Por su difícil infancia, Vogt decidió que el dinero era una fuente clave de poder e independencia. Para ello, decidió convertirse en un médico de prestigio en alguno de los balnearios de moda en Europa, donde descansaban y se curaban las élites económicas de sus enfermedades reales o imaginarias. Consiguió un puesto mal pagado en Alexanderbad, uno de los mejores establecimientos de baños de Europa. Allí fue conquistando, uno por uno, la confianza y el aprecio de los clientes y, de forma especial, de una de las familias más poderosas de Alemania, los Krupp. Esa amistad le salvaría la vida en los años de la dominación nazi.
Los clientes y los ingresos de Vogt, seducidos por la hipnosis y los conocimientos médicos, iban creciendo. El director del balneario le pidió una comisión de las considerables ganancias que su “praxis aurea” le estaba aportando, lo que rechazó Vogt y su contrato fue finiquitado. Así que, siguiendo el consejo de Forel, decidió iniciar una nueva etapa, trasladándose a la capital de la Neurología mundial en ese momento, París. Oskar se buscó un acomodo en el laboratorio de Déjérine en la Salpêtrière. En la misma ciudad trabajaba Cécile Mugnier. Cécile había sido criada por una tía con fuertes convicciones católicas y educada en un convento, donde su tía confiaba en que ingresara como monja. Sin embargo, las cosas no salieron como la tía esperaba. A los 14 años, Cécile se negó simple y llanamente a tomar la Primera Comunión. Después escribió un ensayo criticando duramente a Dios por permitir tanta miseria en el mundo, que enojó terriblemente al profesor jesuíta de su convento e hizo que su tía la desheredara. Con la ayuda de su madre, consiguió superar el bachillerato en ciencias y en 1893 fue una de las primeras mujeres aceptadas para estudiar Medicina. La vocación, brillantez intelectual y capacidad de trabajo de Cécile hizo que Pierre Marie, una de las estrellas de la Neurología francesa, le ofreciera un puesto en su equipo. Aunque Pierre Marie y Déjerine habían tenido fricciones, la relación entre ambos laboratorios era intensa y Oskar y Cécile se pudieron conocer. Cécile se había convertido en una de las primeras neurólogas de Europa. Cécile y Oskar se casaron y tuvieron dos hijas, que serían dos buenas investigadoras.
En marzo de 1914, con el apoyo de Fritz Alfred Krupp, el magnate del acero alemán, de quien era médico personal, Oskar Vogt fue nombrado profesor y director de un nuevo Instituto, el Kaiser-Wilhelm-Institut für Hirnforschung und Allgemeine Biologie (Instituto Emperador Guillermo de Investigación Cerebral y Biología General. Allí empezó a recibir las donaciones de cerebros de personas prominentes, particularmente científicos, que llevaron a la creación de una colección creciente de “cerebros de la élite”. Con ellos, los Vogt pretían localizar “la fuente de la genialidad”. Debido a la I Guerra Mundial y la difícil posguerra, la construcción de un edificio para el instituto, en Buch, un suburbio de Berlín, se demoró hasta 1931. Allí se formaron científicos con carreras prominentes como Korbinian Brodmann, Harald Brockhaus y N.V. Timofeev-Resovskij (con quien Solzhenitsyn se encontró en el Gulag). El Instituto estaba financiado por la Sociedad Emperador Guillermo (actualmente denominada Sociedad Max Planck), la Fundación Rockefeller, el gobierno del Reich alemán, el Estado federal de Prusia y la ciudad de Berlín.
En 1924 se le hizo a Vogt un encargo único. Oskar fue uno de los neurólogos llamados a consulta en la enfermedad de Vladimir Ilyich, Lenin, que había sufrido varios derrames cerebrales los dos últimos años de su vida.
El cerebro fue extraído antes de embalsamar el cuerpo de Lenin, así que probablemente se realizó un corte en la piel en la zona de la nuca, toda la piel se arrancó hacia delante como si fuera una careta de goma, se abrió la caja craneal con una sierra, se extrajo el cerebro, y luego la “tapa de los sesos” y la piel se volvieron a colocar en su lugar original. La autopsia reveló una grave arterioesclerosis cerebral y el cerebro se sumergió en formaldehido. Hay bastantes pruebas indirectas de que los médicos silenciaron un diagnóstico de sífilis encefálica pero no se ha demostrado. Stalin, que se había hecho con el poder tras el fallecimiento de Lenin, se dio cuenta de que se había creado un halo de santidad en torno a Lenin y decidió establecer un fuerte culto a la personalidad del “gigante sobrehumano de la revolución”.
Cuando Vogt fue contactado, indicó que un estudio detallado era posible, pero requería una enorme experiencia, un cuidado exquisito e instalaciones. Vogt estaba sugiriendo que solo él lo podía hacer. Además, advirtió sobre la imposibilidad de realizar ese estudio en Moscú, y que si no se daban pasos urgentes, la conservación del cerebro se iría deteriorando y el tejido no absorbería los colorantes requeridos para poder hacer un buen análisis. Las autoridades del Politburó presidido por Stalin no tenían claro dejar un estudio tan sensible en manos de un extranjero y enviaron dos médicos “de confianza” a formarse en su Instituto en Berlín. Finalmente, decidieron encargarle que hiciera el estudio y que estableciera un Centro de Neurociencias, el Instituto de Investigación Cerebral de Moscú .
