Muerte en el olvido

Yo sé que existo
porque tu me imaginas.
Soy alto porque tu me crees
alto, y limpio porque tú me miras
con buenos ojos,
con mirada limpia.
Tu pensamiento me hace
inteligente, y en tu sencilla
ternura, yo soy también sencillo
y bondadoso.
Pero si tú me olvidas
quedaré muerto sin que nadie
lo sepa. Verán viva
mi carne, pero será otro hombre
-oscuro, torpe, malo- el que la habita…

Ángel González

José Ramón Alonso

CATEDRÁTICO EN LA Universidad de Salamanca

Neurocientífico: Producción científica

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3 respuestas a «Muerte en el olvido»

  1. Avatar de Pedro Javier Pardo
    Pedro Javier Pardo

    Un poema estupendo, José Ramón, con toda la hondura sencilla, que no simple, de los poetas que no impostan la voz. Explica perfectamente la forma en que el amor nos hace mejores. Y explica por qué hay tantos hombres oscuros, torpes, malos, por el mundo. Por si no lo conoces, aquí va otro poema que explora el mismo universo, pero con una voz diferente, la de otro grande de la generación de los cincuenta:

    Claudio Rodríguez. AJENO

    Largo se le hace el día a quien no ama
    y él lo sabe. Y él oye ese tañido
    corto y duro del cuerpo, su cascada
    canción, siempre sonando a lejanía.
    Cierra su puerta y queda bien cerrada;
    sale y, por un momento, sus rodillas
    se le van hacia el suelo. Pero el alba,
    con peligrosa generosidad,
    le refresca y le yergue. Está muy clara
    su calle, y la pasea con pie oscuro,
    y cojea enseguida porque anda
    sólo con su fatiga. Y dice aire:
    palabras muertas con su boca viva.
    Prisionero por no querer, abraza
    su propia soledad. Y está seguro,
    más seguro que nadie porque nada
    poseerá; y él bien sabe que nunca
    vivirá aquí, en la tierra. A quien no ama,
    ¿cómo podemos conocer o cómo
    perdonar? Día largo y aún más larga
    la noche. Mentirá al sacar la llave.
    Entrará. Y nunca habitará su casa.

  2. Avatar de Isabel de Páiz
    Isabel de Páiz

    Permítame que me sume y añada otra porción de mirada limpia, la de los hombres que se preguntan cada día por lo verdad de lo que aman y sienten, y que se dan, a pesar de la derrota.

    Cabo Sounión, de Luis García Montero

    Al pasar de los años,
    ¿qué sentiré leyendo estos poemas
    de amor que ahora te escribo?
    Me lo pregunto porque está desnuda
    la historia de mi vida frente a mí,
    en este amanecer de intimidad,
    cuando la luz es inmediata y roja
    y yo soy el que soy
    y las palabras
    conservan el calor del cuerpo que las dice.
    Serán memoria y piel de mi presente
    o sólo humillación, herida intacta.
    Pero al correr del tiempo,
    cuando dolor y dicha se agoten con nosotros,
    quisiera que estos versos derrotados
    tuviesen la emoción
    y la tranquilidad de las ruinas clásicas.
    Que la palabra siempre, sumergida en la hierba,
    despunte con el cuerpo medio roto,
    que el amor, como un friso desgastado,
    conserve dignidad contra el azul del cielo
    y que en el mármol frío de una pasión antigua
    los viajeros románticos afirmen
    el homenaje de su nombre,
    al comprender la suerte tan frágil de vivir,
    los ojos que acertaron a cruzarse
    en la infinita soledad del tiempo.

  3. Avatar de José R. Alonso

    Gracias, Javier, gracias, Isabel.
    Cada poema nos dice algo a cada uno, como si lo hubieran escrito para nosotros y hablara de nuestros momentos, ilusiones, sentimientos, heridas, vivencias,… Pero la belleza es de todos. Los poemas que habéis aportado son una maravilla y hablan por vosotros.
    García Montero dice «yo soy el que soy», las palabras que según el Éxodo le dijo Dios a Moisés. El Quijote dice también «yo sé quien soy». Yo sé quien soy.
    Gracias por devolver mucho más de lo que se da.

Muchas gracias por comentar


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