La gran hambruna

Entre 1845 y 1852 tuvo lugar en Irlanda, la “Gran Hambruna” o el “Hambre de la patata”. Se calcula que de una población de ocho millones de personas murió un millón y entre otro millón y dos millones emigraron, la mayor parte a los Estados Unidos y Canadá. La población de la isla cayó entre un 20 y un 25%. Irlanda nunca ha recuperado la población que tuvo en 1844.

El motivo de la hambruna fue un organismo microscópico, un protista, que destruyó tanto las plantas como las patatas almacenadas. Mientras que la cosecha había sido de 14 millones de toneladas en 1844, en 1846 fue tan solo de 3 millones. En otros países europeos había habido grandes epidemias, e incluso en la propia Irlanda, pero el impacto en la población irlandesa, donde un tercio de los campesinos dependían exclusivamente de este cultivo, fue devastador.

La hambruna tuvo también un importante factor ajeno a las plantas: la política británica y su dominio abyecto sobre muchos territorios del Imperio. Durante los siglos XVI y XVII, los católicos irlandeses tenían prohibido recibir una educación, prohibido votar, prohibido ser propietarios de tierras, prohibido vivir en una ciudad o a menos de 8 kilómetros de una ciudad, prohibido ingresar en un gremio profesional, prohibido ocupar un puesto de funcionario. Aunque en el siglo XIX la situación era claramente mejor, el 70% de los representantes irlandeses en los parlamentos británicos eran terratenientes o hijos de terratenientes, muchos de ellos ingleses, descendientes de ingleses o viviendo en Inglaterra.  Todos los informes hablaban de una catástrofe inminente: una población creciendo exageradamente, mucha gente al borde del hambre, tres cuartas partes de los trabajadores sin empleo y unas condiciones de vida penosas. Por poner un ejemplo de esa miseria generalizada, una manta se consideraba un lujo que muy pocos tenían.  Por otro lado, cada año se enviaban desde Irlanda a Inglaterra 6.000.000 de libras de rentas de los propietarios de las tierras.

El organismo que se extendió con rapidez por las cosechas era Phytophthora infestans. Es un protista parecido a un hongo, pero no es realmente un hongo. Pertenece a los oomicetos y su infección se conoce como tizón tardío o mildiu de la patata. Phytophthora podía haber causado un daño menor pero las políticas de los dirigentes ingleses  se movieron en un rango que va de la crueldad a la ineptitud pasando por la arrogancia, el desprecio y la codicia. Según el escritor e independentista irlandés Henry Mitchel: “Dios mandó el hongo pero los británicos mandaron el hambre.” Los barcos con víveres tardaban meses en llegar, se llevó maíz que no podía comerse directamente y necesitaba una preparación especial, se emplearon cientos de miles de hombres famélicos en obras públicas estrictamente diseñadas para no producir ninguna mejora en el territorio, tales como cavar hoyos o abrir caminos que no llevasen a ninguna parte, se les obligó a trabajar en talleres en unas condiciones de semiesclavitud. En medio de esa hambruna terrible se seguían exportando alimentos desde Irlanda. Cuando el gobierno británico dijo que los terratenientes tenían que colaborar en las medidas de ayuda a sus campesinos, aquéllos expulsaron a éstos de sus tierras para eludir su responsabilidad. El gobierno británico dijo que si alguien tenía tierras no podía recibir ayudas por lo que cientos de miles de campesinos hambrientos tuvieron que malvender sus tierras a los grandes señores para no morir. El administrador británico de los proyectos de ayuda, Sir Charles Trevelyan, indicó que todo esto “era una calamidad mandada por Dios para enseñar a los irlandeses una lección.” Muchos historiadores irlandeses consideran lo que pasó esos años un ejemplo de genocidio, una limpieza étnica impulsada por el racismo, algo que los historiadores británicos niegan.

Como siempre en estos casos hubo una serie de teorías estrafalarias para explicar la podredumbre de las patateras. Algunos decían que la culpable era la electricidad estática causada por una nueva invención, las locomotoras de vapor que empezaban a cruzar los paisajes. Otros decían que eran vapores mortíferos que generaban volcanes situados en el centro de la Tierra. Las confesiones religiosas mostraron su peor perfil: algunos sacerdotes católicos predicaron que era un castigo divino por los pecados de la gente mientras que algunos clérigos británicos protestantes estuvieron de acuerdo en que era un castigo divino pero no en las causas, según ellos era debido a la adicción a las patatas y al Papa (es decir, a las papas y al Papa) de los campesinos irlandeses. En realidad fue un claro ejemplo de los terribles riesgos de un organismo invasor. Parece que esa variante de Phytophthora no había llegado con anterioridad a Irlanda y al aparecer allí se extendió como un incendio por toda la isla. Cuando el protista infecta una planta se ven zonas oscuras en el tallo y las hojas. Si hay humedad, aparecen unas manchas pulvurulentas blancas en el envés de las hojas y la planta se pone mustia con rapidez. Las patatas desarrollan manchas grises o negras y se pudren por una infestación bacteriana secundaria. El proceso continúa en las patatas almacenadas o a la venta hasta la pérdida prácticamente completa de la cosecha.

