Quizá la parte más estudiada del cerebro es la que ha recibido los nombres más divertidos: el asta de Ammón o cuerno de Ammón, en recuerdo del dios egipcio, pero sobre todo se le conoce como hipocampo. Un hipocampo es un pez, el caballito de mar y los dos nombres se deben a su peculiar forma alargada y curva.
El hipocampo interviene en la memoria a largo plazo y, en particular en la navegación y memoria espacial. Si los sistemas de conexiones hipocámpicas se dañan, como sucede en las personas con alzhéimer, pueden ser incapaces de encontrar el camino de vuelta a casa o tener grandes dificultades para almacenar nuevas memorias, perdiendo los recuerdos cercanos en el tiempo, aunque sean capaces de contar anécdotas de su infancia.
En el año 2000 unos investigadores del University College de Londres dirigidos por Eleanor Maguire decidieron ver si el hipocampo, como área cerebral concreta, con funciones determinadas, con un tamaño suficiente para poder delimitarse bien en un escáner cerebral, variaba en personas que ejercitasen mucho la memoria espacial. En un experimento de este tipo necesitas eliminar el mayor número de variables posibles: así que, de forma ideal, necesitarías un grupo amplio, elegir personas del mismo sexo, de un rango de edades parecidas, que tuvieran un ritmo de vida parecida. La gran idea del grupo de investigación fue pensar en los taxistas. ¿Quién mejor que ellos retiene un mapa espacial complejo en su cerebro, lo ejercita continuamente, lo aplica en su vida diaria?
Los resultados fueron que los taxistas londinenses tenían hipocampos de mayor tamaño que el grupo control. Usar mucho una zona cerebral se notaba en su tamaño. Como si fuera un músculo, el ejercicio afectaba también al tejido nervioso. El estudio tenía también importancia porque entendiendo como se almacenan datos en nuestro cerebro podemos comprender qué está pasando en las personas que pierden una de estas habilidades. Según Maguire:
“La habilidad para encontrar nuestro camino dentro de un ambiente determinado y para recordar los sucesos que ocurrieron allí, –y se considera que ambos aspectos están mediados por el hipocampo–, son fundamentales para un funcionamiento normal en la vida diaria… Desafortunadamente, el hipocampo es vulnerable al daño cerebral en la epilepsia, en la demencia, y en la anoxia (cuando el cerebro está privado de oxígeno), lo que causa un impacto en ambas capacidades, dejando a los pacientes gravemente debilitados y dependientes de otros para el día a día”
Para poder trabajar en uno de los famosos “cabs”, los grandes taxis negros en Londres no basta con conseguir una licencia. Tienes que tener “el Conocimiento”. Eso es haber aprendido en detalle la ingente cantidad de avenidas y callejones en un círculo de seis millas de radio desde Charing Cross. Se calcula que un taxista “medio” de una gran ciudad puede llegar a memorizar hasta 250.000 lugares diferentes. ¡Y encima procesan esa información al mismo tiempo que sortean avalanchas de vehículos, oyen a Jiménez Losantos y explican lo que debería hacer Zapatero en el futuro inmediato! El experimento se repitió en ratones y se vio que en menos de una semana de entrenamiento (no se les pedía conducir un taxi, sino moverse en un laberinto acuático, donde tenían que recordar en qué puntos había plataformas sumergidas sobre las que se podían apoyar) el hipocampo mostraba ya un crecimiento observable, entre el 3 y el 4% de volumen.
Las personas que deciden conducir un taxi en Londres tienen que estudiar unos tres años en autoescuelas especiales, hasta conseguir demostrar que conocen 400 rutas predeterminadas o que saben decir cuál es el mejor camino entre un punto y un destino. La tarea es tan seria que aproximadamente tres cuartas partes de las personas que inician la formación, lo dejan. Pero una vez alcanzado “el Conocimiento” y empezado a trabajar, el hipocampo seguirá almacenando direcciones, rutas. De hecho, en una muestra llamativa de la capacidad de plasticidad y adaptabilidad del cerebro adulto, el hipocampo ha crecido aun más cuando los taxistas llevaban más años en la profesión.
Los resultados del estudio de Maguire nos hacen pensar qué partes del cerebro ejercitamos y qué pasará con las que no usamos apenas. La verdad es que nuestro cerebro está procesando información continuamente. Es muy difícil pensar en un cerebro atrófico pero como decía David Cohen, uno de los taxistas que participaron en el estudio, “Nunca he notado que parte de mi cerebro estuviese creciendo. Te hace pensar qué estará sucediendo con el resto”.
El estudio de los taxistas londinenses tuvo una segunda parte en 2008. Utilizando una nueva generación de escáneres cerebrales se analizó en más profundidad el proceso, viendo qué regiones encefálicas concretas se activaban cuando el taxista consideraba varias rutas posibles, cuando veía un lugar característico o cuando pensaba en sus clientes. Puesto que los investigadores no podían colocar un escáner en el taxi e ir analizando la función cerebral según el taxista va conduciendo, lo que hicieron fue llevar las calles de Londres al laboratorio. Para eso manipularon un juego de la Play Station para hacer “creer” al taxista que conducía por las calles de la City. Así, identificaron tres tipos de neuronas: neuronas de lugar, que cartografiaban nuestra localización; neuronas de dirección, que nos informaban en qué sentido íbamos, y neuronas de cuadrícula que informaban cuánto habíamos avanzado. Estudiaron también la activación de otras regiones cerebrales y vieron que la corteza prefrontal medial se encargaba de estimar la distancia que quedaba hasta el destino, se activaba cada vez más cuanto más cerca estabas del punto final como si fuera un detector de metales; la corteza prefrontal lateral derecha entraba en acción cuando aparecían circunstancias inesperadas, por ejemplo una calle cortada; la corteza prefrontal anterior tomaba las riendas cuando había que hacer una planificación instantánea, por ejemplo si ante esa calle cortada, había que seguir una ruta alternativa, la corteza retrosplenial iba identificando puntos clave del recorrido, lugares de paso esperados y el lugar de destino. ¿Y el hipocampo? El hipocampo era el director de orquesta, el que coordinaba esta compleja sinfonía de neuronas disparando. Solo se activaba al principio, cuando se planificaba la ruta o si, a lo largo del recorrido, el taxista tenía que hacer un cambio total de ruta. Por último, también se activaban zonas cerebrales involucradas en el comportamiento social. El cerebro del taxista está analizando continuamente qué estarán pensando sus clientes. Y es que la propina va en ello.
Leer más:
- Maguire, E.A., D.G. Gadian, I.S. Johnsrude, C.D. Good, J. Ashburner, R.S. Frackowiak, C.D. Frith (2000). «Navigation-related structural change in the hippocampi of taxi drivers». PNAS 97 (8): 4398–4403.
- Woollett, K., H. J. Spiers, E.A. Maguire (2009) Talent in the taxi: a model system for exploring expertise. Phil. Trans. R. Soc. B 364(1522): 1407-1416.
- http://news.bbc.co.uk/2/hi/677048.stm
- http://news.bbc.co.uk/2/hi/7613621.stm
- http://www.wellcome.ac.uk/News/2004/Features/WTX032958.htm
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