En este Instituto se fundó “El Panteón de los Cerebros”, un repositorio de cerebros famosos, siguiendo las ideas y el modelo de trabajo de Vogt. El primer cerebro fue el de Lenin en 1924, luego se incorporaron los de Maxim Gorki, Konstantin Stanislawski, Sergej Eisenstein, Iwan Pawlow pero se siguieron añadiendo cerebros de personas famosas hasta 1989. El último incorporado fue el cerebro de Andrej Sajarov, físico nuclear, disidente, activista de los derechos humanos y premio Nobel de la Paz en 1975. El objetivo era una fundamentación materialista de las capacidades superiores del hombre, frente a las creencias religiosas o metafísicas.
El fundador del Instituto fue Vladimir Bekhterev.
Vogt y su equipo cortó el cerebro de Lenin en 31.000 secciones. El procesamiento y estudio de todos esos cortes llevó años. Oskar Vogt viajó a Moscú varias veces entre 1924 y 1930. Finalmente expuso, algo que ha sido muy controvertido pues hay quien piensa que dijo a los rusos lo que querían oír, que el cerebro de Lenin era distinto, que tenía algo peculiar. Según Vogt, las neuronas piramidales de la capa III de la corteza cerebral eran de un tamaño mayor y más numerosas de lo normal,
Tras presentar sus resultados a los dignatarios soviéticos, Vogt planteó a continuación un estudio mucho más detallado donde las secciones del cerebro de Lenin se compararían con un número importante de otros cerebros (13 personas de la élite intelectual y política cuyos nombres eran recogidos en una lista y otros 39 cerebros de personas de distintos grupos étnicos de la Unión Soviética. Puesto que había que estudiar tantos cerebros habría que aumentar la financiación para reclutar investigadores para una tarea tan formidable. Todo ello quedó en suspenso con la llegada al poder de Hitler que en su libro “Mein Kampf” mostraba sus planes hacia el este de Europa y la ruptura de las hostilidades entre Alemania y la Unión Soviética.
El 16 de marzo y el 21 de junio de 1933, tropas de asalto del partido nacionalsocialista irrumpieron en el Instituto y la vivienda de los Vogt. Alguno de sus colaboradores envió cartas a los grupos parapoliciales con todo tipo de acusaciones, desde esconder izquierdistas a haber arrancado banderas nazis. El Instituto fue denominado como “un castillo comunista infiltrado de judíos”. En 1937 Vogt fue obligado a dimitir de la dirección del Instituto por el gobierno nazi a quien no le gustaban ni las ideas de Vogt, ni sus contactos internacionales, ni su mujer francesa, ni sus colaboradores judíos, ni su actividad en Moscú. De hecho, el Tercer Reich había declarado que “Lenin tenía queso suizo en la cabeza”.
En 1945, partes del cerebro de Lenin seguían en Berlín. Había el riesgo de que pudieran caer en manos de los americanos que podrían usarlo para denigrar al auténtico padre de la Unión Soviética (la historia de la sífilis, que no hubiera realmente cambios estadísiticamente significativos,…), como ya habían hecho los nazis. Según dos belgas, L. van Bogaert y A. Dewulf, los soviéticos montaron una operación de comando para impedir que los americanos se hicieran con el tejido nervioso. Debe ser la única misión militar que se haya hecho nunca para conseguir unas preparaciones neurohistológicas y unos trocitos de cerebro. Y así, aquellos restos de un ser humano llamado Vladimir Ilyich Lenin, bien custodiados por el Ejército Rojo, volvieron a Moscú.
Leer más:
- Bentivoglio, M. (1998) Cortical structure and mental skills: Oskar Vogt and the legacy of Lenin’s brain. Brain Res. Bull. 47(4): 291-296.
- Gregory, P.R. (2008) Lenin’s Brain and Other Tales from the Secret Soviet Archives. Hoover Institution Press. Stanford University. Stanford.
- Hagner, M. (2007) Geniale Gehirne: Zur Geschichte der Elitegehirnforschung. Deutscher Taschenbuch, Munich.
- Klatzo, I. (2002) Cécile and Oskar Vogt: the visionaries of modern Neuroscience. Springer, Viena.
- Kreutzberg GW, Klatzo I, Kleihues P. (1992) Oskar and Cécile Vogt, Lenin’s brain and the bumble-bees of the Black Forest. Brain Pathol. 2(4):363-371.
3 respuestas a «El genio bolchevique»
Excelente artículo. Indudablemente V.I. Lenin fue uno de los grandes genios del siglo XX.
A veces dudo si todos nos pondríamos de acuerdo en definir qué y quién es un genio. ¿Científicos? ¿Con teorías que no entendemos? ¿Aunque tengan rasgos de personalidad turbios o decepcionantes? ¿Políticos como Lenin? Pero la búsqueda de la explicación a la genialidad lleva con nosotros desde hace siglos.
Gracias por el comentario y me alegro que el artículo le haya gustado.
No, José Ramón, ya está definido. La RAE, en su cuarta acepción lo define como “Capacidad mental extraordinaria para crear o inventar cosas nuevas y admirables” aunque en la novena pone “Ser fabuloso con figura humana, que interviene en cuentos y leyendas orientales” ¿A que queda claro?