Salvadas de la extinción

Entre las muchas peculiaridades de los británicos están, y va más allá del tópico, el recuerdo de sus glorias imperiales y su amor a la jardinería. Ambos aspectos se combinan porque los expatriados en todas las colonias inglesas, en los puestos militares, en las oficinas comerciales y diplomáticas, dispersos por todos los continentes, se interesaron por las plantas locales, especialmente las de belleza singular. A su vuelta a las Islas Británicas muchas personas volvieron con semillas y esquejes con los que recordar aquella etapa de su vida y también, ¿por qué no?, para asombrar a los vecinos con aquellas plantas nunca vistas. Además, hubo también un impulso político: existía una decisión comercial, económica y científica de recolectar plantas de posible interés por todo el mundo. Los cultivos que los españoles trajeron del Nuevo Mundo tuvieron un valor económico mucho mayor que el del oro y la plata de las Indias, y los ingleses lo sabían muy bien. Dos mil especies de plantas iniciaron el camino de Asia a Europa de la mano de un solo recolector, Ernest H. Wilson, entre ellas el kiwi. 

Quizá solo hay un pueblo que pueda competir con los ingleses en su pasión por la jardinería: los japoneses. Los jardines japoneses son una parte integral de su cultura, unidos a sus templos, a sus espacios comunes, a la vida familiar y personal, a la armonía y la belleza. La maravilla sin par de los jardines de Kyoto, el exotismo de su organización, la calidad de sus metodologías han hecho que temas específicos de la jardinería nipona, como el bonsái o el ikebana, se hayan distribuido por todo el planeta. Recientemente, se ha hecho otro descubrimiento o redescubrimiento: los jardines británicos contienen ejemplares de especies procedentes del archipiélago de Japón que en estos momentos se encuentran amenazadas de extinción o se consideraban extintas. Las clases altas británicas buscaron una planta exótica con la que completar tu jardín, querían, en realidad, tener la planta que nadie tenía. Plantas raras siguieron el camino desde las islas del Pacífico del archipiélago nipón a las islas del Atlántico del  archipiélago británico. Aunque para algunas el exceso de recolección fue la razón que las llevó a la extinción, para otras esa recolección por coleccionistas de plantas raras puede haber significado su salvación.

Cuando los barcos negros del comodoro Perry forzaron la apertura del Japón al mundo exterior en 1854, la cultura japonesa se convirtió en un ejemplo atractivo de exotismo y delicadeza. Igual que los grabados japoneses influyeron en las corrientes artísticas expresionistas, las plantas japonesas influyeron en los paisajistas y propietarios de jardín europeos. Por poner un ejemplo, los arces, los famosos sakurás japoneses se convirtieron en un brochazo de color en los jardines europeos. Pero además, hay que tener en cuenta la extensión y biodiversidad de las islas japonesas, que se extendían desde las islas subárticas de las Kuriles a las subtropicales de Okinawa. Esta región se considera una de las zonas de mayor riqueza biológica de la Tierra, con unas 7.000 plantas vasculares, de las cuales un 40% son endémicas, es decir, con una distribución geográfica muy reducida.

Una organización denominada Botanic Gardens Conservation International ha encontrado en 50 jardines japoneses del Reino Unido 356 especies japonesas en peligro de extinción (Lista Roja), 106 plantas vasculares identificadas en herbarios británicos que no están presentes en los herbarios japoneses y quizá lo más llamativo, dos especies, un arbusto, Flemingia strobilifera y un helecho, Hypolepis tenuiflora que se consideran extintas en Japón y sin embargo, han sobrevivido en jardines del Reino Unido o en otros países.

Así que los jardines japoneses del Reino Unido (y es muy probable que para otro tipo de jardines y otras plantas del mundo sea algo parecido), actuaron como un auténtico Arca de Noé, que han permitido salvar de la extinción, al menos momentáneamente, de ese diluvio actual que es la actuación del ser humano y su poco respeto por la diversidad del planeta.

Para leer más:

José Ramón Alonso

CATEDRÁTICO EN LA Universidad de Salamanca

Neurocientífico: Producción científica

ORCIDLensScopusWebofScienceScholar

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