Historias de la Neurociencia: La niña que borró el aura

Los estudiantes universitarios me comentan frecuentemente su deseo de implicarse en la investigación. A pesar de su interés, piensan que no tienen formación suficiente y que es algo fuera de su alcance. Nada más lejos de la realidad. Emily Rosa, una jovencita americana nacida en Colorado es la persona más joven que ha publicado un artículo en el Journal of the American Medical Association (JAMA), una magnífica revista científica. Tenía 11 años.

Cuando tenía 9, Emily vio en la tele un programa sobre unos profesionales sanitarios que practicaban “Toque Terapéutico”, una técnica que según ellos y ellas les permite detectar con las manos el “campo de energía” de las personas o “aura”, utilizarlo para diagnosticar enfermedades y manipularlo para conseguir mejoras clínicas. Para hacer esto, mueven sus manos a pocos centímetros de la piel del paciente, buscando puntos “fríos”, “calientes” y otras zonas donde, según ellos, notan un cosquilleo. Los defensores de esta técnica dicen que el campo energético humano es real y que cualquiera puede aprender a sentirlo. No son pocos: Dolores Krieger, una profesora jubilada de New York University e iniciadora de este procedimiento, ha formado a 47.000 personas a lo largo de su trayectoria profesional. Según los defensores de esta terapia alternativa, restableciendo el balance del aura de una persona pueden calmar a niños con cólicos, impulsar la cicatrización de heridas, bajar la fiebre, reducir el dolor, mejorar los síntomas de una persona con la enfermedad de Alzheimer, tratar el cáncer y mucho más. Y sin embargo, no han conseguido demostrar nada de esto. En una charla que dio en Harvard, Emily agradeció a Dolores Krieger “haberle dejado a ella que se encargase de la investigación básica sobre el Toque Terapéutico.”

Los niños en Estados Unidos participan en sus colegios en ferias científicas, donde tienen que realizar un pequeño experimento. Emily Rosa diseñó uno definido posteriormente por investigadores competentes como “elegante y sencillo” para comprobar si los practicantes de esta terapia alternativa realmente podían detectar el campo de energía de un cuerpo humano. Lo llevó a cabo con la colaboración de 21 profesionales con experiencia, lo que indica un dato importante: que estas enfermeras y fisioterapeutas estaban convencidos de que realmente detectaban esa “energía”, ese aura. Un estudio parecido fue diseñado por un mago especialista en desenmascarar trucos seudocientíficos, James Randi, pero no pudo llevarse a cabo porque no consiguió que nadie se prestara a colaborar. Aunque ofreció 1,1 millones de dólares a cualquiera capaz de detectar un “campo energético humano”, Randi solo tuvo una candidata que abandonó al poco tiempo “por las malas vibraciones”. Según la madre de Emily, Linda Rosa, enfermera, y que es crítica con la supuesta terapia, Emily tuvo éxito porque los profesionales no se sentían amenazados por una niña tan pequeña.

El experimento era así: Emily echaba una moneda al aire, y en función del resultado movía su mano por encima de la palma de la mano izquierda o derecha del profesional. Éste tenía una pantalla que le impedía ver sus manos y las de Emily, y tenía que acertar en cuál de sus manos estaba el campo energético de Emily. Los terapeutas no acertaron más de lo que les correspondía por puro azar (4,4 de cada 10 pruebas) y 280 pruebas fueron suficientes para dotar de valor estadístico al experimento. La Terapia de toque era un fraude, a pesar de que se practicaba y se practica en clínicas y centros de salud por todo el mundo e incluso se enseña en universidades de 70 países. Practicantes de la Terapia de Tacto, algunos incluso con puestos en la Universidad, pusieron el grito en el cielo pero ninguno pudo refutar los resultados de Emily. Eran tan sencillos que había poco que discutir.

