente en el mercado negro y dejaba una ingente cantidad de dinero. Como en el caso de Kidston, la química descuidada de un laboratorio de síntesis de drogas generaba un producto de baja calidad y lotes de “heroína sintética” contaminados con MPTP empezaron a salir a la calle. Los adictos a la heroína empezaron a caer como moscas.

Fue un golpe sorprendente: el párkinson se consideraba una enfermedad de adultos mayores, de personas que estaban en sus sesenta o setenta y aquí aparecían adolescentes con los mismos síntomas. Los escáneres con tomografía de positrones (PET) y las autopsias desvelaron que estaba dañada la misma área cerebral que se encuentra afectada en el Parkinson. Era un parkinsonismo experimental, una enfermedad de Parkinson que se podía reproducir de forma controlada en el laboratorio.

En 1982, seis jóvenes californianos llegaron a los servicios de urgencias de un hospital en el condado de Santa Clara. Sorprendentemente para los médicos de aquel hospital que no habían visto nada parecido, tenían algo que parecía un Parkinson y eran incapaces de moverse, de hablar e incluso de parpadear aunque estaban plenamente conscientes. Los doctores estaban confusos: eran demasiado jóvenes y los síntomas habían surgido repentinamente y no de la forma gradual que aparece habitualmente. Entonces un médico recordó que había leído algo sobre Kidston. El estudio epidemiológico permitió demostrar que todos ellos eran adictos, que tomaban una heroína sintética llamada “China White” y que se la compraban al mismo camello que la producía en su garaje. Era nuevamente un lote de MPPP contaminado con MPTP.

Trabajando en el laboratorio se pudo estudiar la química del proceso, dentro del cerebro el MPTP se convertía por la enzima monoamino oxidasa B en otro compuesto MPP+ (1-metil-4-fenilpiridinio) y éste es extremadamente tóxico para las neuronas dopaminérgicas de la sustancia nigra. Esas neuronas estimulan las de los ganglios basales, que a su vez son responsables del control consciente de los movimientos. El MPP+, derivado del MPTP liquidaba las neuronas de la sustancia nigra. Entender este proceso sirvió para entender mucho más sobre el proceso celular del Parkinson. El problema tanto en el caso de los adictos como las personas enfermos es que las neuronas dopaminérgicas iban muriendo y por lo tanto el proceso era imposible de revertir.

El parkinsonismo experimental en monos llevó a numerosos resultados importantes, se pudieron probar distintos fármacos observando que los síntomas se podían reducir usando levodopa, un precursor de la dopamina, que es ahora el principal medicamento para el tratamiento del párkinson. Se vio que los monos tratados con MPTP tenían dañadas las mismas zonas cerebrales y tipos neuronales que las personas con párkinson y se vio que la susceptibilidad al MPTP aumentaba con la edad. El MPTP se parecía a algunos insecticidas como el Paraquat con lo que surgió la duda sobre si alguna de estas moléculas podría estar implicada en la aparición de un párkinson “normal”. También se vio que algunas técnicas como el reemplazo de las neuronas perdidas con implantes de tejido fetal o con células modificadas genéticamente, la estimulación eléctrica subtalámica y el uso de células madres permitía obtener resultados preliminares prometedores en el tratamiento del Parkinson. Se sigue trabajando en estas líneas.

El 25 de junio de 2009, Michael Jackson moría en su mansión alquilada en Los Ángeles. La noticia se extendió por la red como un incendio y cuando Google vio que le entraban millones de preguntas que ponían “Michael Jackson” creyó que estaba siendo objeto de un ataque informático y clausuró el acceso durante treinta minutos. Del mismo modo, Twitter y Wikipedia se vinieron abajo a las 3:15 de la tarde, hora del Pacífico. Mil millones de personas vieron su funeral en directo.

Michael Jackson es considerado el rey del Pop y el cantante de más éxito de toda la historia. Empezó su carrera a los seis años cantando con sus hermanos en el grupo The Jackson 5. Su carrera en solitario la inició a los once años. Vídeos de algunas de sus canciones como “Beat It”, «Billie Jean», «Thriller», “Black or White” o “Scream” transformaron la relación entre la música, el baile y la cinematografía, creando algo a medio camino entre un nuevo tipo de arte y una herramienta de promoción.

En 1984 mientras rodaba un anuncio para Pepsi tuvo un accidente con unos fuegos artificiales que le causó quemaduras de segundo y tercer grado en la cara y el cuero cabelludo. Se considera que la prescripción médica de calmantes y analgésicos para paliar el dolor de las quemaduras causó en el cantante una adicción a los opiáceos que le llevó a una clínica de rehabilitación  y posteriormente a distintos episodios relacionados con estas drogas hasta su muerte que fue considerada un homicidio involuntario por parte de su médico, Conrad Murray.

 Barry Kidston se fue recuperando poco a poco gracias al tratamiento con L-dopa pero cuando la tolerancia al medicamento empezó a actuar, y los síntomas volvieron con fuerza cayó en una depresión. Un día, dieciocho meses después de su inyección de MPTP, se sentó bajo un árbol y tomó una sobredosis de cocaína. Se cree que fue un suicidio pero no dejó ninguna nota ni explicación. De su adicción a las drogas y su inyección de MPTP surgió el mejor modelo experimental para el estudio de la enfermedad de Parkinson. Los animales tratados con MPTP se convirtieron en la mejor herramienta para la investigación del párkinson, donde poder probar nuevos medicamentos y la eficacia de las terapias.

El Demerol fue el analgésico que más abundaba en la casa de Jackson en el momento de su muerte en junio de 2009. De la muerte de Jackson también surgió algo bueno, pero como en el caso de Kidston no para él. Al año siguiente de su muerte, se generaron mil millones de dólares en ganancias y en marzo de ese año 2010 Sony Music Entertainment firmó el mayor contrato de la historia de la música con los herederos de Michael Jackson. El contrato por un importe de 250 millones de dólares les permitía mantener la distribución de sus grabaciones hasta 2017 y publicar siete álbumes póstumos. En 1997, Jackson le había dedicado una canción al Demerol, titulada «Morphine». Ahí dice cosas como “patada en la espalda”, “ataque al corazón”, “necesito tu cuerpo”, “soy tan estúpido”, “relájate”, “esto no te dolerá”, “cierra los ojos y volarás lejos”, “está tomando Demerol”. Una hermosa canción para una historia triste.

 

Para leer más:

José Ramón Alonso

CATEDRÁTICO EN LA Universidad de Salamanca

Neurocientífico: Producción científica

ORCIDLensScopusWebofScienceScholar

BNEDialNetGredosLibrary of Congress


Una respuesta a «Michael Jackson y el muchacho que se inyectó el párkinson»

  1. Avatar de perlita1

    Buena historia. No se siente tan trágica al pensar en el uso que se le dio al MPTP producido por accidente, aunque la lástima es que mucha juventud adicta tiene un final terrible…

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