En 2009 se secuenció el genoma de este protista  y se vio que era muy grande (240 Mb), con muchas secuencias repetidas lo que le da mucha variabilidad lo que, a su vez, produce variantes resistentes a las defensas de las plantas. Una pequeña información solo para especialistas: este genoma contiene una gran diversidad de elementos Gypsy (transposones) y una gran diversidad de transposones del tipo helitrones, que se replican siguiendo el modelo del círculo rodante. Todo ello implica esa gran capacidad de mutar que hace tan peligroso a este oomiceto. En 2011 se pudo hacer un análisis genético de una hoja de patatera que había sido conservada de la Gran Hambruna buscando quién había sido el culpable y cómo había llegado a Irlanda. Se pudo excluir una cepa mejicana del agente infeccioso, considerada hasta entonces la culpable de la epidemia y se vio que la variante de Phytophthora responsable de esa calamidad tenía su origen en el altiplano andino. También se creía que habría llegado en barcos de emigrantes que almacenaban patatas para alimentar a sus pasajeros en las travesías del Atlántico pero parece que es más probable que la vía fuera el guano de murciélago y aves, el principal fertilizante que se estaba exportando desde Sudamérica a todo el mundo y la ruta más importante entre la costa sudamericana e Irlanda.

En esta historia terrible, odiosa hay también, el sino claroscuro de nuestra especie, rasgos de bondad, de generosidad, de humanidad. El sultán  Abdulmecid, monarca de Turquía, indicó su intención de mandar 10.000 libras a los campesinos irlandeses pero la Reina Victoria le pidió que mandara solo 1.000, pues ella solo había donado 2.000. El sultán hizo lo que le solicitaron pero a escondidas mandó tres barcos llenos de comida. Los tribunales británicos intentaron bloquear los cargamentos navales pero los marineros turcos llevaron la comida al puerto de Drogheda y la descargaron. Quizá mi historia favorita es la de una tribu de indios norteamericanos, los choctaws, que reunieron 710 dólares. En 1831, esta tribu había sido trasladada de sus tierras ancestrales por el gobierno norteamericano, en lo que se conoce como el Camino de las Lágrimas (“Trail of Tears”) donde entre 2.500 y 6.000  hombres, mujeres y niños de los 17.000 que iniciaron el viaje murieron de hambre, agotamiento, enfermedad y frío. Tocqueville, que tuvo ocasión de ver ese “aire de ruina y destrucción” preguntó al único choctaw que hablaba inglés que porqué habían aceptado ese desplazamiento. La respuesta fue “para ser libres”. Dieciséis años después, cuando no estarían mucho mejor, esos indios, supuestamente los no civilizados de esta historia, supieron que otra tribu, los irlandeses, estaban pasando por lo que ellos habían pasado y juntaron todo lo que pudieron reunir para ayudarles. En 1995, Mary Robinson, presidenta de Irlanda, hizo un homenaje de agradecimiento a la nación Choctaw.

Phytophthora  infestans sigue causando un daño a las cosechas de patata estimado en unos 5.000 millones de euros anuales. A veces, la estupidez, la avaricia, el racismo, hace que el daño sea aún mayor.

Para leer más:

José Ramón Alonso

CATEDRÁTICO EN LA Universidad de Salamanca

Neurocientífico: Producción científica

ORCIDLensScopusWebofScienceScholar

BNEDialNetGredosLibrary of Congress


2 respuestas a «La gran hambruna»

  1. Avatar de Mizu Kuri

    Fantástico artículo. Le recomiento MAGIA, SUPERSTICIÓN Y RELIGIÓN EN EL AGRO JIENNENSE. LAS PLAGAS DE LANGOSTA (En Magia y Religión en la Historia. U.N.E.D. Centro Asociado Andrés de Vandelvira. Jaén, 1997, pp. 101-122).
    Juan Antonio López Cordero
    Reciba cordial saludo

  2. […] “La gran hambruna de la patata“, donde se habla de la historia de Irlanda e Inglaterra, y protistas que infectan la patata y atraviesan océanos. […]

Muchas gracias por comentar


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