Las neuronas generan una diferencia de cargas eléctricas entre su exterior y su interior y esa diferencia de voltaje se utiliza para la transmisión y el procesamiento de la información en el sistema nervioso. El sistema nervioso usa por tanto energía eléctrica y el movimiento de esas cargas eléctricas genera un campo electromagnético en nuestro organismo. Los cambios en iones y moléculas cargadas en las neuronas generan diferencias de voltaje que distintos aparatos pueden medir. La electroencefalografía y otras técnicas derivadas, como los potenciales evocados, detectan la actividad sincrónica de miles de neuronas y nos ayudan a conocer datos sobre la actividad cerebral de una forma no invasiva, sin tener que acceder al propio sistema nervioso. Aun así, los humanos no podemos detectar directamente, sin aparatos, esas cargas eléctricas igual que no podemos detectar por donde discurre un cable eléctrico, simplemente poniendo las manos sobre la pared, mientras que hay aparatos que lo detectan con facilidad.

Si usted busca en internet “Terapia de Toque”, “Toque terapéutico”, “Sanación energética”, “Terapia avanzada de imposición de manos”, “Toque para la Salud”, “Terapia de polaridad”, “Terapia táctil” y la “Sanación transpersonal”  verá la difusión que tienen estas tonterías (las personas como “seres energéticos”, la “Anatomía inalámbrica”, el redimensionamiento de los campos de energía, las “células que se desinforman”, las “entidades angélicas que vibran más que los ultrasonidos”, todo ello con la parafernalia habitual (batas blancas, supuestos títulos de doctor, referencias a estudios de universidades famosas que jamás dijeron lo que ellos dicen) y la cantidad de gente dispuesta a quedarse con su dinero a cambio de tomarle el pelo.

El editor en jefe de la revista JAMA, George Lundberg, declaró en televisión en relación con el artículo de Emily: “La edad no importa. Es la buena ciencia lo que importa y esto es buena ciencia”. También dijo que los practicantes de esta terapia debían mostrar este estudio a sus pacientes, que los terceros que pagaban tratamientos (organismos oficiales, mutuas, compañías de seguros) deberían cuestionarse porqué financiaban algo así, y los pacientes deberían ahorrarse el dinero a menos que una experimentación posterior honesta demostrara un efecto de la técnica. No se ha producido. Algunas universidades nombraron comités para eliminar de sus programas algo sin fundamento pero algunos clamaron por su libertad de cátedra, pero este pilar de la vida universitaria jamás debería amparar algo ineficaz, sin ningún fundamento científico y que se basa en entregar dinero a cambio de nada. El experimento se grabó en video y se emitió en televisión y fue objeto de reportajes en el New York Times, la revista Time y muchos otros medios. Emily manifestó su interés en seguir haciendo investigaciones científicas, sugiriendo que quizá seguiría con los imanes o la Cienciología. Desde luego, trabajo no le va a faltar.

Para leer más:

José Ramón Alonso

CATEDRÁTICO EN LA Universidad de Salamanca

Neurocientífico: Producción científica

ORCIDLensScopusWebofScienceScholar

BNEDialNetGredosLibrary of Congress


4 respuestas a «Historias de la Neurociencia: La niña que borró el aura»

  1. Avatar de era
    era

    Este artículo es un fraude! Cualquiera puede hacer ese experimento y obtener resultados contrarios :D

  2. […] "CRITEO-300×250", 300, 250); 1 meneos La niña que borró el aura jralonso.es/2011/06/26/historias-de-la-neurociencia-la-ni…  por enxebere hace […]

  3. Es triste que un sector amplio de la población esté fuera de la órbita de noticias como esta… Es muy triste… Una niña inteligente…» autor: nexus7

  4. esta niña demostró algo que esta panda de «psicólogos» granadinos están empeñados en hacer real, el aura existe:
    http://www.lasprovincias.es/rc/20120502/mas-actualidad/sociedad/universidad-g
    lo que dice el propietario de la pagina es verdad, para investigar se necesitan conocimientos previos, que los puede tener una niña, pero seguro que los granainos deberían recapitular y hacer algún curso mas.» autor: flxmx

Muchas gracias por comentar


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