Decidido a comprender cómo funcionaba lo que él llamaba la “máquina animal humana”, Aldini sabía que necesitaba conseguir cuerpos que hubiesen fallecido recientemente y que “retuvieran… los poderes vitales en su máximo grado de preservación”. Su solución fue la siguiente, los criminales ahorcados o decapitados: “me vi obligado, si se me permite la expresión, a colocarme debajo del patíbulo, cerca del hacha del verdugo, para recibir los cuerpos todavía sangrando de los desafortunados criminales, los únicos sujetos apropiados para mis experimentos.”
En su demostración en Londres, Aldini usó una gran batería húmeda, la llamada “pila voltaica”, un invento que Alessandro Volta había presentado tan solo tres años antes. Con dos cables de cobre empezó a aplicar descargas en la cara del cadáver de Forster. Entonces, la mandíbula empezó a temblar, los músculos adyacentes se empezaron a contraer en una mueca terrible y el ojo izquierdo se abrió de repente.
Los efectos de la exhibición no acabaron allí. Un tal Señor Pass, bedel del Real Colegio de Cirujanos, tremendamente afectado por lo que había visto, murió poco después. El Newsgate Calendar, una gacetilla que informaba de los crímenes y las ejecuciones en la prisión, comentó su preocupación de que los científicos volvieran a la vida a los criminales más rápido de lo que los propios verdugos daban cuenta de ellos. El editor mostraba al menos su tranquilidad de que no habría duda de que tendrían que ser volver a ser ejecutados si les revivían, porque la sentencia del juez era la horca “hasta la muerte”.
Aldini era catedrático de Física en la Universidad de Bolonia, la misma universidad donde su tío, Luigi Galvani, era catedrático de Anatomía. El propio Galvani había dirigido durante tres años el llamado Carnaval Anatómico en la que el cuerpo de un criminal era diseccionado en 16 fases delante de un público a la vez extasiado y horrorizado. Galvani estaba interesado en el llamado “fluido eléctrico” un jugo que se generaría en el cerebro, fluiría a través de los nervios y dotaría a los músculos de su fuerza. Las teorías de Galvani encajaban con las ideas de finales del siglo XVIII sobre una fuerza vital, un fluido que dotaría a los cuerpos inanimados de la capacidad de movimiento y las demás actividades de un ser vivo.
No era la primera vez que se observaban los efectos de la electricidad en un organismo. Ya desde el tiempo de los romanos, se utilizaban peces eléctricos para curar enfermedades. Los pacientes, afectados de artritis, gota o parálisis, se colocaban descalzos encima de anguilas o torpedos hasta que el potencial eléctrico del pez se daba por agotado. Scribonius Largus, un médico de lo que ahora llamaríamos gente famosa y que vivió en el primer siglo después de Cristo escribía en el año 46
“El dolor de cabeza incluso si es crónico e insoportable desaparece y es curado para siempre por un torpedo negro vivo situado en el lugar donde se sitúa el dolor.”
Hay que imaginar a este médico romano colocando el pez por distintas partes del cuerpo del paciente pero Scribonius debía estar convencido de su tratamiento y ser un médico famoso y respetado porque al año siguiente, el 47, trataba de migrañas con sus peces eléctricos al hombre más poderoso de su época, el emperador Claudio.
Aquellas técnicas quedaron en desuso, también por comentarios negativos de Galeno sobre ellas, hasta el siglo XVIII en que se pudo tener fuentes artificiales, fiables, de electricidad. John Wesley, el fundador de la Iglesia Metodista escribió un libro “Primitive Physick” donde recogía 288 problemas médicos que, según él, podían ser prevenidos o curados por la electricidad. Wesley escribió que él “estaba firmemente persuadido que no existía remedio en la naturaleza para los trastornos nerviosos de cualquier tipo, comparable al uso adecuado y consistente de máquinas eléctricas” y terminaba sugiriendo que entre 50 y 100 descargas serían la “dosis adecuada” en la mayoría de los casos.
Pero el investigador clave sobre los efectos de la electricidad en el organismo había sido Luigi Galvani. Galvani tenía en la universidad y en su casa, donde hacía mucho del trabajo con la ayuda de su mujer, Lucia Galeazzi, distintas máquinas gener
Galvani estudió otras cosas también. Sus experimentos con metales y la corrosión le llevaron a la invención del acero galvanizado, pero volvamos al cerebro. El galvanismo, la técnica que curaba con electricidad distintas enfermedades y que permitía ver de nuevo movimientos en animales y personas muertas, se convirtió en un espectáculo que recorría las capitales europeas. Galvani había probado
El uso médico de la electricidad, como sucede siempre con los avances sanitarios reales o ficticios dio lugar a nuevos negocios. James Graham abrió un lujoso “spa eléctrico” llamado Temple of Health (“el Templo de la Salud”) en uno de los mejores barrios de Londres. Los visitantes podían oír las charlas de Graham sobre las virtudes de la electricidad mientras eran atendidos por bellas señoritas con no mucha ropa. Una de ellas se llamaba Emma Lyons, más tarde conocida como Lady Hamilton
La joya del montaje del Templo de la Salud de Graham era una máquina eléctrica gigantesca con cilindros de cristal que giraban, varillas conductoras y otra parafernalia diseñada para emitir chispas alrededor de esferas rodeadas de metal rellenas con las pociones de Graham Ocupaba 10 habitaciones y su construcción había costado una fortuna. Para parejas ricas pero sin hijos estaba la Cama Celestial. Por solo 50 libras, los aristócratas británicos podían pasar la noche en una cama gigantesca con un colchón relleno de paja fresca, hojas, pétalos y crines de la cola de los mejores garañones ingleses. Un poco de música y unas chispas en el cabecero de la cama y la concepción de un heredero estaba garantizada.
En los últimos tiempos, el uso médico de la electricidad tiene un último exponente en la terapia electroconvulsiva, lo que se conoce vulgarmente como el electroshock, Se mantiene como un tratamiento para la depresión mayor, sobre todo la que es recalcitrante a otros tratamientos. Este uso de las corrientes eléctricas tiene opositores que señalan sus efectos adversos: pérdida de memoria y déficits cognitivos.
Leer más:
- Noticia en el Newsgate Calendar http://www.exclassics.com/newgate/ng464.htm
- Pain, S. (2003) Lady Emma’s shocking past. New Scientist 2394: 50-51.
- Pollard, J. (2010) Boffinology. The real stories behind our greatest scientific discoveries. John Murray. Londres. pp. 221-223.
4 respuestas a «La chispa de la vida: De la resucitación a la electroterapia»
es.mimi.hu/medicina/resucitacion.html
No conocía el palabro.» autor: Paumal
¿pero todavia se utiliza lo de el electroshock? Si te meten un buen corrientazo debe ser como un format c: /s» autor: Cyberlarry
[…] La chispa de la vida: De la resucitación a la electroterapia jralonso.es/2011/04/07/historias-de-la-neurociencia-la-ch… por Rubianes hace 2 segundos […]
[…] http://jralonso.es/2011/04/07/historias-de-la-neurociencia-la-chispa-de-la-vida-de-la-resucitacion-a… […]